sábado, 24 de marzo de 2012

LA VIDA CONTINÚA. Y ASÍ DEBE SER.


Hoy se ha cumplido el primer aniversario de la muerte de mi padre.
Mi hermano y yo decidimos hace un año esparcir sus cenizas en un lugar del Retiro, tranquilo, apartado. Un lugar donde hay agua, un lugar donde hay tierra...

Por la mañana fui allí y dejé un ramo de margaritas. Hacía buen tiempo; la primavera había llegado para quedarse. A su alrededor la vida fluía. Un padre y sus hijos llegaron en bicicleta y se quedaron a unos pasos. El padre arreglando la bicicleta de su hijo; el niño pequeño y la hija mayor jugando, curioseando por los alrededores. Un poco más lejos, sobre un puente, una chica, rumana por el acento, estaba siendo fotografiada. Reía mientras hacía su trabajo. Por la poca ropa que llevaba y los gestos sensuales que hacía a petición del fotógrafo era fácil saber dónde acabarán esas fotos: poblarán las paredes de los talleres mecánicos y los habitáculos de los camioneros. Servirán para los sueños húmedos de muchos hombres. Y todos estábamos allí por razones distintas, y estábamos vivos.
Esta tarde en una fiesta colectiva pude ver a padres que disfrutaban de sus hijos, que jugaban con ellos, que compartían con ellos momentos que construirán sus recuerdos; pude ver a gente bailando, cantando, comiendo. Pude ver a amigos haciendo planes para el futuro.
Sí, la vida continúa. Y así debe ser.

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