domingo, 22 de junio de 2025

EL SILENCIO DE UNA REDONDA

 

El chillido agudo de un niño que rompe en miles de trozos afilados el tímpano. Duele. Reverbera en la piel este grito que hiere. La trama no me interesa; los detalles me ciegan.

Otro niño ha pelado a medias la cáscara de un plátano. En la otra mano sostiene un camión de bomberos rojo. El mismo rojo de su camiseta. Sin embargo, el plátano tiene una errata: un punto negro. Lo mira un par de veces; duda. No sabe si continuar masticándolo. El blanco del resto lo desconcierta. 

Una mujer deja en los asientos notas con fondo amarillo y letras negras: "Dos niños, un bebe, sin trabajo, vendo clínex, ¡ayúdame en lo que puedas!". Do, re, mi, fa, sol... 

Tengo en las manos un documento de propiedad. Giran y giran palabras escuchadas: registro, contrato, gestoría, Hacienda, arras, venta. Me escabullo entre los huecos de las palabras. 

El niño ha tomado una decisión; gira el plátano. No quiere verlo, devora el punto negro. Su sabor es diferente. El punto negro ya no existe. 

La mujer recoge las notas. Gracias, repite una y otra vez, gracias, gracias, gracias. 

El corazón se encoge de repente; gime a bocanadas. 

Olor a tierra mojada, lluvia fresca de verano. Puedes ver por la ventanilla del tren el perfil urbano de Madrid. Líneas que se bifurcan quiebran la monotonía. Las chicharras gritan. El cielo, cubierto de nubes oscuras, pospone el calor asfixiante. El silencio de una redonda no es cuadrado.

El hombre joven, de color, solitario, callado, ese que vive en una tienda de campaña en mi calle desde hace meses, se ha echado en un banco. Su sombra es una línea perfecta. 

No me saluda. No lo saludo. 

viernes, 20 de junio de 2025

CARTA A UN/A ALUMNO/A

 

Estimado/a A.:

Vivimos en un mundo donde las palabras han perdido su significado. Tucídides decía en su obra Historia de la guerra del Peloponeso que "los hombres cambiaron incluso, para justificarse, el ordinario valor de las palabras...".

Así, bombardear a población civil o incrementar gasto militar lo denominan paz -si vis pacem, para bellum, dirían los latinos-; éxito es acumular dinero o alcanzar tus objetivos, sin que importe qué hayas aprendido o los medios de los que te has servido; una entrada en Instagram lo llaman conocimiento.

Necesitamos las palabras, A. Y necesitamos comunicarlas y que perduren. Hemos escritos miles y miles de palabras; sobre papiros y pergaminos, en papel y piedra, bronce o plomo, sobre madera o cerámica, arcilla, seda o bambú: nombres escritos en la arena de una playa o sobre el agua. La imprenta revolucionó el conocimiento; los píxeles nos llevan a donde nadie pensó que llegaríamos. Y, sin embargo, ¿de qué nos sirve si las palabras dejan de tener sentido, si se prostituyen o, ni siquiera las utilizamos, porque no interesa ni la paz ni el conocimiento ni lo que es inútil ni lo que no sirva a nuestros intereses más crematísticos o cortoplacistas. 


Voy a hacer un canto a la curiosidad: absurdo, inconveniente, inapropiado, anacrónico...

ΜΗΝΙΝ ΑΕΙΔΕ ΘΕΑ...

Sin curiosidad no hay aprendizaje. Es el punto de partida. ¡Bien lo sabían los filósofos presocráticos! "Todos los hombres por naturaleza desean saber", dijo Aristóteles. 

Curiosidad viene del latín cura, que significa "preocuparse por algo, tener atención". Περιέργεια es el concepto griego para curiosidad; es decir, "actuar alrededor de algo". Así que curiosear sería mirar el mundo e influir en él, mientras te va transformando. ¿No te parece, A., una manera mucho mejor de descubrir el mundo? ¡Ojalá la mantengas y acrecientes!

Olalla en su obra Palabras del Egeo, mientras espera la llegada de su hijo a una pequeña isla griega, Kímolos, escribe una larga carta donde recoge palabras griegas, mediterráneas, porque quiere desvelar, revelar nuestra Historia, porque quiere contarnos, como hizo Heródoto en el siglo V a. C., miles de historias. 

"Háblame, Musa, de ese hombre... " cantó un aedo hace miles de años.


Somos seres con memoria. Sin palabras no hay memoria. Sin memoria solo seremos cáscaras vacías. Necesitamos contar historias.

Estudiar debería ser una pasión, un afán, un empeño, un afecto. De ti depende, A., que lo sea.

Te deseo unas buenas vacaciones, muchos viajes, grandes lecturas; tranquilidad o experiencias fascinantes e intensas, compartidas o en soledad.

Cura ut valeas, A.! Χαιρε!

¡Cuida que estés bien!, dirían los antiguos. 

domingo, 8 de junio de 2025

EL VIENTO SOPLA DONDE QUIERE

 

Siento una especial cercanía hacia Jonás Trueba. Ternura, podría afirmar, si no me pareciera algo irrespetuoso. Por eso, tal vez sus debilidades me irritan más. Es como si esperara que este hombre fuera un ser perfecto. No lo es, y eso le hace más atractivo. Me contradigo, sin duda. Es como esas películas de las que habla en sus comentarios, seleccionados de su blog El viento sopla donde quiere: películas enfermas, como las llamaba Truffaut, uno de sus referentes. Son películas que tienen muchos fallos, pero dejan una huella mucho mayor que las técnicamente inmaculadas.

Así que empezaré por las debilidades de Jonás Trueba, que, tal vez, son las mías, reflejadas en un espejo. Son pequeñeces, pero describen un carácter. Critica la dictadura de Cuba y a Fidel Castro, pero, en cambio, no hace lo mismo cuando menciona a Felipe VI y Leticia. Tampoco le voy a pedir que sea un nuevo Pasolini, pero, al menos, podría ser más crítico. Nunca le vería implicándose en política -mucho menos en la nacional-, porque eso tal vez supondría enemistarse con amigos. Y esto, lo admito, podría verlo como una virtud. Es discreto; así que su crítica nunca llegará a buscar el enfrentamiento; lo rehuye y lo evita. Intuye que eso le daría dolores de cabeza innecesarios. Podría mencionar algunas reflexiones sobre películas que contradicen su visión -muy parecida a la mía-, pero somos seres contradictorios. Las admito, porque todos tenemos "perversiones", que no nos atreveríamos a admitir en público. En realidad, lo peor y lo mejor de Jonás Trueba estuvo en su intento de entender la adolescencia, Quien lo impide, un documental que mostraba un mundo que le apasiona, pero sin profundizar del todo, sin arriesgarse a hacer daño, herir o provocar; solo quería que los adolescentes hablaran de sí mismos, pero, curiosamente, hablando de sí mismos, asumieron un discurso convencional. Hubiera querido más rebeldía, que sangrara y tocara heridas que dolieran. Ese nunca será Jonás Trueba y esa es su mayor virtud y su mayor defecto.

¡Son nimiedades! Sí, lo son. O tal vez no. Eso dependerá de qué camino escoja en los próximos años. Esos detalles que nos hacen como somos. Son los que siempre me irritarán en Jonás; los mismos que me lo harán tan cercano.

Esto que acabo de escribir solo representa una ínfima parte de sus reflexiones sobre el cine. El resto lo comparto plenamente. Su pasión por Mekas o Rohmer, por el cine independiente, experimental que busca alejarse de los canales de producción en masa, que vive el presente, curioso, mirando al infinito. Y no solo hablo del respeto y admiración por los clásicos; y aquí tenemos que incluir a Tarkovski y los representantes de la Nouvelle Vague y a Chaplin y a Wilder. O experiencias diferentes como la de Laxe, Hong Sang-soo, Jarmusch. Y tantos otros; algunos grandes desconocidos. 

En su tramo final expone la necesidad de que el cine pueda llegar a las aulas de manera diferente, que transforme nuestra mirada. Cine en curso es un proyecto en el que ha participado y sería muy interesante que llegara a más sitios. 

CINE EN CURSO

Sobre todo ha logrado implantarse en Cataluña. Sin embargo, quienes llegan a participar en el proyecto son muy pocos; en Madrid solo doce institutos en varios cursos. Es una pena que la realidad de la Educación no permita que esa mirada pueda extenderse. ¿Cómo planteársela, si necesita de una energía y un apoyo económico e institucional, del que muchos carecemos? O si, en cambio, se apuesta por proyectos, convertidos en cáscaras vacías las más de las veces, pero que, eso sí, reciben financiación y sirven para vender cierto marchamo de centro a la última moda. O si los mismos profesores, agotados, acaban llenando los huecos con películas que adormezcan a sus alumnos, cercanos a sus gustos, en vez de arriesgar. Es revolucionario ponerles una película en versión original. ¡No digamos en blanco y negro o muda! ¿Y si les contáramos que hay otras maneras de hacer cine y de verlo? Aceptamos la mirada que nos han impuesto. O no tenemos ni el tiempo ni los medios para hacerlo realidad.

Sí, yo también hecho de menos, como Jonás, esas "películas hechas con caligrafía imperfectas... con borrones y tachones... ; es decir, lo contrario de tantas que se hacen ahora, que fluyen de un plano a otro, sin que nos demos cuenta, anestesiándonos". 

Sí, Jonás tiene algo: esa ternura del niño que disfruta del cine, lejos de la industria y sus productos comerciales. Rara avis que sobrevive al pragmatismo y la utilidad inmediata, en peligro de extinción, como tantos otros conocimientos inútiles -la filosofía, el griego, la música, el francés, una biblioteca repleta de libros- y más necesarios que nunca.

sábado, 7 de junio de 2025

UNA SÉPTIMA HORA

 

Ha tocado el timbre. En el exterior tienen unos 35 grados. Profesores y alumnos preparados y dispuestos para una clase más. El sol ha dado de lleno toda la mañana en la fachada; las persianas bajadas y el toldo rebajan un poco la temperatura, pero, aún así, el parecido con unas termas romanas y, más concretamente, con la zona del caldarium es llamativo en esta clase de 4º ESO. Se ha pedido a la Administración que les libere de esta séptima hora en junio; se han negado. Aquí han de sudar hasta la última gota. ¡Que para eso tienen dos meses de vacaciones y trabajan solo veinte horas! Alguna desventaja debía haber en su amada profesión. Y, además, el sudor abre los poros. Estos profesores se quejan de vicio.

T. entra, bien pertrechado con una botella de agua, recién rellenada en el baño hace unos minutos. Tenían agua fresca en la sala de profesores, pero se han terminado los bidones y hasta julio, la empresa no volverá. En Madrid el agua es limpia y pura y la del baño cumple todos los requisitos. Hasta ahora diarreas no ha tenido, que él sepa. 

Así que T. rebasa el dintel de la puerta y ve a O., la compañera de Matemáticas, rodeada de chicos ansiosos por saber su nota -la rodean como leones hambrientos que fueran a devorarla-. T. espera a que terminen la cena y solo queden los huesos. R., un alumno discreto, solitario se acerca a T. y empieza a contarle sus impresiones sobre un ejercicio de Oratoria que han hecho con otro profesor, M. 

R. es un chico desconfiado; en una ocasión, yendo en metro, T. se fijó que se colocaba cerca de las puertas, aislado de sus compañeros. Le preguntó porqué lo hacía. Le respondió que si pasaba algo, estaría en el lugar adecuado para poder escapar. A T. su réplica le pareció bastante coherente. Suele hablar poco, pero esta vez, libera su frustración. Sabe que T. ha dado Oratoria a sus compañeras y piensa que puede aportar una opinión acreditada a sus dudas. Critica a A. y S. Sin negar su capacidad -es consciente del talento de ambas-, expone de manera inteligente aspectos que no comparte; por ejemplo, que vayan a lo suyo, utilizando argumentos que no encajaban con lo que los demás habían preparado. T. interpreta que R. quiere desarrollar conceptos como improvisación, falta de colaboración, desequilibrios argumentativos y falacias. T. escucha con paciencia, porque escuchar pacientemente es una de las cualidades que todo profesor debe poseer. 

Y así, mientras tanto T. como O. están ocupados en tareas tan complejas y variadas, dos alumnos han aprovechado para escribir en la pantalla digital -ya casi nadie utiliza las viejas pizarras tradicionales- algo así como: "Nuestras pollas son las mejores y hacemos soñar con ellas". T. interrumpe la interesante conversación con R. y les pide amablemente y con un cierto deje autoritario que borren el comentario; hay cierta calidad en la frase, lo admite y, si estuvieran en Pompeya en el 79 d.C., lo podría aceptar, pero no es el caso. Y así lo hacen, con un sencillo gesto -en los nuevos tiempos tecnológicos las gilipolleces desaparecen sin demasiado esfuerzo-. 

Resuelto este contratiempo T. le comenta a Raúl que hable con M. y le explique sus conflictos con A. y S. 

O., mientras tanto, ha logrado escapar y sale de la clase; tres alumnos no cejan en su empeño y continúan la persecución; tal vez logre sobrevivir. T. le desea suerte.

T., antes de empezar la clase, reflexiona sobre estos hechos extraordinarios. En primer lugar, R. forma parte de esa egregia minoría masculina que medita sobre la oratoria y el concepto de justicia y manipulación, en vez de escribir comentarios más o menos obsesivos sobre la identidad masculina. En segundo lugar, que la gran mayoría de adolescentes hormonados escriben mensajes que podrían convertirse en estudios para filólogos dentro de dos mil años, si no fuera porque están hechos en una pantalla pixelada. Y en tercer lugar, que alguna huella dejan en los alumnos, aunque no sabría decir cuál es. 

T. se seca el sudor, respira hondo. Mañana es el examen final de Latín y hay que hacer un último repaso. Algunas alumnas se han hecho abanicos con los apuntes de Matemáticas. Dicen que mañana la temperatura subirá a los cuarenta. 

Hic habitat felicitas.



domingo, 1 de junio de 2025

VOCES ABANDONADAS

 


El amor que no es todo dolor, no es todo amor.

Hoy, el recuerdo de lo que se fue y el olvido de lo que vendrá, son mis mayores deseos.

No dejan de existir en mí nunca, nunca solamente mis muertos.

El hoy se acaba, el mañana se acaba; solamente el ayer no se acaba. 

Quiero tu bondad, pero no sin una sonrisa en tus labios.

Cuando todo es hielo, una copa de alcohol... es todo.

Lo bello se halla removiendo escombros.

Despertar es siempre una sorpresa.

Una flor en la mano muere, apagando una estrella.

Tanto no eres amado, tanto amas.

Lo amado, alguna vez es lo amable.

Para sentir mis cosas de hoy necesito el recuerdo de mis cosas de ayer.

Mi despertar entre sueño y sueño, no interrumpe mi sueño.

La juventud vive de juventud y la vejez de tiempo.

Subir, subir y, alcanzada la cumbre, se contempla un abismo.

Miles de soles lejanos no disipan la noche.

Cuando busco mi existencia, la busco en alguien.

De la persona amada amamos su dolor, no a ella.

Esto que llamo mi vida es una línea de mis ojos, cuyos extremos se hunden en la noche.

En mi viaje por esta selva de números que llamamos mundo, llevo un cero a modo de linterna.

Tu sangre es fuego y en tus ojos nieva.

Busco la certeza de las cosas, y cuando la hallo, me muerdo los labios.

No he visto juego más triste que el de las nubes y el sol.

El amor nace de dos amores y muere en uno.

Las flores, viéndolas marchitas, las veo más bellas.

Las heridas son nidos de flores.

Donde no eres nada, quédate contigo, y eres todo.