martes, 19 de noviembre de 2019

CHANTAL AKERMANN Y PINA BAUSCH: LA DESESPERACION Y EL DESEO DE LOS CUERPOS


Chantal Akerman rodó un documental sobre Pina Bausch en los años 80 tras estrenar un musical, Golden eighties, precisamente: rareza en la filmografiia de Akerman. La acompañó durante cinco semanas en una gira.


No creo que sea casualidad. Tampoco que ambas hayan sido redescubiertas en la segunda década del siglo XXI, tras sus muertes.
Hay en Akerman desde sus comienzos en los años 70 una constante: la presencia del cuerpo, elemento indispensable de su narrativa. Cuerpos que se encuentran y se separan; y junto a ellos, la desesperación, como si fueran conscientes de su finitud y soledad.  Lo veo en gran parte de sus películas. Nuit et jour es un buen ejemplo.


Akerman es más compleja, sin duda. Hay un feminismo vivido intensamente, presente, distante, independiente, mezclado con unas ansias de libertad que van más allá de las limitaciones sociales y, además, un encuentro con el espacio, el de la casa, cerrado, opresivo - como en La-bas donde el exilio es interior, el pasado que se recupera no ofrece más alternativa que la decepción-


o liberador en el de la ciudad o en la naturaleza - el desierto, el mar-, reflejado con la cámara en forma de documental; un espacio en el que los personajes, sean protagonistas o no, bailan, se encuentran y se pierden. Las elipsis construyen una narrativa muy personal. El tiempo y el espacio se dilatan. Adquieren una nueva dimensión.
Chantal se suicidó en el 2015, unos meses después de la muerte de su madre, otro de sus temas recurrentes. Muy presente en News from home, donde la lectura de las cartas de su progenitora tiene como único fondo visual las calles y el metro de Nueva York, sus gentes, su entorno. El final es todo un homenaje a una de sus ciudades, entre las que están también, por supuesto, Bruselas o París.


En su última película había documentado con una sinceridad brutal el deterioro mental y físico de su madre. El final de su filmografia: el plano secuencia de un espacio vacío, el interior de una casa. Antes hemos visto un cuerpo que se muere; una mente, vacía de recuerdos. Los que hemos ido escuchando a lo largo del metraje y que adquieren todo su sentido con ese último plano.


En la filmoteca  de Madrid tenemos la oportunidad de ver toda su filmografia en noviembre y diciembre.
Como Pina Bausch estuvo experimentando, buscando, reinterpretandose a sí misma constantemente. Y ambas nos han dejado una huella y una herencia de la que muchos no somos conscientes. Pero está ahí. Con nosotros. Dentro de nosotros.

jueves, 7 de noviembre de 2019

CUANDO DESCUBRÍ QUÉ SIGNIFICA LEER


Tendría ocho, diez años quizá.
Mi madre se acababa de apuntar al Círculo de Lectores.
Creo que entonces comprar libros, leerlos, -aunque, como sucedía con mi madre, no hubieras terminado más que la educación primaria y te pusieras a trabajar enseguida-, significaba otra cosa.
Era una manera de promoción social. Pertenecer a la nueva clase media con todas las de la ley, -a pesar de que fueras, como ella, una currante que estaba fuera de casa todo el día-, no te lo daba sólo el tener dinero. También necesitabas la cultura para alcanzar ese estatus.
En fin, los tiempos han cambiado, me parece.

Por eso en mi barrio, en mi ciudad, que era Móstoles, durante los años ochenta, la generación de nuestros padres tenía en las estanterías diccionarios y enciclopedias que no leían; libros que sólo servían de telón, meramente decorativos.
Mi madre, es cierto, no era una gran lectora, pero intentaba y se esforzaba en ampliar su escasa cultura. Y nos facilitaba que nosotros la adquiriéramos. A pesar de que cometía muchos errores al escribir cualquier nota o una carta, le agradaba leer, aunque fuera a ratos. Era curiosa; no se conformaba con quedarse parada, sin hacer nada, como si sucedía, en cambio, con mi padre. Por eso, se sacó el carné de conducir o se divorció, entre otras cosas. Y también, por supuesto, leía.
Cuando fui creciendo le pedía otros libros, libros que ella nunca hojearía. Obras de Borges, Nietzsche, Virginia Woolf, James Joyce, Dostoievski, Ray Bradbury...
Cuando crecí llegamos a un acuerdo. Al venir el señor del Círculo de Lectores con la revista -creo que sucedía cada tres meses; era un hombre de mediana edad, rondaría los cuarenta, cincuenta años-, yo podría elegir uno o dos libros que no fueran muy caros. Asi que, cuando tenía la revista entre mis manos, por supuesto -lo recuerdo como si estuviera allí mismo, en la cocina o en la mesa de mi habitación-, me sentía transportado. Era un momento mágico que disfrutaba como pocas cosas a lo largo de mi vida. Todo era posible. Tenía delante de mí el mundo entero. Podría asegurar, incluso, que me sentía feliz. Lo difícil era descartar la cantidad de maravillas que encontraba entre sus páginas. Los que tenían una portada atractiva te atrapaban. A veces mi madre me regalaba alguno de estos, fuera por mi cumpleaños, o en Navidad, para Reyes.
Y al llegar, tras una espera intensa y nerviosa de días, los tenía, por fin, entre mis manos, y, es curioso, recuerdo que me encantaba su tacto. Antes de leerlos, necesitaba tocarlos. Y olerlos.
He releído muchos de ellos a lo largo de mi vida. Aún los tengo en casa. Todavía forman parte de mí.
Dicen que Círculo de Lectores desaparece. Los tiempos han cambiado, sin duda.
Sin embargo, no olvido que sin esa editorial nunca hubiera sentido la lectura ni la escritura como la siento.
Ha sido mi gran historia de amor. La amaré hasta que deje de respirar.
Gracias, mamá, por apuntarte a Círculo de Lectores. Nunca te lo agradecí. Lo sé; es demasiado tarde, lo siento.
Ahora, lo hago, con todas las letras que me enseñaste a amar.
Gracias.
Y gracias a Círculo de Lectores por darnos espíritu crítico y abrirnos a mundos a los que sólo podemos llegar con la imaginación.
Gracias.

LA DEMOCRACIA


"Y si todos los partidos son opuestos a tus ideales? Por ejemplo, si eres anarquista... O porque no crees en este modelo democrático que te venden cada cierto tiempo, cuando vas a votar lo que quieren que votes, es decir, a unos farsantes... Yo no votaré. Ya no me engañarán más. El problema es el sistema, un sistema democrático dirigido y controlado, muy deslegitimado y cada vez más autoritario. Como decía alguno... Si votar valiera para algo, sería delito. Como sucedió el 1 de octubre en tierras catalanas, en parte. Eso sí, todo el respeto a quienes creéis que votar a unos partidos sirve de algo. La democracia es otra cosa para mí. Puedo estar equivocado, pero no me dejan otra opción. Al menos, por el momento..."

Acabo de escribir esto en facebook. Me parece que resume bien mi posición. Era la respuesta a un "Ningún partido me representa del todo, pero si existen opuestos a mis ideales; así que deberías votar".

Hace seis meses mucha gente votó por miedo o rechazo a Vox. Entendí la reacción, pero, como se demostró más adelante, el PSOE, sobre todo, nos ha aclarado, por si existía alguna duda, que el problema no es Vox ni la extrema derecha; el problema son todos ellos. El problema no es el dedo, sino el lugar que señala... 

Soy educador. O profesor de secundaria. Incluso estando en un buen centro -y creo que este año estoy en uno muy bien organizado y que funciona, bien integrado en el barrio-, tengo la sensación de que el esfuerzo que dedicamos a enseñarles -no sólo conocimientos, sino valores- está condenado al fracaso. Y además siempre he pensado que, en el fondo, los centros escolares -por lo menos, hasta que cumplen 16 años- son una especie de cárceles, más o menos suavizadas. 
El sistema -que muchas veces no ofrece opciones de salida en barrios complicados- les mantiene encerrados con sus hormonas, sus conflictos, sus grandes o pequeñas tragedias en espacios cuya función principal -no nos engañemos- es prepararles para otras "cárceles", sean laborales o sociales. 
Y ahí estamos los profesores, hablando con ellos, intentando marcar unos límites, una convivencia, agotándonos y de vez en cuando consiguiendo -aunque esto no lo sabrás o lo sabrás dentro de mucho tiempo- que algunos no sean carne de cañon. No acaben en la cárcel -en el peor de los casos- o explotados por una multinacional o adoctrinados y manipulados. Que sean críticos con el mundo que les ha tocado vivir. Y siendo muy optimistas, que tal vez, cuando tengan tus años, sean capaces de cambiarlo. 

Sí, al final, me parece más importante el trabajo diario que hacemos todos los días en nuestro trabajo que votar cada seis meses o cada cuatro años a unos farsantes. 

La democracia quizá sea eso. Está en las calles cuando sales a protestar; está en espacios donde conoces al tipo al que votas o eliges y sus intereses; no en el sitio que cuando votas, en realidad apoyas, sin saberlo o mirando a otro lado, a una empresa o a un medio de comunicación. Está en los lugares donde trabajas... 

No votaré el 10N. Eso no es democracia. 

Hay otra democracia, es decir, donde, ateniéndome a la etimología griega- el pueblo pueda tener capacidad de decisión, tenga el poder. 
Y en esa siempre creeré, aunque sea tan difícil sacarla a la luz o distinguirla entre tanta podredumbre.