domingo, 26 de enero de 2020

LARISA SHEPITKO Y ASCENSIÓN


Larisa Shepitko rodó Ascensión en 1977. Ganó el Oso de Oro. Dos años después murió en un accidente de tráfico a los cuarenta años tras cinco películas a sus espaldas. Era una de las pocas directoras soviéticas que logró, entre sus compañeros, hacerse un nombre. Y eso, para las mujeres, sea donde sea, siempre es más difícil.
Su marido, Kilmov, en 1982, le hizo un homenaje: es un documental sencillo. El comienzo resume en unas pocas fotografías familiares toda una vida. Y me emociona.

               
               Elem Kilmov's Larisa from The Eclipse Viewer on Vimeo.

Kilmov, durante esa década rodó dos películas más que, en parte, siguieron la estela de su mujer. Después cayó el muro y se les olvidó. A ambos. Pertenecían a una generación que aún creía que cierto tipo de cine era posible, donde no cabía la autocensura. Es curioso que, aunque en este caso, tuvo que marcharse de la URSS, Tarkovski hubiera pensado lo mismo. Con la llegada del capitalismo esa manera de ver el mundo, irónicamente, desapareció.
El tiempo deja a cada uno en su lugar. El tiempo nos permite aceptar lo que somos, curar las heridas, madurar, cambiar el rumbo, ser valientes o no serlo. Olvidamos lo que debe olvidarse; recuperamos lo que se perdió y valía la pena. Las modas pasan. El presente se nos escapa, cambia. Miramos con serenidad al pasado: el buen cine vuelve a nosotros.
Acabo de ver Ascensión. Y he descubierto a una gran directora.
La película, al principio, nos lleva a un género clásico, tradicional. Dos rusos intentan atravesar territorio enemigo durante la ocupación nazi. Es pura supervivencia. Cuando son capturados, todo cambia. La directora ha decidido a partir de ese momento que el tema sea otro: la toma de conciencia, cómo enfrentarse a la muerte. Con dignidad o con cobardía. El valor y la culpa. La responsabilidad ante uno mismo y ante los demás.
Y no lo hace con un discurso maniqueo, sino mostrando la complejidad de la naturaleza humana, nuestras contradicciones. Esa que conforma nuestra psicología, para lo bueno y para lo malo.
Estos minutos, que están al final de la película, son sobrecogedores. Y lo son, porque detrás hay alguien que decide en un impresionante primer plano, reflejar cómo un ser humano se enfrenta a la muerte.
(Aunque no se pueda ver en el blog, te permite visualizarlo en youtube)


                  

Muy pocos han conseguido esto. Ella lo hizo.
Sin estos momentos mágicos, el cine no tendría sentido.
Gracias a ellos el cine nos hace sentirnos más vivos.
Gracias, Larisa.




viernes, 3 de enero de 2020

DOS HERMANOS


Un corazón se puede romper. Se quiebra. La impaciencia, la desesperación, el dolor, la tristeza, la soledad.
¿Qué hacemos? Protegernos, inventar mundos alternativos, personajes imaginarios, finales felices; a veces, aunque nos atraviese y nos parta en dos, afrontar la verdad, asumir lo que somos, aceptar la realidad. Y, al final, deseamos encontrar una mirada que nos comprenda; alguien que nos coja de la mano.
Mr. Robot apartó las ideas sociales y políticas en su última temporada para centrarse en la psicología del personaje central. Y acierta. En esos momentos, sin duda, están las mejores escenas de la serie.
Hay un autodescubrimiento: el de Elliot. Y también, una historia de amor: la de los dos hermanos, Darlene y Elliot.
Dos corazones rotos, desesperados que se necesitan, se buscan y se encuentran.
Dicen que sólo el amor nos salva o nos puede devolver, aunque sea por un momento, nuestra condición de seres divinos.
Es posible. Me gustaría que fuera verdad.
Que la mirada entre dos personas que se quieren, no sea un final, sino un principio.