sábado, 4 de mayo de 2024

SOBRE LA HIERBA SECA

 

Empiezo por el final. 

La última secuencia de esta película de Ceylan -seguidor de Tarkovsky o Bergmann-, que se estrenará en tres semanas, sintetiza el resto: tres horas en las que se nos cuenta una historia muy simple y en la que aparecen pocos personajes. El protagonista, profesor trasladado y a disgusto con su profesión, después de cuatro años en un páramo nevado quiere regresar a Estambul. 

Las relaciones que establece con su entorno -nieve, frío son sus compañeros inseparables- son escasas: aparte de algún vecino y otros profesores, es, sobre todo un amigo y compañero de casa y trabajo; una mujer, otra profesora de un pueblo cercano, que perdió una pierna en un atentado y acabará siendo una fuente de conflicto con dicho amigo; una adolescente, enamorada del protagonista, y que le acusará falsamente de acoso. El personaje principal, además, retrata con una cámara fotográfica, a modo de transiciones, a las personas que encuentra, deteniéndolas en el tiempo, convirtiéndolas en recuerdo. 

La larga conversación sobre política entre la mujer y el protagonista, antes de acostarse, es un buen ejemplo de lo que decía un famoso guionista, Azcona: "un buen diálogo es cuando lo importante no se está diciendo". La ruptura, en esa misma escena, con la cuarta pared -vemos durante unos segundos un set de rodaje sin que el personaje deje de interpretar su papel- desconcierta y sorprende, pero encaja perfectamente con las emociones y sentimientos del protagonista.

Sin embargo lo que más me gusta es el final. 

Los dos amigos y la mujer visitan unas ruinas cercanas en verano, antes de que el protagonista se marche definitivamente a Estambul. Llegan hasta dos columnas, restos de una puerta o de un antiguo templo, a los pies de una colina. El protagonista comienza a subirla y, mientras lo hace, recuerda o imagina un momento que compartió con la adolescente -la observa con el pelo cubierto de escarcha; se tiran bolas de nieve; ¿será porque no hay nada que más nos acerque a la pureza de la infancia que ese gesto de tirar una bola o nada más liberador junto a nadar en el mar? -; piensa en ella, se pregunta cómo será su futuro, reflexiona sobre sí mismo y la hierba seca que oculta la nieve en invierno. Al llegar a la cima echa un vistazo al valle. Allí están la mujer y su amigo, muy lejos. Se fija en un pájaro posado en una rama; de repente levanta el vuelo y se aleja a toda velocidad; la cámara lo sigue. El último plano es un extraño contrapicado del protagonista: su mirada es ambigua. ¿Triste, escéptico, distante? Es difícil saber qué pasa por su cabeza.

En ese final está condensada toda la película. 

Sin embargo, necesitas ver esas tres horas para entender, para llegar a comprender la sensación de desolación y desarraigo que recorre esta obra, en la que las palabras no dicen nada y los silencios lo explican todo. 

miércoles, 1 de mayo de 2024

PAUL AUSTER

 


Pocos escritores me merecen dedicarle una entrada el día de su muerte. 

Paul Auster es uno de ellos, sin duda.

En Semana Santa leí su último libro, Baumgartner. Tardé solo tres horas en hacerlo. Tal vez no sea uno de sus mejores obras, pero aún así, tiene lo mejor de Auster. Siempre supo escribir tan bien que sus libros se leen con una sorprendente facilidad. Simple y elegante, porque estas dos cualidades siempre acompañan al gran escritor. Es curioso que sus últimas líneas escritas sean un final abierto. Puntos suspensivos... Todo final son unos puntos suspensivos... 

Mi primer encuentro con Auster fue gracias al cine. Escribió el guion de Smoke, una loa al placer de fumar y la amistad, cuando la primera empezaba a ser prohibida y la segunda no era el principal tema en el cine de Hollywood. En realidad, nunca lo ha sido.

La idea del azar o el paso del tiempo, temas centrales en Smoke, dejó su huella en ese joven veinteañero que empezaba a devorar cine: esa única manera que yo encontraba por entonces para sobrevivir.

Su recorrido en el cine fue breve, pero tuvo apuestas atractivas, que merecen ser mencionadas como Blue in the face o Lulu on the bridge o La vida interior de Martin Frost. Entre otras razones las comento porque gracias a estos experimentos irregulares, acompañadas de ideas geniales, me interesé por su literatura, que es de mucha mayor calidad. 

Sí, estamos ante uno de los grandes de la literatura. No ganó el Nobel, pero nunca hubiera podido conseguirlo; era demasiado independiente.

Durante tres décadas he disfrutado de sus obras que partían de una Nueva York reconocible, pero que iban mucho más allá. Su Trilogía de Nueva York marcó el punto de partida de sus temas obsesivos, esos que se siempre repiten en las obras de cualquier escritor. Los suyos eran: las relaciones de pareja, la casualidad como parte fundamental de la vida, la amistad, el paso del tiempo, la vejez y la enfermedad -sobre todo en sus últimas novelas-, la ética; las decisiones que, aunque no nos demos cuenta, marcan nuestras vidas.

4, 3, 2, 1, su última gran obra, construye un fresco vital con cuatro vidas posibles o hipotéticas. Todo está hilado; no hay puntada que se le escape. 

Me atrae Mr. Vertigo, porque el personaje, como muchos de Auster, vive al borde del precipicio. ¿No es así como todos nos encontramos en estos tiempos?

De todas sus novelas, sobre todo, me gusta Leviatán. En esa historia hay algo más: la tristeza del perdedor, tal vez también otra de sus obsesiones creativas, la toma de conciencia de que para el cambio y la transformación social no hay esperanza, que el individualismo utópico desemboca en violencia y aislamiento. 

Tal vez así se entiende que desde Smoke buscara una salida a sus personajes en el amor o la amistad. Nunca cayó en falsos sentimentalismos. La naturaleza humana es así: azarosa, contradictoria, extraña. 

Nadie como Auster supo describirla y contárnosla. 

Pasará el tiempo y seguiremos leyendo sus libros. 

Paul Auster ya es un clásico.

domingo, 28 de abril de 2024

LA VOLUNTAD DE CREER, EL MAL NO EXISTE Y OTRAS REFLEXIONES

 


Empecé el día asistiendo a unas conferencias en el Museo del Prado sobre didáctica y arte. 


Uno de los conferenciantes agradeció a casi todo el mundo -solo le faltaron su perro y su gato-. ¿A todos? No. Hubo una excepción. Mencionó todas, todas las asignaturas menos Latín y Griego. ¿Qué le habrá hecho? ¿Por qué ese olvido? Fue intencionado; no lo dudo. Para mí es un misterio. 

En cuanto a la propuesta, sí, era interesante, pero esos alumnos yo no los tengo. Tres o cuatro al año puede que hayan pasado por mis clases. Él tiene más suerte, según parece. Hay clases y clases... 

Por cierto, no hay que llenar de contenido una asignatura como Atención Educativa para ganarte el aplauso de tus compañeros. Hay que hacerla desaparecer. 


La propuesta de más contenido giraba en torno a la Shoa. Es un tema manido -no soporto la música de La lista de Schindler para hacernos llorar, lo admito, y siempre me falta en estos trabajos el papel de colaboradores necesarios que tuvieron muchos judíos o las diferencias de estatus entre los ricos y los pobres o su comportamiento en el campo, aunque, es cierto que todo esto casi siempre podamos entenderlo como una forma de supervivencia-. 

Sí, eso ya lo sabemos, pero el trabajo comparativo con las obras de arte del Prado de las dos compañeras y las actividades paralelas realizadas son excelentes. Me desagrada ver las letras fuera de sitio en un power point, pero como eso a menudo depende del ordenador que te toque, nada tengo que objetar. Sí pongo más peros a otro detalle. 

Cuando se estableció una relación con la actualidad -acertadísima la comparativa entre los prejuicios hacia los judíos antes y los inmigrantes ahora-, me faltó que se dijera con claridad una palabra: Gaza. Sí, es cierto que aparecían fotografías que todos identificamos con el sufrimiento del pueblo palestino y las frases que nos recuerdan que volvemos a repetir los mismos errores están ahí. Siempre me ha gustado las palabras finales del documental Noche y Niebla de Alain Resnais, aunque no aparezcan en este trabajo: "Y hacemos oídos sordos al grito que no calla". 

Sin embargo, decir que en Gaza mueren niños y mujeres de hambre; se les bombardea sin respetar sus derechos; a veces se ejecuta sin preguntar; hay fosas comunes... Parece un gran campo de concentración... Creo que decirlo es una obligación. Solo varía que quienes fueron perseguidos y asesinados durante siglos, ahora ejercen de verdugos.

Bueno, admito que quizá no fuera el lugar más adecuado para decirlo. 


La voluntad de creer es una propuesta que parte de un original literario de Kaj Munk y cinematográfico. Las pocas veces que he visto Ordet de Dreyer -una en el Doré- me ha conmovido, aunque el tema sea la fe y la religión y la muerte y, además, haya una resurrección. Es creíble y emocionante. 


Esta obra de teatro reflexiona sobre esos temas y algún otro como la maternidad o la pérdida o el vacío que supone la falta de hijos... Mi cuerpo no lo quiere... Se pasa de lo serio al humor con facilidad y, sin embargo, funciona muy bien. Quizá haya algún detalle como la relación entre las hermanas que queda sin desarrollar, pero la propuesta deja un poso muy profundo.
 

El mal no existe. Al menos, para la naturaleza. Eso parece decirnos la nueva película de Hamaguchi que se estrena este 1 de mayo. 


Nada que ver con Drive my car. Y, sin embargo, no desmerece en absoluto. Con un comienzo y un final hipnótico, acompañado por una música y un sonido ambiente que te atrapa desde el primer momento, la trama es sencilla: la historia de un grupo de personas que mantienen un contacto íntimo y respetuoso con la naturaleza -que no es un locus amoenus, porque puede ser salvaje e impredecible- y otras que llegan de la ciudad para montar su chiringuito, sean ignorantes. bienintencionados o explotadores sin escrúpulos. 

Quien vive con la Naturaleza tiene un tiempo muy diferente al que vive en la ciudad. Hamaguchi retrata, contempla ese ritmo. Sin embargo, el final, inesperado, descubre las aristas, la disonancia entre el hombre y su entorno. 


El mal existe. 

Bien lo supieron los judíos. Bien lo saben los gazatíes. 

Se encuentra dentro de nosotros mismos. 




jueves, 7 de marzo de 2024

JOCELYN HA MUERTO

 

Jocelyn, nuestra alumna, ha muerto...

Sabía que estaba en la UCI y Raquel me comentó que se encontraba entre la vida y la muerte, pero no me lo creí. Tiene dieciocho años; es fuerte, saldrá adelante, me dije. 


Pero ahora está escrito en un correo. Y lo escrito permanece. Esas palabras son una inscripción en piedra: definitivas.

No puedo seguir catalogando libros. Lo dejo todo y salgo para el tanatorio.

Me llevo un libro con las poesías de Pasolini para el camino, pero no puedo leerlas. La noticia me ha dejado impactado. Intento recordar su rostro, pero solo tengo en mente lo último que me escribió, el examen de Griego y Latín que hizo desde el hospital, su nota: 9,2. 

A medio camino me doy cuenta de que me dirijo al lugar equivocado: al Tanatorio de la M30. Reviso el mensaje. Sí, mi intuición es la correcta: Jocelyn está en el tanatorio de la M40. Voy al de la M30, porque allí velamos a mi padre y a mi madre. Ya se sabe, la fuerza de la costumbre.

Un hombre nos pide dinero en el vagón del metro. Tiene sentido del humor. "Todos jodidos, muy jodidos... ¡Y como venga la guerra!..."

Aún así, llego puntual: a las siete y media en punto. Ya hay mucha gente esperando a que abran la sala. Su hermano, D. se acerca a mí, me saluda, me agradece que haya venido. 

A., la amiga de Jocelyn, me da la mano. Ma. y M. también me agradecen que esté allí. El hermano me lleva a la sala, pero luego se olvida de mí. Observo los abrazos al padre, los encuentros, las lágrimas de la madre.

"... un virus... le afectó al cerebro... su sistema inmunológico no pudo aguantar... fue todo muy rápido... la vimos con los ojos abiertos... muerte cerebral..."

Las palabras no tienen sentido, no llegan a expresar el dolor... Los detalles no tienen importancia frente a la muerte. Los detalles solo forman parte de la vida. 

Se reparte un libro de condolencias. Escribo pocas palabras: tópicos, ideas simples: "Buena alumna, respetuosa... bella persona".

En la pantalla aparece su nombre y apellidos. La miro varias veces para cerciorarme de que no me hallo en un sueño. 

Han descorrido la cortina. Mucha gente se acerca y arremolina para dar el pésame a los padres. Es agobiante. Esperaré. 

Ma. ha roto a llorar un par de veces. Sus amigos le abrazan. El hermano de Jocelyn mantiene la compostura. Hay algunos adultos; la mayoría son jóvenes. 

Ha pasado hora y media desde que llegué. Ya hay menos gente en la sala; me decido a entrar. Echo un vistazo al féretro. Sí, es ella, pero no la reconozco, encajada en el centro, aplastada entre el blanco del sudario y el color de las flores, bajo esa luz artificial que lamina el contraste. No se nota el maquillaje, pero sabes que no está soñando. No te engañas. Así no duerme nadie. 

Saludo a los padres. Las palabras se ahogan, son inútiles. Al irme, escucho un "gracias por venir" de la madre. Cientos, miles de gracias... Las palabras se pierden... 


Ma. rompe a llorar por tercera vez. Los abrazos son más débiles. 

¿Pensarán en este momento dentro de diez o veinte años? Todos vivirán una vida que Jocelyn ya no tendrá. ¿La recordarán? ¿Se olvidarán de su rostro, de su voz? 

-¿Salimos a tomar el aire? -insinúa uno de ellos.


Hace un día frío; las manos se te congelan. Ya he olvidado el rostro de Jocelyn; no recuerdo su voz.

Pasa el tiempo. Las palabras vuelven a conformar el mundo, lo definen, lo explican.

Empiezo a leer un poema de Pasolini.

"El amar, el conocer cuenta; no el haber amado, no el haber conocido"


lunes, 26 de febrero de 2024

LA ZONA DE INTERES Y POOR THINGS

 


Al ver la película de Glazer no pude dejar de pensar en el personaje y el espíritu de Perfect days. Es un contraste brutal: su envés. 

Hoss, el comandante de Auschwitz, y su mujer, son esa parte horrible, cruel, despiadada, inhumana que todos, alguna vez, hemos sacado a la luz, aunque solo haya sido en la imaginación. 

Cómo bien se sabe, el gran acierto de esta película es no mostrar el horror, solo insinuarlo. Eso dicen. No es cierto. 

El horror es el día a día, la cotidianeidad de personas normales, completamente ajenas al asesinato y la brutalidad que sucede a cien metros, separados por un muro, concibiendo un paraíso, solo para ellos, ajeno al dolor de los demás.


Los fundidos, la música de fondo - experimental, incómoda-, los gritos y los disparos que escuchamos; el humo de las cámaras de gas y los hornos crematorios, las cenizas con la que crecen, hermosas, las rosas del jardín; el olor de cuerpos enfermos y cadáveres en descomposición, al otro lado del muro. 

Es fácil hacer paralelismos con esta Europa que construye su realidad, mientras miles se ahogan en el Mediterráneo y otros miles mueren asesinados en Gaza. 

Nadie la hará, pero deberían hacerla. 

En Poor things me sobra el final con personaje estereotipo, machista de libro, y venganza infantil. Todo lo demás es interesante. 


Un amigo me dijo que en el fondo el personaje de Bella pone en tela de juicio la hipocresía y la moral convencional de esta clase media nuestra. Hay cosas que no se pueden decir en público. Superado el tabú del sexo, ahora lo políticamente correcto es mirar para otro lado en aspectos controvertidos. 

Hay mucho más en Bella. Es capaz de empatizar con el sufrimiento de los niños, de soñar con un mundo mejor, rechaza al hombre que se encierra en un pesimismo estéril o en un hedonismo vacuo. Podríamos hablar de optimismo antropologico, cuando supera una primera fase de descubrimiento sexual. Ahora es una filósofa hedonista, en el sentido clásico del término. O empirista, tomando como modelo a su padre y creador. 

Y su evolución constante le lleva, esta vez sí, buscándolo, a dinamitar esas convenciones, porque antes era una niña en cuerpo de mujer y ahora es una mujer, consciente del mundo en que vive. 
En el XIX solían acabar en el manicomio o muertas. Ahora simplemente quien se atreva a salirse del carril y lo normativo, es apartado y olvidado. 

En eso consiste el progreso. 

Ambas películas, favoritas en los Oscar, si no estuviera Oppenheimer, nos retratan. No hablan de personas del XIX o de nazis pasados de moda. 

Es nuestra hipocresia la que vemos en la pantalla. Y no queremos reconocerla. 

domingo, 11 de febrero de 2024

LOS GOYA Y EL FINGIMIENTO

 

Los premios cinematográficos no dejan de ser un espectáculo cuyo principal objetivo es vender una imagen muy concreta de la industria. En los Gaudí se suele apostar por un cine independiente; de ahí que puedan ganar películas como Creatura. En los Goya su mirada desde hace tiempo va encaminada más hacia el cine comercial y dejan los restos y las migajas para otro tipo de cine más personal.

Así que no hubo sorpresa cuando La sociedad de la nieve se llevó casi todos los Goya -menos el de guión, ¡qué casualidad!- y lo que quedó se cedió "generosamente" a ese otro cine que profundiza en emociones, deja poso y permanece en la memoria. 

Porque La sociedad de la nieve, aunque algunos intenten darle una pátina de arte y calidad, no es más que un producto para el gran público y no aporta mucho a la versión de los años noventa, Viven. Si acaso que la lengua es española y los efectos especiales son mejores. Y poco más. Los Óscar se acercan y los Goya le dan el espaldarazo para que se lleve el premio tan deseado.

Bayona es un director a la moda. Hace productos que venden, es un chico que no molesta a nadie, sabe moverse en el mundillo. El gran público le aplaudirá. El paso del tiempo le olvidará. 

Victor Erice, aunque su película Cerrar los ojos fuera irregular, dice mucho más en sus planos que la nueva estrella cinematográfica. Y no digamos las directoras que buscan nuevas perspectivas -la primera película de Estíbaliz Urresola, 2000 especies de abejas, es interesante, pero aún tiene mucho que mejorar-, con propuestas más íntimas e, incluso, como en O corno o Creatura, atrevidas y experimentales. 

Hace mucho que los Goya solo son fuegos de artificio. Ni siquiera la parte reivindicativa es demasiado peligrosa. Almodovar defendiendo las subvenciones al cine frente a los de Vox te recuerda los tiempos del No a la guerra. Sí, se defiende la cultura en Argentina, pero está muy lejos y nadie arriesga mucho, si criticas a Milei. Hubo alguna mención a Gaza o a los agricultores, pero las comparaciones son odiosas; el presente es más acomodaticio y políticamente muy correcto. 

No se nombró a Vermut, aunque muchas de las intervenciones condenaran los abusos; sin embargo, nadie se atrevió, excepto José Sacristán, a decir que vetar las obras de Vermut -RTVE las ha quitado de su página web- es una decisión ridícula. Vermut está condenado antes del juicio y será difícil que pueda volver a rodar. Y sus obras serían quemadas, si eso fuera posible y no fueran demócratas y progresistas los que deciden estos nuevos vetos. Me pregunto si eso no nos hace recordar tiempos en los que otros hacían lo mismo con los libros. Habría que distinguir entre las obras de un autor y al hombre. ¿Deberíamos apartar de las librerías y las bibliotecas la obra de Rimbaud, porque fue un esclavista y un asesino durante la mayor parte de su vida? ¿Despreciamos y enterramos la obra de Heidegger, porque colaboró con los nazis? La derecha quita subvenciones a la cultura, alimenta la pobreza, elimina o aparta lo que pone en riesgo sus intereses económicos. Eso lo sabemos todos. ¿Y la izquierda luchando contra la injusticia -el abuso y la violencia contra las mujeres- no acaba asumiendo un discurso hipócrita, puritano, superficial?

El tiempo pondrá a cada uno en su lugar. A Bayona, a las jóvenes directoras que aún tienen mucho que contar y que tomarán un camino u otro en los próximos años -esperemos que elijan el más combativo y arriesgado-, a Vermut -si consigue volver a rodar- y, por supuesto, a Erice, que es, a pesar de no tener un Goya, uno de los mejores directores de la historia del cine. Sí, aunque sea antiguo y haga películas de otra época. 

El cine sobrevive, incluso, a la mogijatería y a la falsedad de estos tiempos nuestros. 



martes, 30 de enero de 2024

PERFECT DAYS

 

"La próxima vez será la próxima vez... Hoy es hoy".

¿Qué es la felicidad? ¿Cuándo una vida es plena o no lo es? ¿No son los pequeños detalles los que hacen que una vida tenga sentido? ¿Y esos instantes, como el movimiento de las hojas de un árbol, que solo suceden una única vez, no hemos de vivirlos intensamente? 

¿El personaje de Perfect days se refugia en los rituales para superar un trauma o una vida anterior frustrante, como insinúa la relación con su hermana o la mención de un padre al que prefiere no volver a ver? Esto no tiene ninguna importancia. El gran acierto es que este personaje hizo una elección: una vida que le permitiera disfrutar de placeres sencillos, aunque otros le consideren lo más bajo en el escalafón social y le desprecien. 

Nos encontramos delante de un ser bondadoso en un mundo clasista, agresivo e infeliz. ¿La bondad emociona? Sí. La sobrina comprueba que limpia urinarios; cuando entiende que él está a gusto, los prejuicios sociales se resquebrajan. La sonrisa los une. 

Días perfectos es levantarse todas las mañanas, mirar al cielo y observar el mundo como si fuera nuevo. Días perfectos es sonreír al paso del tiempo, aceptarlo, hacerlo tuyo, como solo Oriente sabe transmitirnos. Días perfectos es lavar urinarios públicos y hacerlo lo mejor posible, porque las cosas bien hechas te hacen sentirte bien. Días perfectos es leer un buen libro, fotografiar un rayo del sol, escuchar una buena canción, beber un café, cuidar de tus plantas, sonreír a un niño, pasear en bici, no tener miedo... Días perfectos es soñar y abrir los ojos por la mañana como si volvieras a nacer...

Siempre queda la opción de vivir otra vida, cambiar el rumbo, arriesgar... pero solo si llega sin forzar, sin desearla demasiado, sin perseguirla desesperadamente. El presente hay que disfrutarlo; el futuro... "la próxima vez será la próxima vez". 

Todos queremos ser felices. Todos, aunque a veces no lo parezca, aspiramos a la bondad. 

Wenders y Takasaki han creado un personaje que busca esa utopía. 

Pensé al ver el final de Perfect days en el último plano de Jackie Brown de Tarantino.

Sí hay parecidos; ambos conducen y escuchan una canción. Sin embargo, hay más tristeza en el personaje de Tarantino, aunque la vida de la protagonista sea a partir de ahora una gran aventura. El capitalismo no deja otra salida: la insatisfacción permanente.

No, en Perfect days, aunque en su plano final haya lágrimas, reconocemos la felicidad; está ahí, en el rostro de este personaje bondadoso, tierno, optimista...

El sol sale; un nuevo día comienza...



domingo, 14 de enero de 2024

EL BOSQUE

 


¿Por qué llevaban calcetines los bailarines?

¿Por razones prácticas? ¿Para evitar perder el equilibrio en un suelo de linóleo? ¿Si hubieran bailado con los pies desnudos, nos hubiera emocionado más? Esta duda existencial no me deja vivir...

¿Qué hacía en esta obra -que busca la intimidad- una parte tan extensa, donde se impone la música disco y tecno con gestos, ideas o movimientos que me recordaban a Crepúsculo? ¿Querían provocar desagrado? En ese momento deseé tener fiebre y no solo tos; lo hubiera llevado mejor... 

Allí estaba Orfeo. Si aparece un músico en un bosque es que es Orfeo, aunque toque con un piano y una guitarra electrónica... Y los tres espíritus se dejaban llevar por esa melodía o la escuchaban extasiados... Hubo un momento en que pensé que el músico sería devorado por los espíritus, pero luego recordé que no, que fueron mujeres, seres humanos, quienes lo descuartizaron. 

Nos evitamos ese epílogo tan cruento. Aunque a mí no me hubiera importado... Le hubiera dado muchísima intensidad dramática...

Hay un trabajo y una preparación brutal en esta obra. Notas y observas el sudor de los bailarines y todos los detalles, hasta los más nimios, para expresar a lo largo de una hora ideas o emociones primarias. 

A mí me pareció un bosque gallego; pero es mi percepción... en mi opinión solo los bosques gallegos conservan ese hálito de misterio y fantasía. 

Así que dicen que el fin del mundo está cerca. 

Que en dos meses subirán los precios -más, todavía-; que Gaza y Yemen solo es el comienzo de una conflagración mundial; que hay meteoritos en camino... 

Quizá tengamos que recibirlo bailando...