viernes, 14 de febrero de 2014

NO SIEMPRE HAY FELICIDAD NI PERFECCIÓN, LOVERS


Hay obras maestras, películas que dejan una huella intensa y profunda en nosotros; con otras, disfrutamos y nada más. Que está bien, por supuesto.
Me ha ocurrido con dos películas recientes.
Las dos son películas de carretera, al menos, entran en ese género. Las dos ganan premios; las dos reciben el aplauso de los críticos. Las dos están bien... y punto.
Una es Nebraska, una de las favoritas de los Oscares -en mi opinión, debería ser esta la vencedora, pero ya se sabe con los premios-, de Payne. La historia de un padre y su hijo, con un personaje secundario, el de la madre, fantástico.


Otra es la de Trueba, reciente vencedor de los Goya, con Es fácil vivir con los ojos cerrados, la historia de un profesor que quiere conocer a Lennon y se hace un viaje con dos adolescentes. Trueba es un ejemplo de seriedad profesional e inteligencia en un mundo como el nuestro donde siempre tienes la sensación -sobre todo si ves la televisión o lees la prensa- de que hay muchos estúpidos o se lo hacen, cuando les interesa.



La vida no siempre nos proporciona momentos de felicidad; suelen ser pocos y escasos. Algunos, en soledad; otros, compartidos.
Luego vienen los desencuentros, los "yo no sabía que robabas millones de euros, cariño", "no aguanto a tu padre y sus aventuras africanas" o cosas parecidas.
No siempre hay felicidad plena ni perfección, enamorados.

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