domingo, 5 de abril de 2020
EL SILENCIO, LA FELICIDAD
He terminado Memorias de Adriano.
Es la cuarta vez que lo leo.
La primera, muy joven, me dejó una buena impresión, pero no creo que entendiera la mayor parte; sólo lo atisbé o intuí. Con el paso del tiempo, año tras año, me siento más cerca de este hombre: un viejo, que ha amado, que ha vivido y que se prepara para la muerte.
Cierro el libro. Salgo a la terraza.
Calor tibio de una mañana de primavera.
Cierro los ojos. Caricias de luz. Sólo se escucha el canto acompasado de los pájaros.
Filas, delante del ultramarinos, respetando la distancia de seguridad escrupulosamente. Hombres y mujeres con mascarilla. Parques vacíos; tiendas y bares, cerrados.
Silencio. Extraño, inquietante y, al mismo tiempo, amable.
Serenidad, tranquilidad.
Acepto el mundo que me rodea; incluso, voy más allá y me confundo con él.
Mis deseos, mis preocupaciones -el trabajo, la escritura, el amor no correspondido, la soledad, la muerte- se diluyen. No dejan de existir; simplemente, se mezclan con el fluir de la vida y el paso del tiempo.
Un atisbo de felicidad, tierna y suave. Los males se evaporan; son intrascendentes. Siento, como ella escribió hace una semana, el dulce rumor, la dulce melodía de una rutina que se sintió a gusto a mi lado...
Solo yo puedo entenderla, a pesar de la distancia.
"...Vendrán las catástrofes y las ruinas; el desorden triunfará, pero también, de tiempo en tiempo, el orden... Las palabras libertad, humanidad y justicia recobrarán aquí y allá el sentido que hemos tratado de darles..."
Me siento bien.
Equilibrado, sereno, feliz.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario