viernes, 25 de noviembre de 2016

LA FAMILIA


Este año en Cannes hubo dos películas rumanas de calidad. 
No creo que sea casualidad que las dos tengan como tema central el de la familia. Y que de refilón aparezca la crítica a una sociedad enferma. 

En Los exámenes, Bacalaureat en el original, unos exámenes finales de bachillerato le sirven a Mungiu para hablar de las relaciones de pareja, del modelo competitivo, de la honradez, de la corrupción, de las mentiras, de la obsesión de los padres por conseguir que sus hijos tengan más oportunidades que ellos, de la frustración y, sobre todo, del eterno conflicto entre padres e hijos: los padres deben enseñar a sus hijos a tener recursos para sobrevivir por sí mismos y luego, dejarles volar. El punto de vista en este caso es el paterno. 



En SieraNevada el tono es distinto. Hay más humor. El punto de vista es otro: el del hijo. El padre ha muerto hace cuarenta días. Toda la familia se reúne para recordarlo. Lo que es un rito social y religioso se convierte de la mano de Cristi Puiu en un reflejo de todas las contradicciones de esa institución que es un refugio necesario y tantas veces puede llegar a ser como una china en el zapato. O peor. Ríes la mayor parte del metraje, pero bajo esa capa de humor absurdo late la frustración latente, el engaño, las mentiras para protegerse los unos a los otros.

Hay un elemento más evidente en Los exámenes que en SieraNevada. La sociedad lejos de la familia es fría, hipócrita, a veces cruel. Es como si en Rumanía -y no sólo allí- sólo los tuyos pudieran protegerte. No vale la religión ni el dinero ni las influencias. El resto intenta sobrevivir y mirará a otro lado, cuando necesites su ayuda, a no ser que tengas deudas pendientes con ellos. Y te traicionarán cuando les interese.

O dicho de otra manera, sólo podemos encontrar amparo o abrigo al individualismo y al capitalismo feroz y despiadado de nuestra sociedad occidental en los de nuestra sangre, en el entorno familiar. 

No nos queda otra cosa. En el fondo, es una conclusión descorazonadora. 
O tal vez no. Estamos ante una paradoja. Quizá sólo la familia que engendra las mayores angustias y temores nos salve y nos proteja al final de nuestras peores pesadillas. 



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