domingo, 6 de noviembre de 2022

ERNAUX, ANNIE

 

"La memoria de los otros nos ubica en el mundo..."

Descubrí a Annie Ernaux, la reciente nobel de Literatura, en los años de excedencia. No fue la única autora que leí por entonces. También pasaron por mis manos la obra de Despentes, de Vivian Gornick o la desgarradora y atormentada Violette Leduc. Todas se miraban o se miran a sí mismas y, al hacerlo, nos enseñan la sociedad de su tiempo, la que construyó su forma de ser y estar en el mundo. Un feminismo que precede al actual, lleno de contradicciones, dudas e inseguridades, diferentes o similares al actual.

Leí casi toda su obra. Suele ocurrirme, cuando un autor me atrapa. Me pasó con otro nobel reciente, Modiano. O en mi adolescencia con Nietzsche o Virginia Woolf. Me impactaron, por supuesto, El acontecimiento, La mujer helada o La vergüenza, radiografías a carne viva de una sexualidad liberada y sometida o -en esta última- de la relación que mantiene una hija con unos padres de los que empieza a distanciarse, avergonzada. No he salido de mi noche es la melodía final: la hija se despide de una madre con Alzheimer, que ya ha olvidado quién es, quién fue. Las palabras de Ernaux sirven para que esa memoria, la suya, la de otros, no se pierda para siempre.

Las versiones cinematográficas han sido afortunadas. El cine francés ha comprendido la fuerza visual de esta escritora. Tanto en Pura pasión 

como en El acontecimiento, los directores y guionistas, siendo fieles al original, han sabido interpretarla con acierto e independencia, aportando aspectos nuevos que Ernaux sólo había insinuado o que aparecen en otras obras, como, por ejemplo, su obsesión por ser escritora o la relación compleja con su madre.


Sin embargo, por encima de los temas que se destacan en estas dos versiones -la sexualidad femenina, la liberación, el aborto, la represión sexual-, pienso que el tema central de la obra de Ernaux es la memoria, como también ocurría con Modiano. 

Si en el autor francés, de origen judío, la guerra, por un lado, -con la imagen obsesiva de un padre al que desprecia y admira a partes iguales- y el 68, por otro, -esa juventud idealizada y manipulada por el paso del tiempo-,  son los dos marcos en los que se recrea una realidad imaginada, inventada o transformada por la memoria, en Ernaux la realidad que nos muestra es, en primer lugar, una confrontación con otra generación de mujeres, la de su madre, que aceptó unas reglas que ya no pueden asumirse. Pero también es una manera de exorcizar demonios, los propios y los de otros -a veces, son los mismos- o de recuperar, en una visión más amplia, lo que se perderá "en un segundo".

En Los años, las imágenes, las fotografías familiares le sirven para mostrar los detalles que estas no cuentan, esos que forman parte de nuestro día a día, como el sonido de la orina al caer en el orinal o como una mujer, tras mear en un apartado, se pone las bragas y se alisa la falda o las esperas en el supermercado o el hastío de los domingos. U otros más complejos, los olores, sabores, las canciones, el sexo, las reuniones familiares, la violencia cotidiana, la guerra de Algeria, las frases hechas que conforman nuestra manera de hablar, la forma de vestir, "lo que no nos contaban" , los juegos, las lecturas, lo prohibido, las películas, la sumisión, los objetos olvidados... 

"Salvar algo del tiempo en el que ya no estaremos nunca más..."



KAREN Y CRISTINA ROSENVIGE

 


Casualmente se me han cruzado en esta última semana dos obras que tienen un denominador común: Cristina Rosenvige. 

La película Karen, recupera a Karen Blixen, la conocida escritora danesa. Nada que ver con la edulcorada Memorias de África. No creo que tampoco aquí veamos a la verdadera Blixen, aunque, seguramente, se parecerá mucho más que la versión de Streep. 

En realidad más que de Karen se habla de la relación que establece con su criado, Farah Aden: una relación de dependencia, teñida de un afecto muy peculiar. La mujer que aparece en esta versión, -rodada no en África, sino en Extremadura; los medios son escasos, pero bien aprovechados y apoyándose en extractos y anécdotas contadas por la misma Blixen y por su hermano en una biografía- no es perfecta, ni lo pretende. Se siente sola y abandonada por su marido, confusa y perdida; intenta mantener sus propiedades, pero se endeuda. A veces se comporta como una niña que se aburre; otras, toma decisiones que no admiten réplica. Busca el apoyo del co-protagonista, pero no siempre lo trata como un igual -ella es la ama, la occidental y se lo hace saber de vez en cuando-, aunque, en general, le respete y lo aprecie. 

Es una película sencilla y sobria, con ideas visuales y argumentales interesantes y dos interpretaciones muy medidas. Cristina Rosenvige borda un papel complejo y para nada idealiza a su personaje; es más, nos lo acerca, cuando otros habrían apostado por una hagiografía: nos lo muestra como alguien real, de carne y hueso, con defectos visibles.

Hace unos días volvió de repente, mientras escuchaba una canción en la radio del coche, otra Cristina Rosenvige. Ahí estaba la cantante de Chas! y aparezco a tu lado. De repente, en un flashback de cuarenta años, la mujer madura que interpreta en Karen se había transformado en una veinteañera juguetona. 

No sabría decir si esto resume la carrera de Cristina Rosenvige, una artista, alejada y mucho del star system, independiente hasta la médula, que tal vez merecería más difusión en los grandes medios. 

Aunque también es una elección. La calidad y, sobre todo, la independencia, a veces tiene sus riesgos y ella los asumió hace mucho tiempo, desde el principio de su larga, coherente y fructífera carrera. 

REFUGIOS EN ALMERIA: ENTRADAS AL INFRAMUNDO

 

En Almería se conserva un refugio diseñado por Langle durante la guerra civil. Son cientos de metros bajo uno de los paseos más concurridos de la ciudad. 

Aquí, en este enlace, podéis encontrar más información.

Hay una curiosidad añadida. Al finalizar la guerra, se decidió bloquear las salidas. Se pidió al mismo Lange que las ocultara y lo hizo de manera muy elegante: construyendo unos kioskos que aún se conservan. 

Las entradas al inframundo no deben ser vistas. Arriba, el consumismo de nuestros tiempos. A doce metros de profundidad, el infierno o un recuerdo lejano de tiempos oscuros. 

Un tejo, de más de cien años, comunica el mundo de los vivos con el de los muertos. Sus raíces llegan hasta las profundidades del submundo; una plancha de metal las contiene desde hace unos pocos años. 

La naturaleza se rebela, destruye las fronteras que los seres humanos intentamos levantar... en vano. Las del pasado y el presente, las de la vida y la muerte.