La protagonista es una profesora de historia, y no es casual, pero los temas que aparecen en esta película van mucho más allá del momento histórico en que se sitúa: la incipiente democracia argentina tras la brutal dictadura de Videla y la situación concreta: los niños robados y las abuelas de la Plaza de Mayo. Hay una reflexión que en esta escena -clave, más importante de lo que parece en un principio; como se suele decir: aquí está el mensaje- se resume en dos comentarios. Uno, en la frase de un tal Mariano Moreno pronunciada a principios del siglo XIX: "Si no dejan publicar la verdad, va a triunfar la mentira, el embrutecimiento..." Y la segunda, brutal, escupida por uno de sus alumnos: "La historia la escriben los asesinos".
Es una bofetada, un puñetazo en la cara.
La protagonista tomará conciencia, dejará de mirar a otro lado, descubrirá la verdad. El final es demoledor.
Y, en realidad, las dos frases podrían servir para cualquier lugar del mundo en cualquier momento de nuestra historia. En el Egipto de Akenatón, en la Roma de los Graco, Augusto o Trajano, en la Grecia de Pericles o Alejandro Magno o en la China de los emperadores. En la Europa medieval o en la América conquistada. En la Francia de Vichy o en la Alemania de Hitler. En la antigua Yugoslavia y los países que nacieron tras su desmembramiento, en la Rusia comunista o en los Estados Unidos del macartismo. Y ahora. En la Siria de Al Asad, en el infierno del ISIS, en la Turquía de Erdogan, en la Rusia de Putin, en los Estados Unidos de Obama o de Trump o... en España...
Siempre, detrás de la historia oficial -la que escriben y escribirán los vencedores o los asesinos- está y estará la verdad, mucho más compleja y contradictoria
Aunque me temo que los seres humanos preferimos o aceptamos muchas veces la historia oficial. La verdad no es agradable; nos refleja en un espejo tal como somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario