Al volver este sábado del centro, subiendo las escalerillas desde el andén del metro, me encontré de improviso la imagen que podría resumir en qué se ha convertido la fiesta del Orgullo Gay. Un chico llevaba a sus espaldas una mochila pequeña, minimalista, pintada toda entera con la bandera multicolor; en el centro una M fácilmente identificable: la de McDonalds. El Capitalismo ha asimilado la reivindicación: consumismo sin reservas. Todos somos siervos del Capital.
Venía de ver Sirat de Laxe. Y no voy a mencionar la falta de crítica política; primero, porque Marruecos produce en parte la película y no se muerde, -¿por qué no menciona a los pobres saharauies, expulsados del sur, cerca de Mauritania, por cierto?-, la mano del que te da de comer. Y en segundo lugar, porque Laxe buscaba otra cosa: una alegoría universal sobre el ser humano y su oscuro futuro. ¿Es conservadora o reaccionaria? ¿El mensaje abandona la lucha solidaria para asumir la derrota del ser humano al que solo le queda la evasión, la huida o el destierro? Sería una reflexión interesante, pero mi aportación no irá por aquí.
Es el guion, curiosamente, lo que voy a poner en tela de juicio. Si Laxe buscaba dicha alegoría, reforzándola con una atmósfera visual y sonora -con el rave como poderoso estimulo musical- el intento fracasa por el esqueleto que lo sostiene. Me explico -y voy a hacer "spoilers" o un destripe, ¡aviso!-. Laxe tiene un objetivo muy digno y a veces lo consigue. Visualmente las imágenes del desierto -aunque en algún momento sean reiterativas- y la música hipnótica potencian el mensaje que el director pretende hacernos llegar. Sin embargo, falla en los elementos estructurales: los personajes y el argumento.
Los personajes son estereotipos. Incluso el principal, aunque sea muy bien interpretado por Sergi López, está cogido con pinzas. En el género del musical debemos aceptar que los personajes bailen y canten; aquí que busquen una fiesta rave, mientras huyen de una tercera guerra mundial. No obstante, si se desbrozan un poco las acciones de los personajes, no tienen sentido; tal vez porque no se han explicado o porque si se explicaran, romperían la magia que Laxe pretende. Si las aceptas, no hay problema. Si no, el esqueleto flaquea. Se entiende que estos personajes formen una familia, alejada de los convencionalismos, que encuentren en el rave una forma de huir y evadirse de un mundo cruel e injusto: son marginados con un gran corazón. Mucho menos que el personaje de Sergi López arriesgue la vida de su hijo desde el principio llevándole hasta allí con un macguffin o excusa: la búsqueda de su otra hija.
Este aspecto funcionaba perfectamente en su anterior película Lo que arde, porque tanto el personaje del pirómano como su madre tenían una presencia mayor y más poderosa; una presencia de la que todos los de Sirat carecen.
¿Hay trampas en el guion? Sí, seguramente. Algunas son simples detalles como mostrar una camioneta que estalla, haciéndonos creer que los protagonistas están dentro. ¿Hacer explotar en un campo de minas a los personajes es una metáfora demasiado forzada? La muerte del niño, el momento más intenso de la película -preparada y, al mismo tiempo, dirigida y manipulada- logra conmocionarnos y durante cinco minutos queda ese amargor, pero tras las imágenes y la música envolvente, volvemos al esqueleto argumental y la película vuelve a difuminarse.
Se reconocen referencias. El western y el Monument Valley de las películas de John Ford y de otras muchas se trasluce tanto en el viaje como en las escarpadas rocas que sirven de fondo. Eso sí, sin la crítica social, acerada y descarnada, de otros westerns como los de Peckinpah. Y, sobre todo, en el final. Distingo en esa vía férrea que nos conduce a un callejón sin salida el comienzo de Europa de Lars Von Trier.
¿Y esas imágenes de hombres y mujeres, derrotados, agotados no nos recuerdan el final de América de Gianni Amelio?
Es una película fallida y lo peor no es que haya ganado un premio en Cannes -con la ayuda inestimable de los amigos de Almodóvar, productores asociados- o que nadie, ningún crítico que yo sepa, le haya dicho con sinceridad las debilidades de su obra. Lo peor es que Laxe elija en sus próximas películas un esteticismo que se apoye otra vez en argumentos endebles y vacíos en vez de apostar por una experimentación más arriesgada -¿por qué no romper con el molde tradicional de la ficción que es una rémora y hacer un guiño al documental, abandonando las tramas o urdimbres acostumbradas?-.
Sería un giro que le daría menos premios, sin duda, pero, a cambio, le permitiría abrir nuevos campos, si es esto lo que desea, en esta forma de expresión artística y comercial -y esa es su penitencia- que llamamos cine.
A laxe no le interesa eso... Lo dejó bien claro en el coloquio después de la proyección en los cines Verdi... Sólo le importa lo que el espectador 'siente'. Cosa que es encomiable y muy difícil de conseguir y que muchos otros autores ni lo huelen ... Y el cine tiene mucho de esto, aunque si sigue sin elaborar bien los guiones (asociándose con el mismo guionista con el que lleva firmando varios largos), sus "obras maestras" perderán mucho valor con los años porque en el fondo están vacías o tienen muy poco contenido (lo endeble de la estructura de guión)... Una pena porque siendo un festival audiovisual como película, en su conjunto es floja... ¿Llegaremos a ver su obra maestra algún día? Sigo esperando...
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