viernes, 21 de octubre de 2016

JAPÓN: EL ÁRBOL Y EL RUIDO




Japón. Un árbol.
Lo vi en Hakone, cerca del Monte Fuji. Al borde del lago Ashi. La vía sagrada de un santuario sintoista, Hakone Shrine, nace en una puerta, anclada en el agua y se eleva hacia la montaña.




Y allí, junto al templo, está el árbol que vuela hacia el cielo.



El espacio sagrado. La naturaleza es sagrada, está viva. Volvemos a ella.
Despierta y recupera lo que ocultamos. Lo que echamos de menos.


La tierra nos devuelve a aquellos a los que no veremos.
Soñé con mi madre. La noté muy cerca de mí, protegiéndome. En Japón siempre ha estado conmigo.
Sin raíces profundas no podemos elevarnos hacia las estrellas...

Tokio. Shibuya.
Ruido. Imágenes que marean y atraen. Espacios repletos de gente libre, en movimiento, atrapada...


Kyoto. El jardín de Murin-An. La casa del té. Espacios sencillos, simples, líneas rectas. Visión que se extiende en el vacío.


En un palacio o un templo de Kyoto. El artista en sus habitaciones busca definir, reflejar el espíritu de la naturaleza. Trazos sencillos, naturalistas. Lo ideal, lo soñado.




O describe en un anuncio que puedes ver en el metro de Tokio un mundo moderno, juvenil, palpable, agresivo...


La naturaleza, a su vez, juega con la luz, pinta con la luz. Los reflejos en un espacio que el hombre ha recreado, idealizándola.


Los ritos se respetan. Purifiquemos nuestro cuerpo, limpiemos nuestras almas de los pecados... Pidamos deseos a los dioses. Tal vez nos escuchen...










Los rascacielos de Tokio se alzan entre la niebla. ¿Monstruos o maravillas? Los admiramos y los tememos.


Hiroshima. Recordamos a los muertos y nuestra historia. Generaciones que no deberían olvidar las pesadillas que hemos engendrado.


El tiempo se detuvo. A veces. Hubo momentos en que comprendí que la vida sigue, continúa, fluye... Que debemos aceptar lo que llegue sin más. Y eso está bien.


Tal vez la muerte y la vida sea eso.
Volvemos a la tierra de donde venimos. Seremos de nuevo raíces y savia y aire y agua...

Mientras tanto, vivimos...

YOUR NAME



Una noche en Tokio. Llevaba varias en Japón. 
En Tokio se pone el sol a las cinco y media. Miro el Facebook al volver al alojamiento antes de buscar un sitio donde cenar. Me fijo que en un instituto donde trabajé, el IES Rosa Chacel de Colmenar Viejo, empezaban un ciclo de cine con Miyazaki, la princesa Mononoke. Esa misma tarde había visto el cartel de Your name, de Makato Shinkai, en el cine de un gran centro comercial, uno de los más conocidos de Tokio. Es un gran éxito de público desde que se ha estrenado en Japón. 
La prensa decía que es el heredero de Miyazaki... La prensa siempre busca un titular. Y es poco de fiar, como todos sabemos. Se comentaba la sensibilidad menos clasicista, más moderna de una nueva generación. No había visto otras películas del tal Shinkai. 


Entonces se me ocurrió. ¿Por qué no verla aquí en Japón? Otra experiencia más. No entendería ni papa, pero si es buena, seguro que las imágenes hablarían por sí solas. Compré la entrada, comí algo por los alrededores, cerca de Shibuya y entré en la sala. Tenían cojines que ofrecían al que quisiera y los chicos acomodadores te saludaban al entrar a la manera japonesa con una leve inclinación de cabeza y deseándote una buena velada. El espacio entre los asientos se agradecía. Comprobé que la sala estaba llena... Tuve que verla en la primera fila.
Azcona dijo una vez que el mejor guión es aquel que no necesita de diálogos. O dicho de otra manera que las imágenes por sí mismas hacen comprensible el argumento. Sin tener ni idea de japonés eso es lo que buscaba. Eso demuestra que el cine puede llegar a ser un lenguaje universal.
Aquí hay mucho diálogo. Cómico, dramático e, imagino, por el trailer que he visto, sentimental. Sin embargo, las imágenes por sí solas dicen mucho.
Los temas de esta película de animación me recuerdan a tantas películas clásicas: El fantasma y la Sra Muir, La carta final, Líneas de teléfono... El amor más allá del tiempo y de la muerte. 
En el cortometraje argentino Líneas de teléfono en un mismo espacio y en tiempos diferentes nace un amor, condenado a la tragedia, con el teléfono como línea de comunicación que rompe de manera mágica la imposibilidad del encuentro en un contexto político muy definido, nada menos que en plena dictadura argentina... Vale la pena verlo... Aquí os lo pongo en dos partes.



en el de Hollywood, entre un fantasma y una mujer de carne y hueso llevada al romanticismo más lírico... ¡Esa música de Bernard Hermann!


o en otra de la misma época, Jennie, en la que un pintor acababa enamorándose de una mujer que ya había muerto y que se le aparecía en momentos claves de su vida... y a la que tiene la oportunidad de salvar... Una obra maestra del surrealismo y el romanticismo más radical.

 en La carta final, en una narración -esta vez- realista, que no descarta la sensibilidad, sino que la convierte en una suave caricia del papel y las palabras, aunque ambos estén alejados miles de kilómetros. 

Todas esas referencias me vienen a la mente al hablar de Your name. De todas bebe Shinkai de manera directa o indirecta. 
También, por supuesto, hay toda una tradición de animación manga detrás. Y la sombra acogedora de Miyazaki que es un árbol bueno con raíces profundas. 
Aquí en Your name son dos espacios -parecen mundos ajenos: el rural y la gran ciudad, Tokio- y dos tiempos paralelos, que alejan y acercan a los personajes sin proponérselo. Y además ciencia ficción y cine de animación de calidad. 
Noté el realismo de la propuesta también cuando reconocía -y eso lo disfruté- los pequeños detalles de la vida cotidiana de Tokio que había vivido los días anteriores.
Volvamos a la idea motriz: amor que juega con el tiempo y el espacio, imposible y, al mismo tiempo, real. No cae en la sensiblería, aunque intuyo que en algún momento está al borde.
Intercambio de cuerpos y mentes, - comicidad inicial, comedia adolescente- supone al final comprensión del otro, madurez. 
Tradición y modernidad, clasicismo e innovación. Imágenes de cómic con sobriedad visual y firmeza en el montaje, que sabe ser intenso o contemplativo, cuando conviene a la narración. Un paralelismo con la dicotomía en la que se mueve el Japón actual. Y tal vez nosotros mismos...
Y un romanticismo muy cuidado. E imágenes y escenas con una poderosa fuerza visual.  
El final es abierto y sugerente...

Es una gran película. A la altura de Miyazaki. No es su heredero. Es otra cosa y eso también me parece bien.
Tenemos a un autor a tener muy en cuenta. Estaré pendiente de su estreno en España.