Mientras en Cataluña las protestas continúan y las televisiones lo convierten en un gran espectáculo mi hermano y yo hemos disfrutado de dos grandes películas. Las dos llegan del festival de Cannes con premios. Y merecidos.
Retrato de una mujer en llamas es la mirada inteligente y sensible de su directora, una mujer con cuatro largometrajes a sus espaldas muy interesantes, Celine Sciamma.
Admito que me resultó difícil aceptar que estas mujeres tan valientes y conscientes de su identidad, las protagonistas de esta película, pertenezcan al siglo XVIII. Son del siglo XXI; de eso no tengo ninguna duda. Aunque todo -el guion, la dirección, la puesta en escena- funcione como un reloj, no dejo de pensar en ese pequeño detalle, que para mí no es baladí.
Y, aún así, es una película que hay que ver por muchas razones. Un guion preciso, sin ninguna debilidad. Una dirección elegante. Una puesta en escena cuidada. También hay una reflexión sobre el arte -una de ellas es pintora en un mundo de hombres-. No es casualidad que se mencione el mito de Orfeo y Eurídice; esta vez con una explicación del gesto de Orfeo, el artista, feminista.
Las mujeres, ya desde hace tiempo, sobre todo en el siglo XX, -siento una cercanía especial hacia Virginia Woolf o Chantal Akermann- quieren contar por sí mismas lo que sienten y viven. Y el arte es otra manera, quizá la más duradera, de expresar y decir alto y claro tras siglos de silencio impuesto: "Esta es mi mirada".
La directora ha recreado un mundo ideal, sin hombres. No quiso hablarnos de la opresión del mundo masculino que las obliga a aceptar unas normas injustas. Los sueños y deseos de dos mujeres se hacen realidad. Solidaridad, inteligencia, deseo, ternura.
El mundo real aparece al final; es inevitable. El último plano, mientras se escuchan las Cuatro Estaciones de Vïvaldi, cierra de manera impresionante una gran película.
Parásitos de Bong Joon-Ho es otra cosa. Y no sabría decir qué.
Podría ser una comedia salvaje o una película de terror. Pero, para mí, sobre todo, es una película política, en el sentido más amplio del término.
Enseguida piensas en Buñuel o en Chabrol. Y te das cuenta de que, aunque pueda parecer intrascendente en un principio, nos está hablando de la explotación, del capitalismo, de cómo hay gente que tiene que sobrevivir y es capaz de cualquier cosa para seguir adelante, como parásitos, y también de otros que viven en un mundo paralelo, ajenos al sufrimiento de los demás. Nos dice que el egoísmo y la insolidaridad nos enterrarán, que nos ahogaremos, como ellos, metafóricamente, cuando la lluvia, como un castigo divino, convierta nuestros ridículos sueños en pesadillas.
Esos personajes, patéticos, desesperados, sí, somos también nosotros.
Y quizá, en el futuro, ni siquiera nos queden sueños que nos puedan salvar.
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