viernes, 9 de octubre de 2015

APUNTES (IV): HACE 46 AÑOS/HOY. UN PRIMER VIAJE



1ª etapa:

Brissago. Allí estuvieron mis padres desde abril hasta septiembre del 69.
Me encuentro en el hotel donde trabajaron; ahora, de reformas.



En Madonna del Sasso. Hace 46 años...


 Y hoy...


En Locarno, a pocos kilómetros de Brissago, sueño con Regina, mi tía-abuela. Su rostro es el de los años 80, cuando yo era un niño. Está sentada en un porche, delante de una casa que no logro reconocer. Sé que mamá está dentro, aunque no la veo. Me quedo fuera de la casa, hablando con Regina. Escucho la voz de mi madre. Me despierto…

2ª etapa:

Amanece. Estoy vivo. Un día más. En Arosa, donde vivieron mis padres desde diciembre del 68 hasta abril del 69.
El sol entre las montañas. Nubes de terciopelo. Luz suave.


He dormido en el mismo hotel en el que trabajaron mis padres. ¿Y si me hubiera despertado en el 69? Ahora, al bajar a la sala, para desayunar, les vería preparar el té, los croissants, el embutido… Hablaría con ellos, me los encontraría por las calles y les saludaría. ¿Qué les podría decir?
“No vayas a Buenos Aires nunca, mamá”; “Papá, cuídate más; cuando envejezcas, no derroches”; “Disfrutad de vuestra felicidad, mientras dure”.
No, no les diría nada. Sólo les miraría y contemplaría, en silencio, su juventud y sus ganas de vivir…


Como era de esperar, no los encuentro. Sí vuelvo a ver a una pareja de inmigrantes, también jóvenes, como mis padres, de Palermo, que trabajan en el mismo hotel. Mis padres tendrían su misma edad. Una nueva generación en busca de su futuro...
  


                       
       
Me duermo. Sólo recuerdo una imagen. Veo a mis padres juntos y felices. Les estoy presentando a unos amigos. Sonríen como lo hacían de jóvenes. Hablan conmigo con naturalidad. Están conmigo… La luz entra por la ventana. Es de día…



3ª etapa:

Verona. Aquí estuvieron desde septiembre de 1970 hasta mayo de 1971. Duermo en un instituto de formación profesional católico. En la pared de la habitación, un crucifijo y el cuadro del fundador. Jóvenes, niños, adolescentes, profesores. Todo me resulta muy familiar. La entrada a las ocho de la mañana, la salida de las clases, la hora del recreo. Los sueños se han diluido. 

 La dueña de un bar, enfrente de donde vivieron mis padres, una mujer de origen chino, otra inmigrante, hace unas cuantas llamadas: la casa está en venta. La madre murió hace tres años.










Los Bolla: importantes y afamados viticultores. Alguna escapada erótica: los viajeros también tienen derecho a imaginar o a recordar…
Disfruto de Verona. Es la ciudad de Julieta y la ciudad de la Arena, uno de los más importantes anfiteatros del mundo, y la ciudad donde Giotto aprendió y enseñó a pintar...

 De niño, mis padres me contaban tantas cosas de Verona, de Italia... Era un mundo que me permitía soñar, me alejaba de esa ciudad dormitorio que era entonces Móstoles, viajaba, conocía otros lugares, vivía en un mundo diferente, mágico, desconocido... Si ellos no hubieran ido allí, mi pasión por la historia antigua, por el latín o el griego nunca hubiera existido. Gracias a ellos y a la aventura que emprendieron, soy lo que soy...




4ª etapa:

Cortina d`Ampezzo. Allí estuvieron en los inviernos de 1970 y 1971. 



La casa donde vivieron mis padres no ha cambiado. Nada. El guarda es muy amable. Me hace una fotografía desde el mismo balcón donde mi padre se la hizo a mi madre.Tal vez sea el vínculo con los Bolla que buscaba. Le enviaré las fotos de mis padres, como me ha pedido...




A las siete de la tarde ya no hay nadie en la calle. Sólo un restaurante abierto, Las tres torres -una de las montañas más conocidas de la zona recibe ese nombre-. Temporada baja. Somos un grupo de japoneses, alemanes y un servidor. El sitio es agradable con algunos toques rurales: la madera en el techo, un reloj de cuco, muebles antiguos; está restaurado y es moderno sin pretensiones. El trato, amable. La comida, aceptable: unos raviolis con espinacas, un strudel con miel delicioso y una grappa que me sienta muy bien. Paseo por las calles del pueblo antes de ir a dormir. Cuento más de quince tiendas de ropa. No hace falta ir a Milán; aquí están todas las multinacionales a unos precios muy parecidos a los que encontrarías en la llanura lombarda.

Milán.
Tomo el avión. Se acabó. Un año después nací yo...

Y ahora, ¿qué?


Nubes que parecen montañas en el cielo...

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