miércoles, 16 de abril de 2025

BARCELONA: INDICIOS DE UNA REPRESENTACIÓN


Caminando por el Raval con una cámara a cuestas y el trípode me encontré con el rodaje de una serie para TV3. Vi la oportunidad para colocarme y me dispuse a grabar un plano de unas pancartas, pensando que formaban parte del espacio. Una encargada de producción me prohibió grabarlas: eran una puesta en escena y a la productora no le interesa su difusión antes de la promoción de la serie.

Es irónico que los únicos que me hayan prohibido grabar en la calle sea alguien que quiere proteger sus intereses y que prepara una representación donde se condena precisamente eso: la privatización del espacio público con fondos buitres, desahucios, turistificación, gentifricación... 

Barcelona hace mucho, como tantas otras ciudades y centros históricos, no es más que una gran puesta en escena al servicio de unos intereses crematísticos muy concretos. En Barcelona la situación ha sobrepasado los límites o es posible que mis visitas a lo largo de la última década me hayan hecho más permeable a esos cambios. Las empresas turísticas o tecnológicas se han apoderado de un espacio que antes pertenecía a los vecinos. 

En el Raval el deterioro del barrio, que siempre es un preludio para convertirlo en un parque temático y expulsar a los inmigrantes o vecinos de bajo poder adquisitivo, se mezcla con una presencia cada vez mayor de hoteles, restaurantes o museos. Encuentras revueltos pakistaníes con sus peluquerías, fruterías, carnicerías, kebabs; pisos turísticos, más o menos ocultos; bares de estética moderna; terrazas que se han adueñado del espacio público. 

Hay indigentes, apartados, que no molestan demasiado; unos policías hacen acto de presencia para decirles que no pueden ocupar determinados lugares. Un grupo de indigentes ha encontrado uno de estos sitios bajo el andamio de una fachada. Las veces que paso por allí me encuentro con una mujer prematuramente envejecida, aunque todavía busque cuidarse, maquillarse. Se pinta los labios; la veo junto a otra mujer; sola, rodeada de cinco o seis hombres. 

La lengua separa; una mujer china y otra vecina chocan; no se piden disculpas. La inmigrante le espeta a la otra: "¡Tu abuela!". La otra, agresiva, responde: "La tuya". A unos metros, más calmada, se dirige a su compañera: "A saber lo que significa". 

Una pareja árabe discute a voz en grito; ella se quita las sandalias y amenaza con tirársela; creo recordar que era un gesto de desprecio en su cultura. Sentados a la terraza una discusión de pareja; ella, latinoamericana, ronda la cincuentena, está cansada y le pide a él, un vecino de toda la vida, veinte años mayor, que la trate mejor. A su alrededor, parados o currantes que intentan ignorar su agotamiento, su pobreza espiritual, bebiendo. Otros, como vi aquí en mi barrio hace una semanas, se emborrachan, bailan, ríen, pierden el sentido, la compostura. Necesitan olvidar. 

En la barra de un bar, una vieja bodega restaurada por unos argentinos afincados hace más de una década en el Raval, en este local para gente del barrio, rodeada, como si fuera un campamento romano en la Germania, por bares de pinchos a precios turísticos, un cuarentón de la vieja escuela, un gay que ha vivido lo suyo y más, conversa con una pareja de amigos, rockeros de esos que nunca mueren. 

"-Iba desnudo por la playa. Fue el último. Después aprovecharon para cambiar la normativa". 

"-Lo hacían en los matorrales, ahí arriba, ya sabes... -Hace mucho que no voy... Sé de un amigo que tenía su coche aparcado y, claro, se los encontraba todas las noches... Aquí tenemos muchas historias que contar..."

Uno no hace más que esquivar muchas obras en la calle; obras y obras para hacer de Barcelona una ciudad limpia en la que los inversores multinacionales se dejen mucho dinero. 

Aprovechando esta visita me he puesto a leer dos ensayos: Metamorfosis urbana en el capitalismo-crisis de Francisco Quintana y La derrota de Occidente de Emmanuel Todd.

El primero es un análisis económico del modelo urbano que el neoliberalismo ha implantado. El segundo, más anárquico, al menos, te muestra una realidad geoestratégica bastante diferente a la que los medios de comunicación nos ofrecen. Nos revelan ambos que no es Trump ni la ultraderecha el verdadero peligro, sino un modelo sistémico en el que todos colaboran y que nos conduce al desastre; democracias e información controlada por los grandes fondos de inversiones y los oligopolios que, a su vez, es propietaria de miles de viviendas. Privatizaciones, más o menos consentidas, incluso, en la construcción de vivienda social, un señuelo para ocultar su escasa presencia y los beneficios que, bajo el paraguas de lo público, estas empresas privadas adquieren. Deudas e hipotecas para la gran mayoría. Precios desorbitados de los alquileres. Si el fascismo llega al poder, es porque facilita el dominio del capital. Tenga el nombre que tenga, o la apariencia que nos presenten en las elecciones, los que mueven los hilos son otros: el mercado manda. 

¿Cuál podría ser la respuesta? No lo sé. Por lo menos, desconfiar de todo, como haría Descartes. Y a partir del cogito, ergo sum, que cada paso que des en comprender la realidad que te rodea evites los prejuicios firmemente instalados desde el poder o por la costumbre. También en tu vida diaria. ¿En tu trabajo -en mi caso, en las aulas-, en el día a día, no encontramos las mismas pautas? Otros deciden por nosotros; aceptamos los modelos legales o más sutiles y pensamos que podemos suavizarlos en decisiones cotidianas cuya capacidad de influencia es cada vez más limitada. 

La mañana que estuve en dos barrios obreros -uno de ellos, St Andreu- me sentí mejor. Lo que veía era más reconocible; se asemejaba a Vallecas o Moratalaz. Los mismos edificios construidos en los setenta, una dinámica parecida, una lengua que reconocía... Pude reconciliarme ese día con una Barcelona que he empezado a detestar. Todavía en esos barrios puedes encontrar un antiguo cine okupado, en el que se proyectan películas: Cineteka, mientras tres mujeres latinoamericanas, que rondaban los cincuenta años, esperaban, al lado del edificio, una cita con la oficina de empleo, a unos metros. Mientras el banco y el fondo buitre no se interesen por él... 

Quizá en esta Cineteka alternativa se animen algún día a proyectar Ellos viven de Carpenter, una película anticapitalista, divertida, anarquista, política, heterodoxa. Los banqueros, los policías y una parte muy importante de la población, una clase media privilegiada, son seres extraterrestres que se ocultan bajo nuestra apariencia, y cuyo objetivo es destruir el planeta, explotarlo, mientras los más pobres viven en las peores condiciones. Detrás de la publicidad y los medios de comunicación están mensajes del tipo: obedece, consume, no pienses... Solo necesitas unas gafas negras para verlo. Matrix y sus pastillas se quedaban en la superficie. No iba mal encaminado este Carpenter. Es mejor que cualquier panfleto o discurso. Y nos dice, entreteniendonos, qué mundo tenemos en realidad. 

Edurne Portela y José Ovejero han publicado un libro, escrito a duo, Una belleza terrible, que gira alrededor de la figura de Raymond Molinier, trotskista convencido, y algunas de sus mujeres. Formaron parte de una generación que creía en la revolución; primero, en Europa; después, en Latinoamérica. Perdieron. Eso sí, al menos, lucharon. En cambio, parece como si nosotros ya nos hubiéramos rendido... 

Los dos ensayos plantean una crisis en Occidente. Cuando visitas las grandes ciudades y observas colas para subirse a un autobús turístico, para entrar en los museos; terrazas llenas, centros comerciales abarrotados. Dudas si realmente el capitalismo tiene los pies de barro como predicen estos expertos. Y, aunque llegara una gran recesión, o perdiéramos la guerra comercial con China o militar contra Rusia, y bajo la alfombra y la apariencia, haya, en realidad, hipotecas, deudas que hagan explotar las burbujas y las diferentes representaciones, ¿no es lícito pensar en la confianza del modelo depredador, que es insaciable, y que concebirá nuevos recursos, como siempre ha hecho, para salvarse?

¿El clima, los recursos limitados del planeta? No importa; se necesitan décadas para que nos afecte. Para entonces habrá otros planetas a nuestra disposición y para nuestra explotación sistemática. Si hemos sobrevivido.

Un indigente toca un piano, bien afinado, en Plaza de Cataluña. Las colas para subirse al autobús turístico dan la vuelta. Los policías municipales toman su café mañanero en una franquicia. No toca mal el piano este hombre... 

Continúa el rodaje de la serie. Parece una discusión a la puerta del bar. Han puesto los de producción un poco de basura desperdigada en la calle para que así sea más creíble. Mossos de escuadra cuidando que nada ocurra fuera del guion. Turistas que hacen las fotos de rigor. Currantes pakistaníes ocupados en sus tareas diarias, trasladan mercancía u objetos de segunda mano de un comercio a otro; pasa a toda velocidad un joven con la bicicleta y una mochila repleta de comida rápida. La ayudante de producción pronuncia las palabras mágicas. 

Se rueda. Acción. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario