miércoles, 23 de marzo de 2016

EL TRIBUNAL



Hay películas que desaparecen enseguida de la cartelera porque no reciben la atención de los grandes medios. Una de ellas, me temo, será El tribunal de Chaitanya Tamhane.

El tribunal es una película peculiar.

Nos encontramos en la India. Tenemos ante nuestros ojos una cultura muy diferente a la nuestra y, sobre todo, una estructura legal en el que de manera sutil funciona un sistema de castas y un racismo despiadados. La justicia no existe, porque toda la sociedad es injusta. Y quien se rebela, quien protesta pacíficamente, se convierte en un enemigo y, por tanto, puede ser juzgado y condenado. Aquí se muestra con claridad para qué sirven en muchos países las leyes anti-terroristas. No para perseguir a los fanáticos, sino para condenar al silencio a la disidencia, a los que protestan contra el orden establecido.


Por otra parte, te sorprende desde el primer plano la sencillez y sobriedad formal de la obra. Hay un estilo y un joven director con talento. Su apuesta: planos fijos. Su objetivo: quiere observar la realidad.

La realidad de los personajes.


En primer lugar, la del profesor y cantautor-aedo-poeta, que acabará con sus huesos en la cárcel, rebelde impenitente hasta el final. A continuación, la vida cotidiana de su abogado, defensor de causas perdidas, solitario en su vida privada, consciente de su impotencia y, aún así, insiste en darse de cabezazos contra los falsos testigos, las pruebas dispuestas ad hoc, las leyes o la censura. Y la vida de la fiscal, madre de familia que quiere promocionarse y alcanzar un puesto de juez que le asegure un buen nivel económico, indiferente -como millones de personas- a la ética o a la justicia. Y el juez, disfrutando con los suyos, de los bienes y las riquezas que le permite su desahogada posición social.

Y la realidad de la India.

La vida cotidiana de estos personajes nos muestra una sociedad patriarcal, machista, xenófoba, clasista...

Y entre medias, las sesiones del juicio. Juicios que se alargan meses, años, con el acusado en la cárcel. Muchos morirán allí; otros, saldrán de ella tras años de condena injusta. La justicia o los mecanismos del poder judicial aparentan equidad; es falso. No puede funcionar ningún sistema judicial si la sociedad que hay detrás lo condena a la impotencia.

El tribunal como reflejo de una democracia inútil.

Tal vez se parece demasiado a las nuestras...





sábado, 19 de marzo de 2016

LA LEY DEL MERCADO: LA ÉTICA




La política. La palabra viene del término griego πόλις. La ciudad, el ciudadano.

El concepto de política ha quedado circunscrito en los últimos decenios al político profesional y los partidos e ideologías: su corrupción, intereses... Hemos olvidado que hacemos política, incluso con nuestra indiferencia. No somos inocentes. Nadie lo es.

Hay quien hace cine político, en el sentido más noble del término. Muestra la realidad, por supuesto, desde un punto de vista. Nada es objetivo; somos subjetivos, lo queramos o no.

El documental es una opción. Siempre lo ha sido, desde los primeros planos rodados por los hermanos Lumiere.

Kieslowski al que recordamos estos días, porque se ha cumplido hace poco veinte años de su muerte, empezó en el documental. Acabó en la ficción, consciente de que el documental no muestra toda la realidad, sólo una parte de ella.



La denuncia de la realidad y el deseo de cambiarla -una ilusión, tal vez- puede ser uno de los motivos que empujen a muchos hacia este género. Otros hermanos, los Dardenne, han alcanzado una calidad asombrosa en cada una de sus películas. Ellos también empezaron en el documental, pero cambiaron a la ficción, porque para ellos la realidad es el punto de partida y el punto de llegada.

En Dos días y una noche, su últíma película, el tema era el paro. O la supervivencia. Es un tema clave en toda su filmografía.



Lo es también en La ley del mercado. No es tan redonda como la de los Dardanne, pero la realidad de un parado, su vida social y privada aparecen ante nuestros ojos de manera muy digna.



En el final de ambas los dos personajes deben tomar una decisión ética.

¿Acepto las reglas del juego de este sistema capitalista y jodo la vida a los demás, protegiéndome a mí mismo? ¿O rompo la baraja, me aparto, sabiendo que eso significa que estaré de nuevo en el paro?
¿Me convierto en un elemento más del engranaje, disfrutando de una situación cómoda, aunque eso signifique olvidarme del sufrimiento de otros? ¿O decido ser libre, aunque eso suponga tener dificultades para llegar a fin de mes?

Todos, antes o después, tomamos una decisión parecida. Nadie es inocente.

Nuestros dos personajes son valientes. Apuestan por la libertad; son héroes, pero no sabemos lo que ocurre después. Mañana estarán solos; no habrá aplausos. Tendrán que seguir buscando trabajo y recibir portazos y desprecio. Los finales son abiertos, porque ahora no creemos en la política.

Sólo nos queda la ética y la humanidad.



lunes, 14 de marzo de 2016

ALMAS GEMELAS


Leyendo a Ann Mary Clark Bremer -por la recomendación de una amiga- me veo reflejado en un espejo.

No es la primera vez...

Era un niño.
Soñaba con viajar y revelar misterios ocultos. Agatha Christie, Conan Doyle y Julio Verne alimentaron mis primeros años. El viaje era una palabra mágica, la única posible.
Encerrado en mi habitación -la cárcel de mi infancia- devorando palabras y palabras, resguardado y protegido entre las páginas de los libros, sus personajes se convertían en mis almas gemelas.
Yo los acompañaba; era parte de ellos...

Mi adolescencia.
Nietzsche me hizo volar en pedazos. Arrasó con todo. Entonces murieron Dios y la fe. Sé que no volverán.
Mis padres dejaron de ser dioses.
Era la rebeldía y la pasión. La locura y el miedo. Un huracán que me atrapaba en sus redes y, al mismo tiempo, me obligaba a escapar y a huir, sin mirar lo que dejaba atrás...

No todo se quedó allí. Algunos miedos me acompañaron. Y aún me acompañan.

Con los años descubrí a Virgina Woolf.
Admiraba su estilo, pero aún más, esa sensibilidad suya, a flor de piel; sus palabras llegaban hasta lo más profundo de mí mismo.
Compartía emociones, desesperación, su fragilidad... El mundo se cuarteaba y la belleza se me escapaba de entre las manos...

Ovidio llegó en el momento adecuado. Empecé a aceptarme como soy. Empecé a aceptar a mis padres, a comprender su vulnerabilidad. La humanidad me salvó.
Y Ovidio era el autor ideal: el hombre que amaba la vida, ligero y tierno, lujurioso y picante, amable y pasional, encantador. Y también quise al Ovidio desterrado, que echa de menos desde Tomi, la Roma que ha perdido; el mundo que amó y al que nunca podrá volver.

Mis padres murieron. Los echaba de menos...

Modiano. Su París de juventud. El misterio de sus novelas es una excusa. Él vuelve a París para recuperar lo que tuvo, lo que ya no existe, lo que se fue.
Se nos escapan de las manos. Los muertos se alejan de nosotros. El tiempo, ese canalla, los hace eternos; y a nosotros no nos perdona.

Bremer es mi última alma gemela. Un estilo sencillo: una filigrana elegante, sobria, breve, contada en primera persona.
Habla de amores imposibles, frustrados por el destino, la muerte y el miedo.
La literatura es compañía, placer y refugio. Allí también encontramos a nuestras almas gemelas.

Bremer recuerda a sus muertos -padres, el tío, su gran amor, amores fugaces, -sombras del pasado: no puede alejarlos. No quiere separarse de ellos.

"¿En verdad éramos lo mismo, la misma "cosa", la misma carne, la misma derrota?

Soy ellos. Ellos. Yo.

miércoles, 9 de marzo de 2016

LA MIRADA: AMÉLIE NOTHOMB, MIA MADRE, CAROL


Estoy en el vagón de metro. Abro el libro de Amélie Nothomb, Metafísica de los tubos. 
Leo estas palabras:

¿Qué es la mirada? Ninguna palabra puede aproximarse a su esencia. Y, sin embargo, la mirada existe... ¿Cuál es la diferencia entre los ojos que poseen una mirada y los ojos que no la poseen? Esta diferencia tiene un nombre: la vida. La vida comienza donde empieza la mirada...

Llego a la cola del cine. Me decido por Mia madre. 


Es la historia de una madre que se muere poco a poco. Sus dos hijos van preparándose para lo inevitable que, por supuesto, al final, llega...
La nieta se ha despertado; se encuentra en la cama. Escucha por teléfono la noticia: su abuela ha muerto. Yo también escuché en la cama, a oscuras, cómo mi madre recibía la noticia de la muerte de Rosa, mi tía-abuela...
El cadáver de la madre está tendido en la cama. Sus ojos están cerrados. Yo cerré los ojos de mi madre.

...los ojos que no poseen una mirada... 

Su vida terminó donde terminó su mirada...

Mi recuerdo le conserva la existencia...

La hija sueña con la madre.
Le pregunta: ¿En qué estás pensando? En que stai pensando? La madre le responde: En el futuro...
En la mirada de la hija hay miedo.
El futuro a veces nos produce estupor y temblores...

                                                             _______________

Raúl ha comprado las entradas para Carol de Todd Haynes, adaptación de una novela de Patricia Highsmith.




Dos mujeres, una joven y otra madura, se enamoran en el Nueva York de los años 50.

Se separan.

Las cosas cambian. Nadie tiene la culpa...

Unos meses después hay una posibilidad de reconciliación. La mujer madura es independiente; la mujer joven, también. Podrían vivir juntas. La mujer joven duda durante unas horas; al final, se decide.

Busca a la mujer madura en un restaurante. La encuentra; está al fondo, sentada a una mesa con algunos amigos. La mujer joven camina hacia la mesa.

Sus miradas se cruzan.
Un instante, detenido en el tiempo como una fotografía: la eternidad es posible.

Los ojos de ambas poseen una mirada: están vivas...

Un futuro lleno de temblores.
Su vida comienza con esta mirada...