domingo, 8 de junio de 2025

EL VIENTO SOPLA DONDE QUIERE

 

Siento una especial cercanía hacia Jonás Trueba. Ternura, podría afirmar, si no me pareciera algo irrespetuoso. Por eso, tal vez sus debilidades me irritan más. Es como si esperara que este hombre fuera un ser perfecto. No lo es, y eso le hace más atractivo. Me contradigo, sin duda. Es como esas películas de las que habla en sus comentarios, seleccionados de su blog El viento sopla donde quiere: películas enfermas, como las llamaba Truffaut, uno de sus referentes. Son películas que tienen muchos fallos, pero dejan una huella mucho mayor que las técnicamente inmaculadas.

Así que empezaré por las debilidades de Jonás Trueba, que, tal vez, son las mías, reflejadas en un espejo. Son pequeñeces, pero describen un carácter. Critica la dictadura de Cuba y a Fidel Castro, pero, en cambio, no hace lo mismo cuando menciona a Felipe VI y Leticia. Tampoco le voy a pedir que sea un nuevo Pasolini, pero, al menos, podría ser más crítico. Nunca le vería implicándose en política -mucho menos en la nacional-, porque eso tal vez supondría enemistarse con amigos. Y esto, lo admito, podría verlo como una virtud. Es discreto; así que su crítica nunca llegará a buscar el enfrentamiento; lo rehuye y lo evita. Intuye que eso le daría dolores de cabeza innecesarios. Podría mencionar algunas reflexiones sobre películas que contradicen su visión -muy parecida a la mía-, pero somos seres contradictorios. Las admito, porque todos tenemos "perversiones", que no nos atreveríamos a admitir en público. En realidad, lo peor y lo mejor de Jonás Trueba estuvo en su intento de entender la adolescencia, Quien lo impide, un documental que mostraba un mundo que le apasiona, pero sin profundizar del todo, sin arriesgarse a hacer daño, herir o provocar; solo quería que los adolescentes hablaran de sí mismos, pero, curiosamente, hablando de sí mismos, asumieron un discurso convencional. Hubiera querido más rebeldía, que sangrara y tocara heridas que dolieran. Ese nunca será Jonás Trueba y esa es su mayor virtud y su mayor defecto.

¡Son nimiedades! Sí, lo son. O tal vez no. Eso dependerá de qué camino escoja en los próximos años. Esos detalles que nos hacen como somos. Son los que siempre me irritarán en Jonás; los mismos que me lo harán tan cercano.

Esto que acabo de escribir solo representa una ínfima parte de sus reflexiones sobre el cine. El resto lo comparto plenamente. Su pasión por Mekas o Rohmer, por el cine independiente, experimental que busca alejarse de los canales de producción en masa, que vive el presente, curioso, mirando al infinito. Y no solo hablo del respeto y admiración por los clásicos; y aquí tenemos que incluir a Tarkovski y los representantes de la Nouvelle Vague y a Chaplin y a Wilder. O experiencias diferentes como la de Laxe, Hong Sang-soo, Jarmusch. Y tantos otros; algunos grandes desconocidos. 

En su tramo final expone la necesidad de que el cine pueda llegar a las aulas de manera diferente, que transforme nuestra mirada. Cine en curso es un proyecto en el que ha participado y sería muy interesante que llegara a más sitios. 

CINE EN CURSO

Sobre todo ha logrado implantarse en Cataluña. Sin embargo, quienes llegan a participar en el proyecto son muy pocos; en Madrid solo doce institutos en varios cursos. Es una pena que la realidad de la Educación no permita que esa mirada pueda extenderse. ¿Cómo planteársela, si necesita de una energía y un apoyo económico e institucional, del que muchos carecemos? O si, en cambio, se apuesta por proyectos, convertidos en cáscaras vacías las más de las veces, pero que, eso sí, reciben financiación y sirven para vender cierto marchamo de centro a la última moda. O si los mismos profesores, agotados, acaban llenando los huecos con películas que adormezcan a sus alumnos, cercanos a sus gustos, en vez de arriesgar. Es revolucionario ponerles una película en versión original. ¡No digamos en blanco y negro o muda! ¿Y si les contáramos que hay otras maneras de hacer cine y de verlo? Aceptamos la mirada que nos han impuesto. O no tenemos ni el tiempo ni los medios para hacerlo realidad.

Sí, yo también hecho de menos, como Jonás, esas "películas hechas con caligrafía imperfectas... con borrones y tachones... ; es decir, lo contrario de tantas que se hacen ahora, que fluyen de un plano a otro, sin que nos demos cuenta, anestesiándonos". 

Sí, Jonás tiene algo: esa ternura del niño que disfruta del cine, lejos de la industria y sus productos comerciales. Rara avis que sobrevive al pragmatismo y la utilidad inmediata, en peligro de extinción, como tantos otros conocimientos inútiles -la filosofía, el griego, la música, el francés, una biblioteca repleta de libros- y más necesarios que nunca.

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