Unos días
en el festival de cine de San Sebastián.
Domingo.
Mi
hermano y yo vamos en autobús: parada en Lerma. A la espalda de la estación de
autobuses, un cementerio. La tierra seca, yerma. Colinas suaves. Graneros,
polígonos, castillos, torres de paja. El color amarillo, verde grisáceo.
Algunos
de mis personajes, los de la distopía que quiero escribir, atravesarán esa
tierra en un tiempo en el que estará quemada, abandonada. Intento imaginármela.
Burgos,
Álava.
Al entrar
en Guipúzcoa, cambio de escenario. El color ahora es un verde brillante,
protegido hoy por el azul del cielo. Ni una sola nube.
Dos y
media de la tarde. Temperatura agradable. Donosti.
Nos
cruzamos con una chica joven. No llegará a los treinta años. La miro de arriba
abajo, discretamente, como suelo hacer. Combina el rojo y el negro con
sobriedad. Es atractiva. Atraviesa, tranquila, decidida, una calle del barrio
de Amara. Sonríe, segura de sí misma. Así me recibe siempre Donosti: con una
sonrisa.
Esperamos
en la plaza Constitución, comiendo unos pinchos en la terraza. Tres chicas ensayan un número. Música de Duke Ellington: Take the A train.
Sus cuerpos en movimiento. Sin música. Acompañadas por la música. Ensayan. Descansan. Una pareja, dos espontáneos, se lanzan y bailan improvisadamente un minuto: ¡Cuánta vitalidad! Nos saludan. Aplausos. También a C. y a mí nos aplaudían. No lo hacíamos mal, ¿verdad?
Sus cuerpos en movimiento. Sin música. Acompañadas por la música. Ensayan. Descansan. Una pareja, dos espontáneos, se lanzan y bailan improvisadamente un minuto: ¡Cuánta vitalidad! Nos saludan. Aplausos. También a C. y a mí nos aplaudían. No lo hacíamos mal, ¿verdad?
Fotografías
de C. en Barcelona en la playa. Siento un pinchazo en el estómago. Será un día
extraño: brillo en el agua del mar, reflejo de la luz. Melancolía.
Sunset songs: Dirección cuidada, personaje femenino fuerte. Imágenes que se quedan grabadas
en la retina. Buena adaptación. Logra emocionarme a ratos.
Pikadero: combina el
humor vasco, sobrio e irónico con un estilo a lo Kaurismaki. Los personajes se
dejan querer. Sonríes, aunque la historia no deje de ser triste. Sales
agradecido y con buen sabor de boca.
Mañana
será otro día…
Lunes.
En el
Kursal vemos Amama de Altuna: combina
con elegancia el simbolismo y un realismo suavizado. Es emotiva cuando se
centra en la relación padre e hija. El resto, atractivo, pero no logra
despertar pasión. Es muy digna, aunque me gustaba más Bertsolariak.
Aprovechamos
el último día sin nubes –se espera lluvia mañana- para hacer una visita
turística: una exposición sobre Kieslowski, sobria, muchos datos y
fotografías en el Centro Cultural de Okendo y una visita al recién inaugurado
edificio de Tabakalera –aún hay muchos huecos, oficinas vacías que se irán
llenando en los próximos meses; todavía un cascarón vacío, moderno y bien
preparado, con intención de convertirse en un centro cultural de primer orden.
Nos recuerda a la Casa Encendida-. Subimos al monte Urgull; nos perdemos por la
zona boscosa. Subidas y bajadas. Mar en calma. Mientras nos dirigimos al castillo –dejo a Raúl
muy atrás- recuerdo otra subida. La subida a Urgull, la subida al Alcazar de
Segovia. Dejó atrás a Raúl, dejo atrás a mi madre hace un año. Se mezclan las
dos subidas. Raúl, en silencio, a su ritmo. Mamá: “No vayas tan rápido, me
canso, que ya soy viejecita”. Terminamos la subida.
Cielo
brillante. Mar en calma. Llanura.
En los
cines Principe, en la sala, otra imagen paralela: la puerta de salida de la
derecha me trae a la memoria la puerta de otra sala de cine; sí, en Madrid,
en la exposición de Alejandro Magno de la fundación Canal, en Plaza de
Castilla; era una proyección en 3D de la ciudad de Alejandría. Estoy en Alejandría durante unos segundos…
Anomalisa: la idea
genial de Kaufmann –tiene y ha tenido tantas- de que todas las voces sean la
misma para el protagonista –y eso resume lo que es su vida- , desarrollada con
humor y mucha sensibilidad. No llega al nivel de Olvídate de mí, pero te atrapa. Y el personaje femenino adquiere
una entidad mayor de lo que podría esperarse en un principio.
Al salir,
las nubes están negras. Se acerca la lluvia.
Tres regalos de mi juventud: el protagonista parece decirnos que hay amores que no se
olvidan. No pueden estar juntos, pero se echan de menos. Queda el dolor de lo
que nunca podía ser. Deja un poso, una sensación amarga y dulce. ¿Es eso el
amor? Sí, it´s a losing game, C. Sens dubte.
Esa noche hago el amor con C., sin ella...
Martes.
Aprovechamos
la mañana para visitar el Museo de San Telmo. El claustro es, estos días, un
lugar para el encuentro entre productores y distribuidores latinoamericanos. El
museo ya lo conocía: muy restaurado y bien organizado. Nos interesa más la
exposición sobre Pasolini. Quizá una de las mejores que he visto: completa,
variada. Información combinada y todo tipo de procedimientos: paneles,
entrevistas, escenas, cartas, mapas, imágenes…
Comemos de
menú en un restaurante por doce euros. Hay lista de espera: eso es buena señal.
Sopa de pescado y postre a gran altura. El resto, aceptable. Volveremos mañana.
Desde allá: Venezuela.
Dos personajes. Un pedófilo con un pasado oscuro y un padre lejano y ajeno al
que odia y no se atreve a acercarse. Y un muchacho, un superviviente. Están
lejos y se comprenden, pero no hay final feliz. Es concisa, fría, sin añadidos. No
logra emocionarme, pero funciona, se deja ver.
Mariposa: Un
divertimento. ¿Y si mi vida hubiera sido diferente…? Dos vidas paralelas. Los personajes
parecen diferentes, sus vidas lo han sido, pero, al final, acaban haciendo lo
mismo y llegando al mismo punto. No hay reflexiones profundas: es un juego de
malabares, que se sigue con interés, pero sin pasión.
Lluvia,
mientras esperamos. Alguna muestra de desorganización: nos mojamos y nadie nos
dice la razón del retraso. Cabreo entre el público.
Aparece
antes de la película una frase: "El parlamento Europeo protege los derechos
humanos". Risas. Un pensamiento me viene a la mente: sólo protegen los de algunos…
Taxi teherán: es una
buena muestra de lo que se puede hacer con pocos medios y con mucha
imaginación. La censura está ahí, la que nos imponen y la que aceptamos, pero
no debemos rendirnos. Un taxi, un director, tres cámaras, algunos personajes, y mucho humor. Poco más. Y es mucho.
Miércoles.
El rey de la habana: Es redonda. Y no emociona. La vida es dura, cruel. La adaptación recoge el
espíritu de las narraciones, pero todo es tan brutal, que no logras sentirte
cerca de ninguno de los personajes. Tal vez ese sea su objetivo.
Subimos
al monte Igeldo. El paseo por un parque de atracciones de otra época.
Descansamos
en la pensión. Mientras espero a mi hermano, que se encuentra en el baño, salgo
a la terraza. Niños que acaban de salir del colegio: uno de ellos está
enfurruñado. ¿Alguna discusión con su mejor amigo? Una niña se separa de sus
amigas y se acerca a un adulto. El padre –imagino que lo es- le da un beso en la frente. Se
me ocurre un tema para una novela. Ese debe ser el punto de partida y el punto
final. Circular…
Cielo
nublado con ratos de sol. De repente, sale de entre las nubes. Acaricia;
ayer, a la misma hora, lluvia racheada. Las olas rompen con fuerza; fotografiamos
el instante, lo congelamos.
Experimental, emotiva, reflexiva. Despierta miedos y sensaciones muy intensas, conocidas. La
muerte de su madre, de su perrita, su propia muerte; la muerte de mi madre, de
mi padre, mi propia muerte… Es compleja y difícil de digerir, pero es la que
más me ha removido las entrañas…
“Cuando
intentamos explicarnos qué es la vida, miramos hacia atrás. Cuando la vivimos,
miramos hacia delante...”
Jueves.
Quedan
pendientes: Paulina, High-rise, Truman,
Son of Saul, la de Recha…
Estación
de autobuses de Donosti. La misma que hace diez años. Aún sigue siendo un
espacio a la intemperie. La nueva estación, un proyecto eterno.
Estamos
en la AP1. El interior de Guipúzcoa. Un verde brillante. Lo echo de menos. Ya
lo echo de menos. Siempre quiero volver aquí. Es un lugar al que siempre quiero
regresar...
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