viernes, 30 de agosto de 2019

UNA FOTOGRAFÍA


Me gusta la sencillez.
Esta película lo es.

Si alguien viera el trailer de Una fotografía pensaría de inmediato: una película romántica melosa y sentimental. Y un servidor diría: ¡Paso, tengo cosas mejores que ver!
Se equivocaría.
La historia, sí lo sé, no es muy original. Veamos. Es el clásico chico conoce a chica; con una abuela que quiere casar al chico. Él decide pedirle a la chica que se haga pasar por su novia. Por supuesto, se enamoran durante el proceso. Nada que no hayamos visto antes en Hollywood. Como estamos en la India y siguiendo los cánones de Bollywood, el chico es pobre y la chica es universitaria y pertenece a la clase alta; es decir, un amor imposible. Y los matrimonios son concertados dentro de la misma clase social, no lo olvidemos. Visto así, lo normal es que alguien me preguntara: ¿Y estás escribiendo una entrada por esto?


Ya lo he dicho al principio. Es sencilla. Y me gusta que lo sea.
Y la forma, es decir, el ritmo y el tono lo cambian todo. No deberíamos olvidarlo.
El director, Ritesh Batra -que ha trabajado en Estados Unidos y Gran Bretaña-, se decide por la contención.
En los actores -gestos mínimos, miradas; palabras, las justas; emociones, controladas-. Los personajes no irán más allá de cogerse de la mano, una cita en el cine y otra, en casa de él, donde -no se imaginen otra cosa- sólo comerán un kebab del puesto de la esquina. Es la India y sus personajes aceptan las reglas de juego: las sociales, por supuesto.
En la forma también aparece esa contención -planos fijos en los personajes, mientras la realidad se mueve a su alrededor; se elimina lo superfluo con ayuda de elipsis inteligentes; los diálogos son simples, nos cuentan sólo lo que es necesario para que los personajes evolucionen-.


Tampoco es una obra de autor; no se confundan. El humor busca al gran público; no se pretende una profunda crítica social al sistema de castas o contarnos un amor trágico. La música acompaña las emociones de los personajes. Y los actores son conocidos en Bollywood. Ahí, está claro, perdemos guiños cinéfilos que en la India sí comprenderán.
¿Y qué decir del final? Un acierto. Se evita lo que cualquier espectador esperaría. Deja a los personajes en un punto; han cambiado y lo saben. No hay un gran final. Y termina con un sencillo flashback.
Habrá a quien no le guste; en realidad, parece que no pase nada, pero es como la lluvia fina. Piensas que no te va a mojar, pero acabarás empapado.
No todos las películas deben transformarnos o cambiar el mundo; algunas se contentan con hacerlo más amable. Esta es una de ellas.
Y se agradece.

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