En noviembre de 1995 en Río Tercero, Córdoba, Argentina, estalló una fábrica militar, que se encontraba muy cerca de la población. Siete muertos y centenares de heridos.
Por entonces Natalia Garayalde tenía doce años. Cogió la cámara de su padre y comenzó a grabar. En principio era un juego... hasta que dejó de serlo.
Años después recuperó las cintas grabadas por su padre y ella misma y las ha convertido en un documento que va mucho más allá de la denuncia política.
Si bien es cierto que Menem y otros muchos a su alrededor -entre ellos, la propia judicatura- ocultaron que fue consecuencia de un negocio turbio en el que estaban implicados, detrás de este telón de fondo hay una historia familiar que, pasados los años, dejó una herida sin curar.
El mundo ideal de la infancia se cerró tras esta tragedia. Las muertes familiares, el cáncer, las mentiras oficiales, la pérdida de la inocencia.
Lo cuenta con sobriedad, sin sentimentalismos, aunque en esta historia haya emociones íntimas y dolorosas. Pérdidas y ausencias, narradas con sencillez.
En La primera noche, un niño entra en el metro, siguiendo a una niña, y se queda allí hasta que amanece. Música de Delerue, sutil, delicada: un abrazo en medio de la noche. Dirigido por Franju: una mirada tierna.
Historia que contiene en escasos veinte minutos toda la magia de la infancia: el descubrimiento, la ingenuidad, los sueños. Pero la mirada es la de un adulto, consciente de que siempre sentiremos una frustración inmensa, cuando nos hagamos mayores; que perderemos lo que deseamos, aunque nos esforcemos en apretarlo y agarrarlo desesperadamente entre los dedos; que la tristeza y la nostalgia irán dejando esquirlas en el cuerpo.
Y no podremos evitarlo.
Y, aún así, siempre nos quedará ese momento, ese tiempo utópico, en que el mundo era perfecto, o eso pensábamos...
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