lunes, 14 de marzo de 2016

ALMAS GEMELAS


Leyendo a Ann Mary Clark Bremer -por la recomendación de una amiga- me veo reflejado en un espejo.

No es la primera vez...

Era un niño.
Soñaba con viajar y revelar misterios ocultos. Agatha Christie, Conan Doyle y Julio Verne alimentaron mis primeros años. El viaje era una palabra mágica, la única posible.
Encerrado en mi habitación -la cárcel de mi infancia- devorando palabras y palabras, resguardado y protegido entre las páginas de los libros, sus personajes se convertían en mis almas gemelas.
Yo los acompañaba; era parte de ellos...

Mi adolescencia.
Nietzsche me hizo volar en pedazos. Arrasó con todo. Entonces murieron Dios y la fe. Sé que no volverán.
Mis padres dejaron de ser dioses.
Era la rebeldía y la pasión. La locura y el miedo. Un huracán que me atrapaba en sus redes y, al mismo tiempo, me obligaba a escapar y a huir, sin mirar lo que dejaba atrás...

No todo se quedó allí. Algunos miedos me acompañaron. Y aún me acompañan.

Con los años descubrí a Virgina Woolf.
Admiraba su estilo, pero aún más, esa sensibilidad suya, a flor de piel; sus palabras llegaban hasta lo más profundo de mí mismo.
Compartía emociones, desesperación, su fragilidad... El mundo se cuarteaba y la belleza se me escapaba de entre las manos...

Ovidio llegó en el momento adecuado. Empecé a aceptarme como soy. Empecé a aceptar a mis padres, a comprender su vulnerabilidad. La humanidad me salvó.
Y Ovidio era el autor ideal: el hombre que amaba la vida, ligero y tierno, lujurioso y picante, amable y pasional, encantador. Y también quise al Ovidio desterrado, que echa de menos desde Tomi, la Roma que ha perdido; el mundo que amó y al que nunca podrá volver.

Mis padres murieron. Los echaba de menos...

Modiano. Su París de juventud. El misterio de sus novelas es una excusa. Él vuelve a París para recuperar lo que tuvo, lo que ya no existe, lo que se fue.
Se nos escapan de las manos. Los muertos se alejan de nosotros. El tiempo, ese canalla, los hace eternos; y a nosotros no nos perdona.

Bremer es mi última alma gemela. Un estilo sencillo: una filigrana elegante, sobria, breve, contada en primera persona.
Habla de amores imposibles, frustrados por el destino, la muerte y el miedo.
La literatura es compañía, placer y refugio. Allí también encontramos a nuestras almas gemelas.

Bremer recuerda a sus muertos -padres, el tío, su gran amor, amores fugaces, -sombras del pasado: no puede alejarlos. No quiere separarse de ellos.

"¿En verdad éramos lo mismo, la misma "cosa", la misma carne, la misma derrota?

Soy ellos. Ellos. Yo.

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