Esta semana los medios de comunicación han decidido contarnos su realidad. Que en Venezuela hay un tirano; hay que apoyar a una derecha venezolana, la que Trump ha elegido para llevar la "democracia" al país latinoamericano. Por otro lado, que todos somos muy solidarios, intentando salvar a un niño, que sabíamos que estaba muerto desde hacía mucho tiempo.
He pensado en esta gran película de Billy Wilder.
Un minero queda atrapado en un pozo. Nadie se interesa mucho por su rescate hasta que un periodista empieza a convertirlo en un espectáculo. Su objetivo: ganar dinero. A su alrededor se monta un gran negocio: dinero a espuertas para muchos. Al final, el minero muere. La gente llora y se marcha. Los medios buscan carnaza en otro lugar.
Eso ha sido el caso de Julen. Un gran espectáculo para que no miremos a otro lado. Hay gente, otros niños, que mueren todos los días en el Mediterráneo. ¿Dónde están los medios para ver cómo se ahogan? ¿Por qué no salen barcos en su busca o se impide que zarpen? En Palestina hay gente, niños, a quien les están quitando todo, su casa, sus padres, su libertad, hoy mismo. ¿Dónde están los medios para denunciarlo?
Y sobre Venezuela me venía a la mente Tucídides. Es un historiador griego del siglo V a. C. Cuando comienza su obra Guerra del Peloponeso nos dice que va a hablar no sólo de las justificaciones de los dos bandos, sino de las causas reales del conflicto, lo que él llama, ἀιτίαι. Toda la basura mediática que nos ha llegado en estos días no hace más que ocultar la razón verdadera del problema: el petróleo. Lo demás, la panoplia de palabras que se repiten hasta la saciedad -democracia, pobreza, justicia, derechos humanos, unidad- son conceptos vacíos y manipulados que los medios, los políticos y las empresas usan para proteger sus propios intereses. Ni más ni menos.
Con el juicio a los políticos catalanes en febrero pasará lo mismo. Y con tantos otros temas.
Ya hace mucho que no creo en los grandes medios. Sus intereses no coinciden con los míos. Nunca lo harán. Ya no me engañan.
Pero todos somos hipócritas. Yo, el primero. No siempre la verdad es cómoda y amable.
La verdad está en otro lugar. Y hay que buscarla, porque sin la verdad, no podremos construir nada nuevo y estaremos condenados a repetir una y otra vez este gran carnaval y acabaremos destruyéndonos a nosotros mismos.
Me pregunto si seremos capaces de encontrarla... O preferiremos vivir con nuestras mentiras, en una realidad virtual a la medida, aunque a veces el dolor y la angustia, en medio de la noche, nos recuerde que hay asuntos sin resolver, que ocultamos, que no afrontamos. Y que nos pasarán factura.
Jonas Mekas, fallecido hace poco a los 96 años, aunque aseguraba que tenía 27, director de cine underground, en una entrevista reciente dijo:
"Es como esa cita de Dostoievski: vivimos para esos momentos en que dos personas se conocen y congenian. En el fondo, la vida consiste en esos momentos".
Quizá ahí esté la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario