viernes, 11 de julio de 2025

LOS TORTUGA Y LECTURAS VARIADAS

 

Aprovecho estos días para dedicar tiempo a actividades que no puedo hacer durante el curso escolar. Mientras construyo un primer montaje de imágenes grabadas durante los últimos tres años con vistas a un largometraje documental, leo libros y veo películas. También disfruto por televisión de tenistas y futbolistas en Wimbledon y Suiza. 

Podría hablar de las tenistas -los tenistas, excepto el casi cuarentón Djokovic, me interesan menos- o de las futbolistas, tan profesionales como los hombres, para bien y para mal. De Sabalenka, que necesita expresar sus emociones en cada punto; de la jovencita Andreeva, que pronto perderá esa ingenuidad que todavía conserva, o de Swiatek -todavía no sé cómo se pronuncia-. De lo importante que es la psicología en el deporte, porque es la que decide al final quién gana y quién pierde. Un motivo que me llevaría por caminos tortuosos, así que sigamos con mis preferencias culturales.

Miles de páginas en los últimos quince días. Como diría Aristipo 'no son inteligentes los que leen mucho, sino los que leen cosas útiles'. Cinco libros con estilos y objetivos diferentes giraban alrededor de un tema: la quema de libros y bibliotecas. La biblioteca desaparecida de Canfora -reflexiones sobre la mítica biblioteca de Alejandría-, La biblioteca en llamas de Susan Orlean -centrado en el incendio de la biblioteca de los Ángeles en los años ochenta, aunque, en una crónica periodística, también habla del presente y futuro del libro-, y otros tres que hacían un recorrido histórico más amplio: la obra de Ovendal -un bibliotecario de Oxford y, por tanto, la parte de cómo afrontar el futuro de las bibliotecas en las redes demostraba un conocimiento serio y consistente-, la de F. Baez -con una mirada bastante completa, aunque tienda a veces a la acumulación de datos- y de Polastron -más crítica, dando caña a responsables y lectores, política en el sentido más digno del término-. 

"Cuando muere alguien, se quema una biblioteca" le dice una mujer bagdadí a Baez. La destrucción de bibliotecas se repite a lo largo de la historia. Y no tanto el fuego, sino, sobre todo, la desidia y el olvido, las condenan.

Sí, se menciona Sarajevo y Bagdad y uno de los autores habla de Palestina, incluso. Las guerras destruyen hombres y libros, porque los libros son la memoria de los hombres. Y destruir la memoria es hacer desaparecer completamente al hombre o a la cultura que quieres eliminar. 

Leer los cinco libros al mismo tiempo hacía que a veces coincidieran al resaltar determinados hitos: la biblioteca de Alejandría, los scriptoria medievales, las bibliotecas privadas, las públicas y su difusión a partir del XIX, las biblioclastias del siglo XX -la del nazismo y algunas más-, las dificultades actuales y la obligación de adaptarse a las necesidades del lector en un ámbito tecnológico. 

Entre medias, me animé a leer La gran invención. Por supuesto, esa invención es la escritura. Menciona siete ejemplos, de escrituras que se han conservado, de lenguas desaparecidas. Las de Creta y las de Chipre, las de Isla de Pascua, la azteca e inca, entre otras. Algunas las podemos interpretar; otras, todavía son misterios. El libro de Silvia Ferrara ha tenido poca difusión y es una pena, porque tiene el encanto de esos secretos tan atractivos a primera vista, que uno quisiera descubrir, solo por el placer de volver a darles vida. Me compré también El giro de Greenblatt; ya lo he leído un par de veces, pero quería tenerlo conmigo para hacer lo que hago con algunos libros muy especiales: sacarlo un día del estante y disfrutarlo como si fuera la primera vez. Queda pendiente leer en latín toda la obra de Lucrecio. Tal vez lo deje para otro verano...

Uno de los libros sobre las bibliotecas mencionaba a Ibn Hazm y leí El collar de la paloma. Salvando las distancias, no pude dejar de pensar en la obra de Ovidio, El arte de amar. Les separan mil años y un tono diferente, pero los ejemplos mitológicos del autor latino enlazan con las jugosas y elegantes anécdotas que cuenta el andalusí. Y de ahí pasaríamos -y la influencia de ambas me parece evidente- al Libro del Buen amor del Arcipreste de Hita, uno de las obras más encantadoras y divertidas que yo haya leído. 

Me encontré, tras asistir a una conferencia sobre el tema, la obra de Egeria en mi biblioteca. Es ese viaje escrito en latín tardío de una mujer extraordinaria, valiente que decidió visitar los Santos Lugares en el siglo IV. Que fuera gallega o aquitana no viene al caso. Todo aquel o aquella que siente el hormigueo del viaje es mi compatriota. 

Ruben Montoya descubrió en Segóbriga su pasión por la arqueología. Y Pompeya años después se convirtió en una obsesión. Su Pompeya y los cien objetos que le sirven de excusa busca la divulgación y nos descubre esas maravillas. Pablo Zulaica en sus reportajes, recopilados en Paisajeros, me recuerdan que el mejor viaje, si no es andando, siempre será en tren. El autobús es incómodo; el avión es práctico, pero contaminante y demasiado rápido; el coche te da autonomía, pero te obliga a mantener la atención en la carretera. Solo el tren te permite disfrutar e intentar entender el paisaje y el paisanaje. Por supuesto, el tren lento; el rápido te hace olvidar que el tiempo no debería convertirse en una obsesión, sino en una vivencia. 

Hay otras lecturas más enfocadas a mi trabajo. Dos Vidas de Alejandro, historias fantásticas, repletas de imaginación y con escaso valor histórico; la biografía de Cicerón, la de Pierre Grimal, un clásico; y la obra de Diogenes Laercio sobre los filósofos griegos con sabrosas anécdotas de cínicos, epicureos, estoicos, presocráticos.

Y ahora hablemos de Los Tortuga de Belén Funes.

Pero antes... He visto otras películas, por supuesto. A partir de la lectura de una selección de críticas de Jonás Trueba echamos un vistazo a algunas de sus recomendaciones. 

Yi Yi de Edward Yang, Yuki y Nina de Suwa, Il caimano de Moretti, El hombre robado de Piñeiro, Platform de Zhangkee. 

Son todas películas de la primera década del siglo. Así que es más una revisitación. Muy diferentes, pero en todas encontramos detalles que llaman la atención. 

Yi yi habla de la familia y años después reconoces maneras y modos que se han hecho habituales al tratar estos temas. Los personajes son creíbles y cercanos. Más convencional que otras propuestas, pero con una construcción precisa.

Yuki y Nina parte del realismo en la relación entre dos niñas para quebrarlo en la parte final introduciendo, como si fuera un sueño, una ruptura temporal y espacial;

reconozco que ese último trozo me pareció maravilloso. 

Moretti lanza su humor socarrón sobre Berlusconi; y se agradece, porque los herederos de Berlusconi, en Italia y alrededores, son los que en estos momentos dirigen el mundo hacia su destrucción. 

Sempre é momento de fare una commedia. ¡Bravo, Moretti!

El hombre robado es una película a la manera de Rohmer en Buenos Aires; aquí la película completa.

Deliciosa como las del francés con un poquito de experimento vanguardista.

Platform es un fresco histórico sobre la reciente historia de China, 

contada de manera sencilla, teniendo como protagonistas a unos actores que, como en El viaje a ninguna parte, recorren los pueblos del interior. 

Recupero la película de Belén Funes. El guion engarza bien los temas planteados: la inmigración desde el campo que explica el título, la relación madre-hija, la pérdida de identidad, los desahucios. Es cierto que, como ocurre con el reciente cine español, uno siempre tiene la sensación de ver la misma película. Que si el conflicto entre el campo y la ciudad, que si las relaciones familiares; parece que es recurrente buscar ahora todo esto bajo una mirada femenina. Me parece más atractiva la denuncia política que sirve de fondo al conflicto de los personajes, solo esbozada en la parte de Jaén -la crisis del olivo o la construcción de paneles solares- y más desarrollada, pero sin excederse, en Barcelona con el tema del desahucio; por lo menos, en este caso, intuyo otra cosa. ¿Qué decidirá la directora en su próximo largometraje? ¿Continuará por la senda de lo que piden los productores y el público o se arriesgará por caminos menos trillados? 

No siempre somos libres de tomar decisiones. Nos jugamos una carrera, un futuro o un empleo. 

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