Hoy he estado ayudando a unos cuantos taranconeros que se han puesto a medio y largo plazo un objetivo muy digno: salvar un edificio abandonado y convertirlo en un espacio para la memoria.
Intereses de todo tipo, cobardías, excusas han llevado a una situación de deterioro grave para un lugar que debería ser preservado, si hubiera un cierto respeto a nuestro pasado.
Se ha presentado una exposición de fotografías en el que se muestra el estado actual del Hospitalillo.
Y otra exposición con fotografías que se hicieron durante la Guerra Civil, acompañadas de algunos testimonios y datos.
Y una escultura. Una cepa: símbolo de algo que si no se cuida, muere. Como nuestra memoria.
También se ha repartido un relato escrito por mí: Febrero de 1937 en el que Regina, mi tía-abuela, es la protagonista. Estoy orgulloso de haber hecho esta aportación. Gracias por contar conmigo. Quien quiera volver a leerlo, lo encontrará en este ENLACE:
Se ha limpiado y podado parte de la zona y se ha pintado la valla. Queda trabajo por hacer, pero esto no ha hecho nada más que empezar. Y ellos lo saben. Llevan toda una vida luchando por causas justas.
Entré por primera vez en el interior del Hospitalillo. Estar en las mismas salas donde Regina, mi tía-abuela, vivió una parte importante de su vida, es emocionante, aunque el edificio esté tan deteriorado. También pude comprobar que merece una oportunidad; debería convertirse en un lugar que los taranconeros puedan disfrutar como un bien común, compartiendo un pasado, aceptando lo que fue.
Así que ¡ánimo! Yo también me esfuerzo, aunque sea a través de la escritura, en recuperar ese pasado, compartirlo, devolverle la vida. Porque algo sólo muere, si lo abandonamos y lo olvidamos.
No lo hagamos...
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