Llevo tres años en la educación pública. Dos como interino y otro como profesor en prácticas.
Cuando llegué, enseguida supe que la educación pública estaba en peligro; las medidas que se estaban tomando afectaban a todos: a los alumnos, a los profesores, a los padres.
Nadie hacía nada. Las huelgas y las convocatorias eran un fracaso; la gente no confiaba en los sindicatos; protestaba en los bares, pero no creía que pudierámos cambiar nada y estábamos divididos...
Algo ha cambiado. Ha llegado la gota que ha colmado el vaso. ¿Cuál ha sido? ¿Las dos horas de más? No creo. ¿Que quitaran las tutorías? Tampoco.
Estamos en un nuevo tiempo porque la gente está harta. El 15 M no es más que un ejemplo del hartazgo de mucha gente. Y ha estallado.
En la asamblea del instituto, ayer, vi a la gente harta, con ganas de luchar juntos por la educación en la que creemos. Hoy también en la cacerolada.
Si seguimos juntos, podemos conseguir que Esperanza y Figar no sigan deteriorando la educación pública apostando por la concertada y la privada.
Será largo, porque no darán su brazo a torcer; seguirán manipulando, seguirán intentando dividirnos con unas promesas por allí, unos complementos salariales por allá.
El comienzo es prometedor...