domingo, 22 de junio de 2025

EL SILENCIO DE UNA REDONDA

 

El chillido agudo de un niño que rompe en miles de trozos afilados el tímpano. Duele. Reverbera en la piel este grito que hiere. La trama no me interesa; los detalles me ciegan.

Otro niño ha pelado a medias la cáscara de un plátano. En la otra mano sostiene un camión de bomberos rojo. El mismo rojo de su camiseta. Sin embargo, el plátano tiene una errata: un punto negro. Lo mira un par de veces; duda. No sabe si continuar masticándolo. El blanco del resto lo desconcierta. 

Una mujer deja en los asientos notas con fondo amarillo y letras negras: "Dos niños, un bebe, sin trabajo, vendo clínex, ¡ayúdame en lo que puedas!". Do, re, mi, fa, sol... 

Tengo en las manos un documento de propiedad. Giran y giran palabras escuchadas: registro, contrato, gestoría, Hacienda, arras, venta. Me escabullo entre los huecos de las palabras. 

El niño ha tomado una decisión; gira el plátano. No quiere verlo, devora el punto negro. Su sabor es diferente. El punto negro ya no existe. 

La mujer recoge las notas. Gracias, repite una y otra vez, gracias, gracias, gracias. 

El corazón se encoge de repente; gime a bocanadas. 

Olor a tierra mojada, lluvia fresca de verano. Puedes ver por la ventanilla del tren el perfil urbano de Madrid. Líneas que se bifurcan quiebran la monotonía. Las chicharras gritan. El cielo, cubierto de nubes oscuras, pospone el calor asfixiante. El silencio de una redonda no es cuadrado.

El hombre joven, de color, solitario, callado, ese que vive en una tienda de campaña en mi calle desde hace meses, se ha echado en un banco. Su sombra es una línea perfecta. 

No me saluda. No lo saludo. 

viernes, 20 de junio de 2025

CARTA A UN/A ALUMNO/A

 

Estimado/a A.:

Vivimos en un mundo donde las palabras han perdido su significado. Tucídides decía en su obra Historia de la guerra del Peloponeso que "los hombres cambiaron incluso, para justificarse, el ordinario valor de las palabras...".

Así, bombardear a población civil o incrementar gasto militar lo denominan paz -si vis pacem, para bellum, dirían los latinos-; éxito es acumular dinero o alcanzar tus objetivos, sin que importe qué hayas aprendido o los medios de los que te has servido; una entrada en Instagram lo llaman conocimiento.

Necesitamos las palabras, A. Y necesitamos comunicarlas y que perduren. Hemos escritos miles y miles de palabras; sobre papiros y pergaminos, en papel y piedra, bronce o plomo, sobre madera o cerámica, arcilla, seda o bambú: nombres escritos en la arena de una playa o sobre el agua. La imprenta revolucionó el conocimiento; los píxeles nos llevan a donde nadie pensó que llegaríamos. Y, sin embargo, ¿de qué nos sirve si las palabras dejan de tener sentido, si se prostituyen o, ni siquiera las utilizamos, porque no interesa ni la paz ni el conocimiento ni lo que es inútil ni lo que no sirva a nuestros intereses más crematísticos o cortoplacistas. 


Voy a hacer un canto a la curiosidad: absurdo, inconveniente, inapropiado, anacrónico...

ΜΗΝΙΝ ΑΕΙΔΕ ΘΕΑ...

Sin curiosidad no hay aprendizaje. Es el punto de partida. ¡Bien lo sabían los filósofos presocráticos! "Todos los hombres por naturaleza desean saber", dijo Aristóteles. 

Curiosidad viene del latín cura, que significa "preocuparse por algo, tener atención". Περιέργεια es el concepto griego para curiosidad; es decir, "actuar alrededor de algo". Así que curiosear sería mirar el mundo e influir en él, mientras te va transformando. ¿No te parece, A., una manera mucho mejor de descubrir el mundo? ¡Ojalá la mantengas y acrecientes!

Olalla en su obra Palabras del Egeo, mientras espera la llegada de su hijo a una pequeña isla griega, Kímolos, escribe una larga carta donde recoge palabras griegas, mediterráneas, porque quiere desvelar, revelar nuestra Historia, porque quiere contarnos, como hizo Heródoto en el siglo V a. C., miles de historias. 

"Háblame, Musa, de ese hombre... " cantó un aedo hace miles de años.


Somos seres con memoria. Sin palabras no hay memoria. Sin memoria solo seremos cáscaras vacías. Necesitamos contar historias.

Estudiar debería ser una pasión, un afán, un empeño, un afecto. De ti depende, A., que lo sea.

Te deseo unas buenas vacaciones, muchos viajes, grandes lecturas; tranquilidad o experiencias fascinantes e intensas, compartidas o en soledad.

Cura ut valeas, A.! Χαιρε!

¡Cuida que estés bien!, dirían los antiguos. 

domingo, 8 de junio de 2025

EL VIENTO SOPLA DONDE QUIERE

 

Siento una especial cercanía hacia Jonás Trueba. Ternura, podría afirmar, si no me pareciera algo irrespetuoso. Por eso, tal vez sus debilidades me irritan más. Es como si esperara que este hombre fuera un ser perfecto. No lo es, y eso le hace más atractivo. Me contradigo, sin duda. Es como esas películas de las que habla en sus comentarios, seleccionados de su blog El viento sopla donde quiere: películas enfermas, como las llamaba Truffaut, uno de sus referentes. Son películas que tienen muchos fallos, pero dejan una huella mucho mayor que las técnicamente inmaculadas.

Así que empezaré por las debilidades de Jonás Trueba, que, tal vez, son las mías, reflejadas en un espejo. Son pequeñeces, pero describen un carácter. Critica la dictadura de Cuba y a Fidel Castro, pero, en cambio, no hace lo mismo cuando menciona a Felipe VI y Leticia. Tampoco le voy a pedir que sea un nuevo Pasolini, pero, al menos, podría ser más crítico. Nunca le vería implicándose en política -mucho menos en la nacional-, porque eso tal vez supondría enemistarse con amigos. Y esto, lo admito, podría verlo como una virtud. Es discreto; así que su crítica nunca llegará a buscar el enfrentamiento; lo rehuye y lo evita. Intuye que eso le daría dolores de cabeza innecesarios. Podría mencionar algunas reflexiones sobre películas que contradicen su visión -muy parecida a la mía-, pero somos seres contradictorios. Las admito, porque todos tenemos "perversiones", que no nos atreveríamos a admitir en público. En realidad, lo peor y lo mejor de Jonás Trueba estuvo en su intento de entender la adolescencia, Quien lo impide, un documental que mostraba un mundo que le apasiona, pero sin profundizar del todo, sin arriesgarse a hacer daño, herir o provocar; solo quería que los adolescentes hablaran de sí mismos, pero, curiosamente, hablando de sí mismos, asumieron un discurso convencional. Hubiera querido más rebeldía, que sangrara y tocara heridas que dolieran. Ese nunca será Jonás Trueba y esa es su mayor virtud y su mayor defecto.

¡Son nimiedades! Sí, lo son. O tal vez no. Eso dependerá de qué camino escoja en los próximos años. Esos detalles que nos hacen como somos. Son los que siempre me irritarán en Jonás; los mismos que me lo harán tan cercano.

Esto que acabo de escribir solo representa una ínfima parte de sus reflexiones sobre el cine. El resto lo comparto plenamente. Su pasión por Mekas o Rohmer, por el cine independiente, experimental que busca alejarse de los canales de producción en masa, que vive el presente, curioso, mirando al infinito. Y no solo hablo del respeto y admiración por los clásicos; y aquí tenemos que incluir a Tarkovski y los representantes de la Nouvelle Vague y a Chaplin y a Wilder. O experiencias diferentes como la de Laxe, Hong Sang-soo, Jarmusch. Y tantos otros; algunos grandes desconocidos. 

En su tramo final expone la necesidad de que el cine pueda llegar a las aulas de manera diferente, que transforme nuestra mirada. Cine en curso es un proyecto en el que ha participado y sería muy interesante que llegara a más sitios. 

CINE EN CURSO

Sobre todo ha logrado implantarse en Cataluña. Sin embargo, quienes llegan a participar en el proyecto son muy pocos; en Madrid solo doce institutos en varios cursos. Es una pena que la realidad de la Educación no permita que esa mirada pueda extenderse. ¿Cómo planteársela, si necesita de una energía y un apoyo económico e institucional, del que muchos carecemos? O si, en cambio, se apuesta por proyectos, convertidos en cáscaras vacías las más de las veces, pero que, eso sí, reciben financiación y sirven para vender cierto marchamo de centro a la última moda. O si los mismos profesores, agotados, acaban llenando los huecos con películas que adormezcan a sus alumnos, cercanos a sus gustos, en vez de arriesgar. Es revolucionario ponerles una película en versión original. ¡No digamos en blanco y negro o muda! ¿Y si les contáramos que hay otras maneras de hacer cine y de verlo? Aceptamos la mirada que nos han impuesto. O no tenemos ni el tiempo ni los medios para hacerlo realidad.

Sí, yo también hecho de menos, como Jonás, esas "películas hechas con caligrafía imperfectas... con borrones y tachones... ; es decir, lo contrario de tantas que se hacen ahora, que fluyen de un plano a otro, sin que nos demos cuenta, anestesiándonos". 

Sí, Jonás tiene algo: esa ternura del niño que disfruta del cine, lejos de la industria y sus productos comerciales. Rara avis que sobrevive al pragmatismo y la utilidad inmediata, en peligro de extinción, como tantos otros conocimientos inútiles -la filosofía, el griego, la música, el francés, una biblioteca repleta de libros- y más necesarios que nunca.

sábado, 7 de junio de 2025

UNA SÉPTIMA HORA

 

Ha tocado el timbre. En el exterior tienen unos 35 grados. Profesores y alumnos preparados y dispuestos para una clase más. El sol ha dado de lleno toda la mañana en la fachada; las persianas bajadas y el toldo rebajan un poco la temperatura, pero, aún así, el parecido con unas termas romanas y, más concretamente, con la zona del caldarium es llamativo en esta clase de 4º ESO. Se ha pedido a la Administración que les libere de esta séptima hora en junio; se han negado. Aquí han de sudar hasta la última gota. ¡Que para eso tienen dos meses de vacaciones y trabajan solo veinte horas! Alguna desventaja debía haber en su amada profesión. Y, además, el sudor abre los poros. Estos profesores se quejan de vicio.

T. entra, bien pertrechado con una botella de agua, recién rellenada en el baño hace unos minutos. Tenían agua fresca en la sala de profesores, pero se han terminado los bidones y hasta julio, la empresa no volverá. En Madrid el agua es limpia y pura y la del baño cumple todos los requisitos. Hasta ahora diarreas no ha tenido, que él sepa. 

Así que T. rebasa el dintel de la puerta y ve a O., la compañera de Matemáticas, rodeada de chicos ansiosos por saber su nota -la rodean como leones hambrientos que fueran a devorarla-. T. espera a que terminen la cena y solo queden los huesos. R., un alumno discreto, solitario se acerca a T. y empieza a contarle sus impresiones sobre un ejercicio de Oratoria que han hecho con otro profesor, M. 

R. es un chico desconfiado; en una ocasión, yendo en metro, T. se fijó que se colocaba cerca de las puertas, aislado de sus compañeros. Le preguntó porqué lo hacía. Le respondió que si pasaba algo, estaría en el lugar adecuado para poder escapar. A T. su réplica le pareció bastante coherente. Suele hablar poco, pero esta vez, libera su frustración. Sabe que T. ha dado Oratoria a sus compañeras y piensa que puede aportar una opinión acreditada a sus dudas. Critica a A. y S. Sin negar su capacidad -es consciente del talento de ambas-, expone de manera inteligente aspectos que no comparte; por ejemplo, que vayan a lo suyo, utilizando argumentos que no encajaban con lo que los demás habían preparado. T. interpreta que R. quiere desarrollar conceptos como improvisación, falta de colaboración, desequilibrios argumentativos y falacias. T. escucha con paciencia, porque escuchar pacientemente es una de las cualidades que todo profesor debe poseer. 

Y así, mientras tanto T. como O. están ocupados en tareas tan complejas y variadas, dos alumnos han aprovechado para escribir en la pantalla digital -ya casi nadie utiliza las viejas pizarras tradicionales- algo así como: "Nuestras pollas son las mejores y hacemos soñar con ellas". T. interrumpe la interesante conversación con R. y les pide amablemente y con un cierto deje autoritario que borren el comentario; hay cierta calidad en la frase, lo admite y, si estuvieran en Pompeya en el 79 d.C., lo podría aceptar, pero no es el caso. Y así lo hacen, con un sencillo gesto -en los nuevos tiempos tecnológicos las gilipolleces desaparecen sin demasiado esfuerzo-. 

Resuelto este contratiempo T. le comenta a Raúl que hable con M. y le explique sus conflictos con A. y S. 

O., mientras tanto, ha logrado escapar y sale de la clase; tres alumnos no cejan en su empeño y continúan la persecución; tal vez logre sobrevivir. T. le desea suerte.

T., antes de empezar la clase, reflexiona sobre estos hechos extraordinarios. En primer lugar, R. forma parte de esa egregia minoría masculina que medita sobre la oratoria y el concepto de justicia y manipulación, en vez de escribir comentarios más o menos obsesivos sobre la identidad masculina. En segundo lugar, que la gran mayoría de adolescentes hormonados escriben mensajes que podrían convertirse en estudios para filólogos dentro de dos mil años, si no fuera porque están hechos en una pantalla pixelada. Y en tercer lugar, que alguna huella dejan en los alumnos, aunque no sabría decir cuál es. 

T. se seca el sudor, respira hondo. Mañana es el examen final de Latín y hay que hacer un último repaso. Algunas alumnas se han hecho abanicos con los apuntes de Matemáticas. Dicen que mañana la temperatura subirá a los cuarenta. 

Hic habitat felicitas.



domingo, 1 de junio de 2025

VOCES ABANDONADAS

 


El amor que no es todo dolor, no es todo amor.

Hoy, el recuerdo de lo que se fue y el olvido de lo que vendrá, son mis mayores deseos.

No dejan de existir en mí nunca, nunca solamente mis muertos.

El hoy se acaba, el mañana se acaba; solamente el ayer no se acaba. 

Quiero tu bondad, pero no sin una sonrisa en tus labios.

Cuando todo es hielo, una copa de alcohol... es todo.

Lo bello se halla removiendo escombros.

Despertar es siempre una sorpresa.

Una flor en la mano muere, apagando una estrella.

Tanto no eres amado, tanto amas.

Lo amado, alguna vez es lo amable.

Para sentir mis cosas de hoy necesito el recuerdo de mis cosas de ayer.

Mi despertar entre sueño y sueño, no interrumpe mi sueño.

La juventud vive de juventud y la vejez de tiempo.

Subir, subir y, alcanzada la cumbre, se contempla un abismo.

Miles de soles lejanos no disipan la noche.

Cuando busco mi existencia, la busco en alguien.

De la persona amada amamos su dolor, no a ella.

Esto que llamo mi vida es una línea de mis ojos, cuyos extremos se hunden en la noche.

En mi viaje por esta selva de números que llamamos mundo, llevo un cero a modo de linterna.

Tu sangre es fuego y en tus ojos nieva.

Busco la certeza de las cosas, y cuando la hallo, me muerdo los labios.

No he visto juego más triste que el de las nubes y el sol.

El amor nace de dos amores y muere en uno.

Las flores, viéndolas marchitas, las veo más bellas.

Las heridas son nidos de flores.

Donde no eres nada, quédate contigo, y eres todo.


domingo, 25 de mayo de 2025

COPOS DE NIEVE

 

Memorias colectivas.

Fosas comunes, miles de cuerpos enterrados, olvidados. 

En 1949 treinta mil personas de la isla de Jeju, fueron asesinadas: hombres, mujeres, niños pequeños. Comandos de ultraderechistas, reclutados por el gobierno prooccidental, llevaron a cabo la masacre. En 1950, iniciada la guerra contra Corea del Norte, más de 200.000 personas fueron ejecutadas sin juicio previo; sus familias no pudieron lamentar su muerte ni llorarles durante décadas. Los aliados y EEUU lo permitieron porque el objetivo era acabar con los comunistas, eliminarlos, a cualquier precio. Solo en los años noventa, cuando la dictadura militar en Corea del Sur cayó, comenzaron las inhumaciones. Quedan miles de cuerpos sin identificar. 

Entre 1944 y 1949 en Grecia hubo una guerra civil. Los ultraderechistas, los mismos que habían colaborado con los alemanes, amparados por los aliados, prohibieron el comunismo y laminaron toda oposición. Quienes sobrevivieron, o callaron o se exiliaron. 

Entre 1936 y 1945 miles de españoles acabaron en fosas comunes o fueron fusilados. Muchos todavía continúan enterrados. 

Y así podría seguir hasta el infinito. Todas las sociedades han cometido masacres; también las nuestras, esas tan orgullosas de sus democracias liberales. Todos construyen una historia oficial, una memoria falsa. A veces es la indiferencia; otras, es el cansancio o el miedo lo que permite que el olvido o la mentira se imponga. 

¿Por qué nos rebelamos? ¿Por qué nos repetimos que es Imposible decir adiós? ¿Por qué nos negamos a que las huellas en la nieve o en la arena desaparezcan? 

Han Kang recupera esa voces; lo hace en Actos humanos. También en Imposible decir adiós. 

Copos de nieve, cayeron, caen y siguen cayendo, aunque no queramos verlo. Copos de nieve que recogemos en la mano. Podemos ver su estructura molecular, hexagonal, síntesis matemática de la perfección, antes de que se diluyan y se disuelvan y se mezclen y se evaporen y se alejen de nosotros para siempre.


sábado, 24 de mayo de 2025

HORMIGAS EN LA TIERRA


Cuando alguien nos recomienda un libro, sea un amigo o un compañero, nos señala un camino desconocido. Que lo sigamos o no, depende de nosotros. Que ese camino nos lleve a otros o se cierre en falso, forma parte de la vida y de las experiencias que tendremos. Siempre hay que agradecer que nos guíen en una dirección o un rumbo que, tal vez, sin ese gesto, nunca hubiéramos tomado. Nos lleve al infierno o al paraíso. Eso no importa tanto.

Dos de mis compañeros, buenos lectores, me han recomendado sendos libros. Siempre he tenido en cuenta sus gustos, porque, aunque puedan ser parciales, saben de lo que hablan. Cuando hice una selección de libros que el instituto pudiera comprar para la biblioteca del centro -esa biblioteca que nunca existirá como tal, que llevará ese nombre, pero será un espacio de libros sin lectores- les pedí listas de sugerencias. Cada uno a su manera me dio su perspectiva y amplió y mejoró un catálogo desigual. 

Gracias a M. he descubierto a Richard Ford, un autor norteamericano, de esos que saben escribir la gran novela americana sin despeinarse. A., lo hizo con El jardinero y la muerte de Gospodínov; me dijo una frase que me atrapó de inmediato.

-Hay detalles en esa novela que solo pueden comprender los que han vivido la muerte de un padre o una madre. 

El jueves, antes de asistir a una conferencia sobre el epicureísmo y el estoicismo, busqué el libro por el centro. Se había agotado en muchas de las librerías; finalmente, lo compré en La Central. Caminé hacia el museo de San Isidro, el lugar donde se celebraría la conferencia, con la bolsa de papel en la mano. Cada vez hace más calor y los días primaverales que hemos disfrutado en abril y mayo se acaban; como hacen los gatos, epicúreos por naturaleza, me dejé acariciar por esta brisa y esta luz.

Como llegué antes de tiempo, me animé a echar un vistazo al museo. En realidad, lo que buscaba era un sitio donde sentarme y descansar. Ni un solo banco; solo pasillos y objetos tras cristales en semipenumbra. Me fijé que, al otro lado de una puerta de cristal, había un pequeño jardín interior. ¡Y un banco donde podría sentarme! Y así lo hice. Dejé la bolsa de papel a un lado. Miré a mi alrededor. Enfrente tenía el exterior, o más exactamente, el ábside de la iglesia de San Andrés. El ruido de la cercana plaza de los Carros, lleno de turistas, bares y terrazas a pleno rendimiento, no llegaba hasta aquí. Esa misma mañana, durante la clase, me irritó el zumbido de los alumnos, su cháchara intranscendente. Es una tortura buscar el silencio y tener una profesión donde eso es casi imposible. Sin embargo, ahora podía escuchar el canto de los pájaros, el fluir de una fuente. Un madroño, un olivo, un majuelo; hiedra, salvia, romero... El jardín de Epicuro. ¿Estaba en Madrid, ciudad moderna donde hay manifestaciones, tráfico, movimiento perpetuo, o en una de esas islas griegas a las que me gustaría vivir, cuando me libre de la condena del trabajo? La luz suave del atardecer dejaba sus postreros guiños en las copas de los árboles. 

Podía empezar la lectura. 

Leía unas cuantas líneas. Llegué a esta: 

¿Seguimos existiendo si se va la última persona que nos recordaba como niños?

Las imágenes se agolpan, una tras otra, una y otra vez. Cientos de palabras; no cabrían en un libro. Mucho menos en la entrada de un blog. 


Quería estar solo. Caminaba por las calles de Buenos Aires o las de Burgos. Un lunes; la gente iba a trabajar, se cruzaba conmigo. Su ritmo no era el mío. No encajaba; disonancia melódica. En mitad de la Avenida 9 de julio delante de un semáforo no puedo moverme. Me he convertido en una piedra; el dolor te convierte en una piedra. El semáforo está en verde, la gente pasa a mi lado, caminan muy rápido; ya no puedo seguirlos. Me pongo a llorar. 

Permanecer en la memoria de una niña.

Ellos morirán del todo, cuando mi hermano y yo no existamos. Es posible que ya sean inútiles las palabras que escriba, porque nuestra memoria es una sucesión de recuerdos falsos e inventados. Ellos dejaron de existir hace mucho tiempo. Cuando morimos, nuestra existencia es ligera, volátil: el vuelo de una mariposa, el llanto de un niño. Cuando mueren quienes nos conocieron, desaparecemos. Nadie nos recuerda. A no ser que antes se comparta con otros, a no ser que se deje algo por escrito. Y también desaparecerá. Engañaremos un poco más al tiempo, retrasaremos lo inevitable. Todavía escuchamos sus voces durante unos meses, pero tarde o temprano dejaremos de escucharlos. Todavía intuímos los trazos de una letra, el contorno de una palabra, antes de que se borren para siempre. 

Nunca más volvió la Navidad. Con ellos murió la Navidad. Y las llamadas de teléfono en mis cumpleaños. Y la infancia donde somos casi inmortales. 

Escribe con las manos las palabras en el aire. 

No hay palabras al final: un estertor, una mirada perdida, respiración agitada. Y, después, el frío, la descomposición, el olor acre y ácido que impregna la ropa, el aire.


Apagón en el sur de Francia. Hace unas semanas en toda España y Portugal. La oscuridad acecha al futuro.


Llamadas de madrugada. Quien llama de madrugada no trae buenas noticias. Le cerré los ojos. ¿Quién nos cierra los ojos, los que ya no ven, los que yacen, muertos, en el fondo de las pupilas?

La enterramos un día soleado de enero. Me gusta visitar los cementerios. En París, Madrid, Roma, Atenas. En Buenos Aires, San Francisco, Kioto, Pekin. En Tarancón, Ondárroa, Palermo, Nauplia. Llueve en esos cementerios. Brilla el sol allí. Bajo un árbol, en un secarral, cerca del mar o de una montaña. 

Las casas abandonadas. Murieron sus habitantes. Jardines abandonados; crece la maleza, las malas hierbas, los árboles se secan. También se mueren los jardines y las casas. Se mueren mundos, miles de mundos que ya no volverán. Del mundo antiguo, ¿qué nos ha quedado? Restos de un naufragio. Algunos nombres se conservan miles de años después, en las lápidas, en las inscripciones. Sus historias, los detalles, las pequeñas cosas que explicarían sus vidas se han perdido. Nombres. Solo los nombres. 

Soñamos con los muertos. Creamos vidas paralelas. Mi abuela estuvo viva en mis sueños años y años. Se mezclan ahora las dos vidas: la que vivió en mis sueños y la otra, la que llamamos real. Sé que C. soñó con mi madre unos meses. Su espíritu se le apareció. Y con el tiempo también se marchó. 

Lejos están la tristeza, el dolor punzante, la descarga que te aplasta, que remueve el cuerpo y lo atraviesa. A mi lado se quedó la suave ternura de la nostalgia que sobrevive al dolor y a la ausencia. Donde está el gato, ahí tienes que estar tú. He aquí el ciclo circular del mundo: transformación eterna que nos libera y nos encadena. 

Las hormigas rodean la tumba de mi madre y mis abuelos. La tierra se llena de un negro sofocante, avasallador, brutal. Quisiera aplastarlas a todas, porque sé que se acercan a ese cuerpo que se descompone, lo roban, lo devoran para que el ciclo de la Naturaleza siga su curso. Son miles. No puedo acabar con todas. Me rindo. 

"Un jardincito, higos, quesitos y tres o cuatro amigos: esa fue la opulencia de Epicuro".

Solo nos salva, solo nos salvará la escritura. O la filosofía.



domingo, 18 de mayo de 2025

CHATEAUBRIAND Y EL ETERNAUTA

 


"Las cosas que huyeron de mí en la tierra y que echo de menos me matarían si no estuviera al borde del sepulcro; pero próximo al olvido eterno, verdades y sueños son igualmente vanos: al término de la vida todo es tiempo perdido". 

                                                                                                    Chateaubriand, Memorias de ultratumba.


Al menos setenta palestinos han sido asesinados en la franja de Gaza en mitad de intensos bombardeos israelíes...   

Chateaubriand pertenecía al viejo mundo, pero comprendió que un nuevo mundo llegaba y se quedaba. Tenía talento para describir situaciones, caracteres con finura psicológica y política -las de Napoleón, Talleyrand, Byron o Washington son precisas-; veía más allá de la superficie que vislumbramos en una primera ojeada. Y, sobre todo, toma conciencia de ese paso del tiempo, irreversible, "profundo olvido, invencible silencio..."

La UER amenaza con multas si se vuelve a informar de los muertos en Gaza al presentar a Israel en Eurovisión... 

El eternauta es la novela gráfica más conocida de Argentina. La historia de Oesterheld y sus dibujos -sobre todo en la versión de Breccia- han influido en obras posteriores. La primera temporada de la serie producida por Netflix ha recogido gran parte del original. 

No lo ha traicionado en contenido -sí formalmente, haciéndolo comercial-, aunque tampoco lo ha desarrollado plenamente. 

Han aparecido los personajes centrales; se han añadido algunos personajes femeninos de los que carecía la obra gráfica. Su familia, su mujer, su hija, obsesiones idealizadas en el personaje del cómic, aquí adquieren matices diferentes. La idea principal se mantiene, en líneas generales, creando tramas paralelas nuevas, asumiendo el subgénero -tan en boga en estos tiempos-, apocalíptico o distópico, que necesita de hombres y mujeres preparados, fuertes, dispuestos a sobrevivir en un mundo sin Estados, internet o electricidad. ¿Hay que leer entre líneas? 

En estos primeros capítulos han aparecido la nieve mortal, los "perros obedientes": las cucarachas gigantes o cascarudos y los hombres o mujeres-robots. Los "Manos", los personajes más interesantes, se han insinuado ligeramente. Ninguna alusión todavía a los "Ellos", los verdaderos invasores. 

Israel, segunda en Eurovisión, mientras se bombardeaba un campamento en Gaza... Consigue la máxima puntuación entre el público europeo y español...

Es extraño escuchar el concepto de "milicos" como defensores de una Argentina invadida, teniendo en cuenta que fueron "otros milicos" quienes hicieron desaparecer a Oesterheld. Intuyo ironía y una ligera carga crítica de los guionistas en los comportamientos puntuales de estos "milicos", pero también podría ser una manera de justificar a la sagrada institución del Ejercito. Curioso me parece también que el protagonista, Juan Salvo, estuviera en su juventud en las Malvinas. Son referencias que Oesterheld hubiera rechazado. ¿Es una forma sutil de consolidar un discurso reaccionario o marcharán la próxima temporada en una dirección opuesta?

Las pequeñas victorias de los personajes se destacan con música, fanfarria y gritos de alegría. Hay demasiadas en los dos últimos capítulos y me desconectan de la trama. La influencia de La invasión de los ladrones de cuerpos o de Walking Dead o de Spielberg, entre otros, ha dejado su poso y su ponzoña, para bien o para mal.

Sigue siendo una lucha coral, tal como la planteó el hombre que, formando parte de los Montoneros, -guerrilleros peronistas-, acabó siendo asesinado por la dictadura militar. El héroe es colectivo y ha de enfrentarse a fuerzas poderosas y solo la solidaridad y la violencia guerrillera nos permitirá vencerlas. Estas no son terroristas o extraterrestres, sino simbolizan otros poderes invisibles, gigantescos. Me pregunto si la serie se atreverá a mostrarlos. 

Son los que matan a niños y mujeres en Gaza; son los que se enriquecen, fondos de inversiones o similares, mientras mueren miles de personas en las guerras de este mundo nuestro... 

La alegoría del eternauta de Oesterheld podría convertirse, para no perder millones de espectadores y clientes potenciales, en una simple serie palomitera de Netflix. Aún no han decidido en esta primera temporada qué camino tomar.

La idea de la máquina del tiempo, la del viajero del tiempo, es decir, la del eternauta, solo se intuye en las pesadillas e imágenes recurrentes que tiene el protagonista. Como suele suceder, Juan Salvo solo es un intérprete, recibe los mensajes del tiempo descarnado, del viaje circular...

Chateaubriand y uno de sus herederos, Proust, me devuelven a mi obsesión principal.

"Nuestra vida es tan vana, que solo es un reflejo de nuestra memoria".