martes, 25 de octubre de 2011

DESAYUNO CON DIAMANTES

Nueva York a primera hora de mañana. Suena la música de Mancini. Una chica joven –Audrey Hepburn- baja de un taxi. Las calles están vacías. Lleva un vestido negro, elegante y un collar de perlas que no es suyo; se nota que ha estado toda la noche de fiesta en fiesta. Se acerca a un escaparate: es el de Tiffany`s. Su intención es contemplar unas joyas carísimas mientras – ¡sorpresa! - saca de una bolsa de papel un cruasán y un café como si tal cosa. Sólo con ese comienzo valdría la pena esta película.





Se cumplen cincuenta años de su estreno. Está basado en un relato corto de Truman Capote. El autor hubiera deseado que lo interpretara Marilyn Monroe; hubiera sido, sin duda, una película muy diferente. La historia de Capote es la de una prostituta y el tono de la obrita tiene muy mala leche cuando refleja el ambiente en el que él mismo se movía como pez en el agua, pero la adaptación cinematográfica es bien diferente; Blake Edwards traiciona a Capote. Y hace muy bien… Blake Edwards es uno de los grandes directores de comedia; en la escena del robo en una tienda de todo a cien o el de la fiesta hay dos buenos ejemplos de gran comedia que tendrá una de sus mejores expresiones en otra de sus películas, “El guateque”.


FIESTA HOLLY I
FIESTA HOLLY II
¿Y cuál es la traición? Elegir a Audrey Hepburn, por supuesto, lo cambia todo. Convierte una historia sórdida e irónica en una tragedia personal con retazos cómicos geniales; es la vida de un personaje que despierta ternura, que vive en un mundo irreal y fantasioso que no quiere abandonar. ¿Quién no recuerda “sus días rojos”? ¿Quién no los ha tenido? Y el final feliz, por supuesto. Deseamos esos finales felices, aunque no los tengamos, con gato incluido.





Para comprender porque sigue siendo una gran película por la que no pasa el tiempo, no hay más que ver uno de los momentos más mágicos del cine: Audrey cantando Moon River. La quisieron doblar, pero, afortunadamente, no lo hicieron. Siempre que la veo –y la he visto cientos de veces-, me emociono. Sólo un rostro y una canción y unos planos bien elegidos. Sencillo. Lo mejor de la vida casi siempre es así.


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