lunes, 9 de agosto de 2021

LAS RELACIONES DE PAREJA: HAMAGUCHI Y BRAC

 


Gran parte del cine contemporáneo se construye bajo los parámetros de un tema obsesivo: la incomunicación. La pareja no es más que la excusa para reflejar una realidad mucho más profunda que afecta a toda la sociedad en su conjunto. En la Historia del Cine hay numerosos ejemplos; quizá el más conocido por el cinéfilo sea casi toda la obra de Antonioni y, sobre todo, su El eclipse. Aquí tenéis dos escenas. Una, en la que el espacio nos descubre los pensamientos y emociones del personaje.


Y otro, donde las palabras ocultan esas mismas emociones. 


En la actualidad tenemos a estos dos cineastas: Hamaguchi y Brac.

La opción de Brac es simple. Trabaja con actores en un taller y a partir de una idea sencilla, que repite en todas sus obras, según parece -verano, vacaciones, relaciones de pareja ocasionales- construye un juego de seducción que te recuerda a Rohmer, tanto en la forma como en el fondo. Esta escena de Contes de juillet es un buen ejemplo. Cuatro personajes, jóvenes, conociéndose un 14 de julio. Las miradas de seducción ocultan, en realidad, la incapacidad de comprender al otro.

      

Al final, la protagonista se queda sola, tras una discusión, y escucha por la radio los atentados ocurridos en Marsella. Un epílogo suaviza ese mal sabor de boca, dejando que la vida continúe su curso, pero ha sido suficiente para que descubramos, detrás de esa aparente superficie, conflictos más profundos. 

Eso también lo vemos en su última película, Al abordaje. 

Gusta de los finales felices o, al menos, de aquellos que no dejen a los protagonistas un daño irreparable. Es un aprendizaje, como suele ocurrir en este tipo de películas, pero Brac no llega o no quiere todavía profundizar en los mecanismos de incomprensión entre el hombre y la mujer, entre los seres humanos. Su planteamiento es ligero; eso no es óbice para que sus personajes sean creíbles y funcionen dentro de la estructura narrativa que el taller ha creado. 

Más maduro o más complejo es Hamaguchi. De sus primeras películas poco puedo decir. 

Hablaré de las tres últimas, las que han llegado a los festivales y le han convertido en un director de prestigio.

Happy hour es un título con retranca. No hay nada que haga pensar en esa "hora feliz", después de ver la película, a no ser aquellas horas que comparten las cuatro amigas protagonistas. Son cinco horas -esa es su duración- que no dejan indiferente ni aburren al espectador; más bien, al contrario, te atrapan y dejan ese poso sutil y subliminal, más allá de lo que se nos cuenta. 

Podríamos decir, resumiendo en unas líneas el argumento, que es la historia de cuatro amigas de la adolescencia que tienen su crisis de los cuarenta, lo que les hace replantearse todo el mundo que han construido hasta ese momento. 

Los momentos decisivos son, en primer lugar, un taller "entre el zen y el autoconocimiento" que se nos muestra en su integridad -minuto 30 a 55- y, después, la lectura de un relato corto ante un auditorio por parte de una escritora joven -desde las tres horas, 25 minutos a las tres horas 55-. A ambas situaciones les sigue un encuentro posterior en un restaurante que hace explotar las emociones que habían surgido con anterioridad, aunque fuera de manera inconsciente. Si el primero sirve para mostrar las debilidades de las protagonistas, que giran en torno a sus relaciones de pareja, la segunda les obligará a tomar una decisión y cambiar el rumbo a tres de ellas -la otra ya lo había hecho con anterioridad, y fue el desencadenante de la historia-. 

El estilo elegido -lo que distingue a un autor maduro de otro que no lo es- se puede observar en esta escena que pongo a continuación; la primera mujer, que ha decidido buscar refugio en una asociación, ya que su marido la acosa y se niega a divorciarse, -aunque no haya violencia, la posición de la mujer es más frágil-, se encuentra con el hijo de una de sus amigas que ha dejado embarazada a una compañera, la cual ha tomado la decisión de abortar. A continuación, el viaje en barco de esta, y en un corte la amiga, la madre del chico, como si fuera un sueño, despierta en su casa, escuchando el ruido del mismo barco.


Tres años después, en 2018 estrenó Asako I y II. En este caso elige a una única protagonista, Asako. En la primera escena que aquí pongo, conoce al que parece, a todas luces, un gran amor. Enamoramiento instantáneo. 


A los seis meses el chico desaparece. Dos años después conoce a otro de un gran parecido físico, pero muy diferente de carácter. Por supuesto, aunque estén juntos, ella no ha olvidado al primer chico que volverá a reaparecer. Y tendrá que elegir, claro. 

Bajo una historia, en apariencia convencional, se esconde un tratamiento diferente con personajes verosímiles y bien construidos, cuya evolución se nos hace perfectamente creíble. 

Para terminar su última película, Drive mi car, presentada en Cannes este año, aún sin estrenar, basado en un relato de Murakami. El coche se convierte en el elemento en el que los personajes desnudaran sus traumas y conflictos. El diálogo es esencial, como también el tratamiento del mundo interior de los personajes. Aquí tenemos, una detrás de otra, tres de las escenas. 

Hamaguchi habla de la incomunicación: ese es el tema principal, pero tal vez también estemos hablando de otros más: la presencia del pasado y de los muertos y su reflejo en lo que somos, la necesidad de compartir y de asumir los cambios, la inconsistencia de este mundo en el que vivimos. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario