Acabo de cerrar tus ojos y he acariciado
tu mejilla.
Estás muerta…
La ambulancia no llega, la ambulancia no
llega. La ambulancia nunca llegará…
El gato huele el miedo, la tensión en
nuestras miradas. Los gatos saben cuándo la muerte se encuentra con nosotros…
Te veo a través del cristal. Estás
tendida con una manta que te cubre de cuerpo entero. Sólo puedo ver tu rostro. Tus
ojos están cerrados; antes de que tus músculos se agarrotaran, cerré tu boca: ya
no tienes ese último estertor de dolor, de una palabra que quisiste y no
pudiste pronunciar. Ahora pareces dormida, tranquila.
Vas perdiendo el calor. La ambulancia no
llegaba e ibas perdiendo el calor: los pies y las manos estaban frías; aún
notaba el calor en tu pecho, en tu cuello. Pronto estarías completamente fría.
Ya lo estás, mamá.
Has muerto en la habitación de un piso de
alquiler; con los tuyos, sí, pero lejos de tu casa, de tu tierra. Ha sido tu
último viaje y no lo sabías…
El médico llega y certifica tu muerte. Un
aparato electrónico demuestra que no hay constantes vitales. La ciencia
adelanta… al menos, no la enterrarán viva. Un detalle. Tres cuartos de hora después.
Era una ambulancia que no llegaba, porque nunca iba a llegar…
Los policías te ofrecen dos opciones: un
proceso muy largo en la morgue judicial y un proceso largo. Una semana
esperando que nos den el cuerpo de mi madre para poder enterrarlo; o dos o
tres. “Es un favor que le estamos haciendo”. La burocracia no facilita la vida,
la entorpece, la ahoga… El negocio de la muerte.
Todas las llamadas hechas; se llevan tu
cuerpo. Te colocan en la camilla, tus manos cuelgan sin vida como las de un
muñeco. Tapan tu rostro y te atan. Ya no nos puedes ver. Ya no te veo, mamá.
¿Dónde estás?
Es mediodía. Necesitamos respirar aire
puro. Damos un paseo por Avd de Mayo, llegamos al Obelisco, teatro Colón, el
parque del Retiro. El viernes estaremos por puerto Madero. ¡Cómo te hubiera
gustado pasear con nosotros y disfrutar con las personas que más querías!
Notamos tu ausencia, ¡nunca sabrás cuánto!Unos niños juegan al fútbol con su
padre en el Retiro. ¿Recuerdas a las dos niñas que estaban en el avión cuando
tú te morías poco a poco durante el viaje? Yo sí las recuerdo; una de ellas
llevaba un forro polar lila; colgaba de su mano derecha un mono de felpa; con
la otra mano se agarraba a su hermana mayor. Tú no las viste; mientras tu vida
se apagaba, la suya empieza. Mi hermano se ducha; ojalá fuera tan fácil lavar
el dolor y la tristeza.
Lo que somos Raúl y yo es gracias a ti.
Tus valores están en nosotros, tu amor también se quedará con nosotros.
Ya no estás aquí, mamá. Te echaremos de
menos.
Escrito el día de Navidad de 2014
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