domingo, 26 de mayo de 2019

ASSUMPTA


Al final de la rambla de Poble Nou, antes de llegar al paseo marítimo, -ese que levantaron para el 92 y cambió Barcelona, para lo bueno y para lo malo; en el que te cruzas con extranjeros dispuestos a emborracharse o pasas por delante de negocios que son ejemplos de un turismo cada vez más masificado e impersonal-, allí, en el lugar en el que menos lo esperarías, te encuentras de repente con una casa antigua de dos plantas, cuidada con mimo.


A su alrededor, edificios altos, rascacielos en comparación. Es una superviviente.


Ese edificio esconde una historia. Como todos, si nos paramos y preguntamos a los hombres y mujeres que viven y vivieron allí.
Puedes aún encontrarte, si tienes tiempo, junto a la puerta, a una anciana de 90 años. Es su propietaria. Dispuesta a contarte esa historia. Y te la cuenta, porque la historia de la casa es también la de su propia vida.
Aunque nació en el 32 -"en el antiguo carrer mayor-, en el 36 sus padres ya se vinieron a vivir aquí. La segunda planta la levantó su progenitor; después él mismo tuvo que irse a la guerra.
Si sigues atento a sus palabras, te dice, con un ligero temblor, que su abuelo murió en otra parte de la casa; esa habitación desapareció, cuando ampliaron la rambla. Sin embargo, cuando te lo cuenta, tienes la sensación de que en su memoria aún se encuentra en pie. O que esta casa estaba rodeada de un huerto; que tenían un caballo; que construyeron casitas provisionales a su lado, después de la guerra y duraron más de treinta años. Y luego, en los años 50 alzaron las moles que la rodean. Sólo ha quedado la suya.
Si continúas escuchando te da su opinión sobre el desastre a donde nos dirigimos -"antes uno se podía bañar en el mar; ahora, no sé cómo se meten allí con toda la basura que hay"-, las guerras -"¿por qué la guerra? Y la nuestra sólo fueron dos años; ¿cómo puede haber algunas que duran diez o quince?- los alimentos ecológicos -"ni siquiera te libras; si la tierra está envenenada, también esos alimentos lo estarán"...
Y concluye, antes de despedirse y cerrar la puerta.
"No podría vivir en un apartamento... me ahogaría... Aquí, sólo con salir a la puerta, ya hablo con quien quiera, como con vosotros..."
Es una mujer amable; te regala su memoria, su testimonio, su simpatía, su inteligencia, su coraje. Vale la pena detenerse un rato y, simplemente, escucharla...

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