sábado, 20 de diciembre de 2025

EXPERIMENTACIÓN, NAVIDADES, CONVENCIONAL, HUIDA

 


Filosofía mundana. Javier Gomá y sus reflexiones sobre el amor, la vida, la muerte no son más que huecas y convencionales frases hechas. Si no hay experimentación en teatro, literatura o cine, ya no me interesa. ¿Pido demasiado? Admito todavía los clásicos tal vez porque ellos han resistido el paso del tiempo o porque experimentaban a su manera, buscaban otros caminos, caminos recorridos por ellos hace décadas, siglos, milenios y que nosotros deberíamos reinterpretar de una forma diferente: la mejor imitación, el mejor homenaje es proponer otra manera de mirar o, mucho mejor, dinamitarla. 

No soporto un teatro con ideas hueras y repetidas, que pretende ser alternativo y, sin embargo, a su pesar o a propósito -¡quién sabe!- repite ideas ya vistas; formalmente es pusilánime, cobarde. No soporto una literatura que no busque otra manera de contarme la realidad o la imaginación que nos atormenta. No hay muchos Fosse, Kang, Gospodínov, Krasznahorkai... No soporto un cine adocenado, convencional, previsible. A mi alrededor no veo otra cosa. Mi mirada ha cambiado, ha envejecido: escéptica, inconformista, agotada...

Enciendo el televisor y en los informativos identifico las mentiras y la propaganda: el héroe Zelinski, el malvado Putin, los valores europeos que ahora son el petróleo, el consumismo compulsivo, la guerra y la ultraderecha triunfante. Trump, Papá Noel, Maduro, juicios, Netanyahu, los reyes Magos, familia, corrupción, elecciones, regalos... Este documental sobre el metro de Londres me aburre: esperaba que me sorprendieran. Luces de Navidad. Me ciegan, me deslumbran, me ensordecen. Necesito silencio, oscuridad, penumbra... Decepcionado, apago el televisor.

Agnés Varda experimentó. Godard también. Todavía hay quien se aleja de las convenciones para plantear otras formas de ver el mundo: excepciones. 

Las Navidades murieron hace once años. Estoy lejos. Observo distante a compañeros decorando puertas y aulas con los alumnos, sintiéndose arrebatados por un sentimiento colectivo de "filantropía", alejando los malos espíritus, aceptando y asumiendo lo convencional: luces de Navidad, amor, buenrollismo... ¿Será verdad, como me confiesa un profesor, que mis compañeros no tienen esa curiosidad que te obliga a preguntarte si el mundo en que vives es real o imaginado, que te obliga a leer y a devorar libros, películas, porque, si no lo haces, la vida sería baldía?

Huyo, porque las Navidades para mí se terminaron hace once años. No soporto esta alegría. No soporto cientos de mensajes en wasaps de grupo. Mucha gente me abruma. Misantropía al cubo, soledad deseada; me cobijo entre mis gatos y mi hermano. Viajaré a Creta y Nápoles. 

Preparo un taller de papiros, mientras termina la carrera solidaria. Se abren las puertas. Son pocos los que entran y se sientan y dedican un rato a escribir con tinta china letras griegas y jeroglíficos egipcios. 

Un adolescente, uno de estos que se ha apartado de su grupo de amigos "hinchapelotas" -¿es valentía o aburrimiento existencial lo que le impulsa a una soledad suicida?- entra tímido y me pregunta, curioso, qué es esto. Se lo explico. Se sienta y se concentra unos minutos intentando escribir su nombre en griego. Se marcha; le entrego el papiro que había dejado encima de la mesa. Es tuyo, te lo regalo. Gracias... 

Una joven ha traído su cuaderno de dibujo; se ha entretenido hora y media dibujando jeroglíficos. Ojos, variantes de ojos, obsesiones personales... 

Otra, concentrada, mientras su amiga le pedía marcharse de allí e ir a otro taller para colocarse las gafas de realidad virtual, se ha negado con una convicción y firmeza admirables y, fuera del tiempo y el espacio, ha escrito durante una larga hora, ensimismada, en una hoja de papel las letras mayúsculas, las minúsculas griegas, una a una α β γ δ Ε Η Θ: así aprendían a escribir los niños hace miles de años. 

He despertado al gato Kenji. Araña la puerta. Le dejo entrar. Escribir me ha relajado: en papiro, en pergamino, en papel, en una pantalla pixelada. No importa si es leído, aunque mi vanidad deseé compartir estas palabras. La escritura libera el dolor por sí misma. 

Experimentación. Navidades. Convencional. Huída.