Película independiente, pero, además, con posibilidades: una actriz como Carroll Baker, un creativo, -así lo llamaríamos ahora; en realidad, fue un artista-, Saul Bass, el músico Copland o un gran director de fotografía, Jack Garfein.
La historia es sencilla. Una mujer sufre una violación -descrita con una sencillez y sequedad brutal-.
Es difícil olvidar no tanto la escena de la violación, sino sus repercusiones, contadas de manera muy simple; su soledad en la habitación, en el baño, en el banco de un parque, paseando por las calles de la ciudad. Dejan una huella profunda en el espectador, sin necesidad de exagerar, sobrio, sin remarcar; simplemente, mostrando detalles, gestos, miradas, silencios, sin palabras...
Ese hecho provoca un cambio; le hace replantearse todo. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Y la cambia por completo; aunque no sabe muy bien cómo hacerlo.
Otra directora, Ida Lupino, una década antes, había mostrado también las consecuencias de una violación en Outrage, Ultraje, en una sociedad que las dejaba completamente apartadas, sin ayuda, marcadas. No hace falta decir que todavía hoy existen marcas de ese tipo, aunque sean más sutiles.
Era un primer intento, interesante a veces, -sobre todo, cuando se esfuerza, desde un punto de vista femenino, en comprender la necesidad que siente cualquier mujer que ha sufrido esa violencia tan terrible de huir y aislarse-; observada por unos, juzgada por otros -no hizo lo suficiente-, compadecida por los más cercanos; atormentada, porque ya no puede sentir ni confiar en una relación de pareja tradicional, en la que el sexo se convierte en algo sucio y despreciable. Sin embargo es más convencional en el planteamiento y, sobre todo, en su desenlace.
La gran aportación de esta película, dirigida por un autor teatral, es cómo muestra la vida cotidiana de una gran ciudad, Nueva York, y el vacío interior y material que pueden sentir muchos de sus habitantes.
Es la indagación psicológica de un personaje femenino, pero, también, sobre todo, el reflejo de una crisis existencial, no sólo de la mujer, en unos tiempos en los que el feminismo, tal como lo entendemos, empezaba a consolidarse en la sociedad occidental, sino de la soledad que sienten gran parte de sus ciudadanos, sean hombres o mujeres, devorados en estas grandes megalópolis, por su ruido e indiferencia.
Sólo con los títulos de crédito de Saul Bass bastaría para que esta película fuera recordada. Y en ellos hay un reflejo de esto último.
Vale la pena que los disfrutéis, si habéis leído hasta aquí estas líneas.
En resumen, una película desconocida que merece revisitarse, a pesar de alguna parte menos consistente -el personaje de la madre y el de un hombre que acabará influyendo en la vida de la protagonista más de lo que parece, cuando le conoce en circunstancias muy dramáticas... -.
Y, con todo, esos personajes secundarios son mucho más interesantes, peculiares, sorprendentes de lo que pueda parecer a simple vista.
Something wild...
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