sábado, 24 de agosto de 2024

GENA ROWLANDS Y ALAIN DELON

 

Esta semana fallecieron dos grandes actores. 

Una de ellas es más conocida por los cinéfilos, Gena Rowlands. Actriz de carácter y fuertes connotaciones teatrales hizo sus mejores interpretaciones en las décadas de los años sesenta y setenta, sobre todo, con su marido Cassavettes. Su cine -porque, aunque los guiones eran de Cassavettes, es difícil imaginar a otra actriz que no fuera Gena Rowlands- es el punto de partida de un manera de ver el mundo independiente de la gran maquinaría de Hollywood y encontró su público y dejó herederos en las generaciones posteriores. 

Actores desconocidos, escaso presupuesto, improvisación: aspectos que los relacionan con la Nouvelle Vague. 

Su película más conocida es Una mujer bajo la influencia, un papel enorme, lleno de aristas que cualquier actriz hubiera querido interpretar. Y ella lo hace magníficamente. 

Woody Allen la dirigió en Otra mujer. Es más, estoy seguro que escribió este papel a lo Bergmann para Gena Rowlands. Demuestra en esta escena con Mia Farrow por qué era una gran actriz. 

Por otro lado tenemos a Alain Delon. Sorprenderá a quien no me conozca que haya puesto como fotografía de entrada un fotograma de La piscina. Mi admiración por Romy Schneider supera el tiempo y el espacio y no podía dejar de mencionarla. Y esta es una de las pocas películas en las que coincidió una de las parejas más icónicas del cine. 

La piscina es una película de género -cine negro con un cielo azul y un verano tórrido- y cuatro personajes. Los dos devoran la pantalla y sus personajes se devoran mutuamente y destruyen lo que les rodea. Si esta película sigue atrayéndonos es gracias a ellos. 

Alain Delon tiene otras obras en su larga filmografía. Las mejores, en general, las hizo en los años sesenta. 

La mejor versión de Ripley -y la última es bastante digna- la interpretó Delon en una de sus primeras apariciones en la gran pantalla. A pleno sol juega con la ambigüedad que el actor sabía expresar a la perfección. 

Es difícil sospechar que bajo ese rostro tan atractivo se esconda un hombre retorcido y un asesino. Que lo haga creíble es la gran baza de esta película.

Rocco y sus hermanos le consagró, sin duda. Aquí interpreta su opuesto: un hombre bueno y generoso. Quizá una de las mejores escenas de la película es esta: dos personas perdidas, agotadas se descubren y sueñan; tal vez puedan tener un futuro mejor. Las palabras que dice Rocco son hermosas; la lágrima de ella, Annie Girardot, Nadia, esa que se resiste a caer, siempre me ha emocionado. 

En El gatopardo, también de Visconti, interpreta a un joven arribista que sustituirá a los amos de otros tiempos. El noble deja paso a los jóvenes cachorros para que todo cambie, para que todo siga igual. Claudia Cardinale es su pareja perfecta. 

Antonioni lo dirigió en El eclipse. Bajo la excusa de una relación de pareja la película habla de temas como la incomunicación o el vacío existencial. 


Añadimos un policiaco, El silencio de un hombre de Melville. Interpreta a un asesino a sueldo, frío y metódico. 


Alain Delon es uno de esos actores que se convirtieron ya hace mucho en mito. Su muerte no va a cambiar el lugar que ocupa en el imaginario de todos nosotros. 








LA IMATGE PERMANENT

 

Si el buen cine se distingue del mediocre es que arriesga o, al menos, cuenta las historias de siempre de una manera diferente. El nuevo cine catalán con directoras, la mayoría, que salen de la ESCAC, han conseguido el beneplácito de la crítica y un determinado público. 

El primer largometraje de Laura Ferrés va en esa línea. Planos largos, sobriedad expresiva y actores no profesionales, movimientos precisos, cierta sequedad para contar la relación de dos mujeres que podrían ser madre e hija o podrían también no serlo. Tal vez no importe tanto. 

Es posible que exista -y lo vemos en algunas escenas- un humor soterrado en esa actuación tan extraña para lo que estamos acostumbrados y que te puede hacer recordar a Tati. Es tal vez la parte menos interesante; la he visto antes en otros directores jóvenes y no me aporta nada. Por otro lado, los personajes secundarios no dejan de ser comparsas de las dos protagonistas, fantasmas que acompañan la historia central.

El tono general busca otra cosa, como si a través de ese planteamiento formal la directora quisiera profundizar en los gestos repetidos, esos que la vinculan a otro director francés, Bresson. 

Como no podía ser de otra manera las entrevistas a personas corrientes en las que se pregunta por el primer recuerdo cuando llegaron a Barcelona sirven de hilo conductor y construyen un cierto tono documental en una película inclasificable. 

Imagino que Laura Ferrés tendrá más oportunidades de bucear y experimentar visualmente en el futuro. 


jueves, 15 de agosto de 2024

DESCONOCIDOS

 

¿Es esta una historia de fantasmas? Sin duda, pero seguramente va más allá. En realidad, ya sabemos que las historias de fantasmas siempre sirven para hablar de otros temas. Por supuesto, de la muerte, pero también del pasado, de los traumas que no podemos superar, de la soledad, y del amor. 

Ya he mencionado un par de veces en este blog que para mí Otra vuelta de tuerca de Henry James y la adaptación de Jack Clayton Suspense es la obra fundacional en este sentido del género de fantasmas bajo un prisma moderno y psicológico -aunque siempre, incluso en la Antigüedad, haya habido historias de fantasmas y los japoneses tienen un amplio repertorio-.

Los cuentos de la luna pálida de agosto de Mizoguchi recoge, por ejemplo, esa tradición. No profundiza, como si hace Henry James, en las complejidades de la mente de la protagonista, pero, a cambio, nos descubre ese extraño y misterioso mundo paralelo: el que vivimos en los sueños. 

La adaptación de la novela de Taichi Yamada, Desconocidos, escrita en los años setenta, cambia dos detalles importantes, -además del final- dos detalles que curiosamente también Eloy de la Iglesia decidió incorporar en su adaptación de Otra vuelta de tuerca. Uno es que se desarrolla en Londres; el otro, la orientación sexual del protagonista, en este caso, homosexual. No son baladíes, porque con ellos se construye toda la trama, una trama que solo tiene cuatro personajes -el resto del mundo no existe o como si no existiera, el personaje no establece ninguna relación con nadie más; solo conoceremos su mundo interior-.

La historia se mueve entre lo real y lo imaginado, entre lo ficticio y lo soñado. ¿Es la historia de un hombre solitario que imagina, mientras la escribe -es guionista-, un encuentro con sus padres fallecidos y una primera historia de amor vivida con intensidad? ¿Es tal vez también él mismo un fantasma que, atrapado en un edificio vacío, necesita restañar heridas del pasado? ¿Es una mente enferma que necesita recuperar, en sueños o en una realidad alternativa, a su padre y a su madre? ¿No es el sueño el único lugar, el único tiempo en el que podemos recuperarlos, abrazarlos, decirles lo que no pudimos decirles en su momento?

El director Andrew Haigh crea un ambiente onírico, nos traslada a la mente del protagonista, que se descubre a sí mismo, que se libera de sus traumas. También hay una trama amorosa, sin duda, y cerrada de una manera muy diferente a la novela, y, sin embargo, bien traída y encajada, porque las mejores historias de amor -no todas, pero casi todas- son de amores imposibles o soñados o imaginados o irreales. 

No sabría decir si el final es feliz o desesperado. Estamos ante un personaje que ha logrado superar sus miedos, pero, a cambio, solo le es posible vivir plenamente, ser feliz en ese mundo irreal, imaginado o soñado que ha recreado a lo largo del metraje.

Así que, y esto es una certeza que no admite dudas, solo cuando nos encontramos entre el sueño y la realidad podemos saber realmente quiénes somos.

lunes, 12 de agosto de 2024

GUERRA CIVIL, LA PELÍCULA DEL REY, EL LIBRO DE LAS SOLUCIONES Y EL MAL HIJO DE SAUTET

 

El abrazo de un padre. Nunca fuimos capaces de decirnos lo que sentíamos. Siempre me quedará esa herida... 

Tendría que buscar relación entre estas cuatro películas, ya que he decidido ponerlas en el mismo enlace, y alguna hay, sin duda. Por ejemplo, tanto El rey de la Araucania como la película de Gondry, El libro de las soluciones, se atienen al subgénero de "cómo hacer una película y sobrevivir". Que decidas que sea una comedia delirante y absurda, como hace Gondry, 

o un drama que se mueve con soltura entre el realismo y un cierto aire místico, como la película argentina, 

depende del punto de vista que elijas. En ambos casos hablamos de locura, porque hay que estar muy mal de la cabeza para poner en marcha una película, y todos los que lo hemos intentado lo sabemos. En ambas opciones la locura o la obsesión conduce al protagonista al desastre, a la soledad o al aislamiento, pero parece imprescindible para que los personajes, con toda su carga de genio romántico, se sientan vivos. La película del rey se centra en un rodaje condenado desde el principio; El libro de las soluciones está más interesado en el proceso de montaje y postproducción y en el mundo interior del director. El final de la película de Carlos Sorín es un guiño a Don Quijote y Sancho Panza donde el Sancho actual es un paciente director de producción. En Gondry la directora de producción huye, agobiada por las manías y locuras del protagonista que, tras ver el montaje en una sala de cine, acompañada de su pareja, con la que van a tener a un hijo, y su mejor amiga, la montadora, se volatiliza. 

De Guerra civil poco bueno que decir. Sí, claro, es una película de Hollywood, bien armada, que te arrastra; sin embargo, al terminar de ver la película te das cuenta de que te han querido contar una historia de aprendizaje en un viaje de cuatro personajes -reporteros de guerra- con un entorno violento. Bueno, puedes aceptarlo. Menos te gusta que esa violencia sea no solo justificada, sino convertida en un gran espectáculo, idealizada: fuegos de artificio superficiales en su tramo final que podrían haber transitado un camino diferente, mucho más interesante. 

Hay un discurso fascista que la película, tal vez sin proponérselo o sí, defiende. Lo que podía haber sido una reflexión sobre la violencia -y hay películas que lo han hecho a lo largo de la historia del cine de gran calidad-, deja de serlo cuando los conflictos y la complejidad desaparecen y solo encontramos un discurso simple y hueco: acción sin reflexión. Yo, al menos, no puedo entender a los personajes, pero mucho menos que lo interesante sea hacer una fotografía de acción de un soldado sin profundizar en la realidad que les rodea. Al final la ideología que hay detrás de esto es la que permite simplificar la realidad y cometer todo tipo de atrocidades. Y esta película las alienta y las justifica como tantas otras de Hollywood.

El mal hijo de Sautet, en cambio, tiene casi todo lo que busco en el cine: personajes interesantes y una historia que me emocione. 

No es nada original lo que cuenta: el conflicto entre un padre y su hijo, incapaces de expresar sus emociones. Cuesta ponerse en su lugar; es mucho más fácil cuando los personajes femeninos son el centro de la historia o si está Romy Schneider. Sin embargo, los actores cumplen su papel con solvencia y el guion esta construido milimétricamente desde el principio; por ejemplo, cuando descubrimos el conflicto del protagonista con dos preguntas rutinarias sobre la fecha de nacimiento de sus padres. 

Siempre lo mejor en Sautet son los detalles, porque lo más importante no es lo que se cuenta -casi siempre hablamos de lo mismo- sino cómo lo contamos. Sautet sabía convertir lo cotidiano, esos detalles, en una manera de profundizar en la vida y sus contradicciones. 

Aquí, el trabajo, las acciones diarias y repetitivas, los bares, las casas, los objetos, las miradas, los silencios tienen muchísima más intensidad que la violencia espectacular de la película anterior, deja mucho más poso, preparan el camino sutilmente, sin énfasis. 

¿Cómo olvidar la forma en que su padre le cuenta cómo murió su mujer? Es seca, brutal y, sin embargo, también íntima. Los intentos de acercamiento del hijo se mueven entre la torpeza y la incomodidad; el padre los recibe, tenso y rencoroso. Y, más allá de los diálogos, lo vemos en sus gestos, el tono de voz, las miradas. 

El final parece feliz: cierras tus propias heridas, aceptando a tu padre tal cómo es y aceptándote a ti mismo. Los personajes no pueden ir más allá. Sí, es demasiada cercana a mi propia experiencia y, por eso, me llega tanto. Pero también es un final abierto, porque la vida fluye y no puedes detenerla; no hay felicidad, sino fugacidad. Y eso Sautet lo sabía contar muy bien. 

miércoles, 7 de agosto de 2024

JUEGOS OLÍMPICOS: ENTRE EL NACIONALISMO, LA GUERRA FRÍA Y LAS LIMITACIONES HUMANAS

 

Los griegos hace casi tres mil años inventaron una manera de consolidar lo que les unía: los juegos panhelénicos. Entre ellos destacaban los de Olimpia. Así que decidieron bajo la protección de Zeus no matarse durante el periodo en el que sus atletas competían por su polis. 

Los juegos modernos heredaron esta idea, pero lo de la tregua olímpica no suele funcionar. En los juegos de Munich varios atletas israelíes fueron asesinados, si mal no recuerdo. En estas dos semanas Israel -que ha participado en las competiciones al contrario que Rusia y Bielorrusia, vetadas- ha matado a varios líderes de Hamas y, también, aunque no se hable de ellos, a cientos de palestinos, mujeres y niños. ¿Alguien les ha recordado durante los Juegos? Irán prepara su venganza en un plato frío. La guerra de Ucrania continúa, aunque parece que, aquí sí, han preferido intercambio de espías hasta el miércoles que abrieron un nuevo frente. En Venezuela Rusia y China apoyan a Maduro; Estados Unidos y sus aliados alientan un golpe de Estado. La segunda guerra fría está en marcha y no puede detenerse ni siquiera durante unos días.

Un buen reflejo de la realidad sociopolítica son estos juegos. Siempre son una borrachera de nacionalismo y patriotismo. Hitler supo aprovecharlo muy bien. Y no solo él. Rusia y Estados Unidos alimentaron a lo largo de la primera guerra fría un enfrentamiento deportivo. Bajo la protección del deporte con esos valores tan manoseados del esfuerzo y la superación de los límites, la impresionante inversión económica ha tenido siempre un objetivo fundamental: alimentar la intensidad emocional que permitirá con posterioridad más gasto militar, más guerras por el control de los recursos -sea el agua, el gas, el petróleo, el litio-. Los dos grandes bloques, liderados por China y Estados Unidos, y la geoestrategia de un mundo al borde del precipicio. Francia olvida sus disputas internas. Volverá a ellas, cuando terminen los juegos. Ha conseguido alejar a los mendigos del centro, militarizando la ciudad de la luz, mientras la xenofobia ha hecho acto de presencia en el país vecino, al otro lado del Canal de la Mancha. Objetivo cumplido: turismo de masas, dinero a espuertas. Y por aquí, más de lo mismo, aunque siempre está Puigdemont para recordarnos que somos un país contradictorio, absurdo y de pandereta. 

Como hay seres humanos, los Juegos también tienen una parte más interesante para un observador imparcial de la naturaleza humana. En algunos deportes, sobre todo en el fútbol, se impone la competitividad y la agresividad; nada queda de ese mantra: lo importante es participar. No, en este deporte con atletas de primera, entrenados con mucho dinero, ganar es lo primero. Tu país, lo segundo. El resto, depende. 

Hay amistades y solidaridad, por supuesto, entre los protagonistas de estas historias. La gimnasia, la natación y el atletismo me parecen los deportes más atractivos. Su belleza, su estética; cuerpos que se exigen límites imposibles. Llegan las lesiones o las retiradas antes de competir, los problemas mentales. Hay atletas de cuarenta años que no han sabido retirarse a tiempo. Biles entendió que es mejor sonreír a ganar más medallas: sabiduría oriental o epicúrea.

Duplantis salta 6,25 metros. Un nadador chino, Pan Zhanle recorre 100 metros en 44 segundos. Se duda. Poco. En los años 80 atletas de Alemania Oriental batían récords, que aún se mantienen, con ayudas extras. Todavía tenemos los records de Florence Griffith que murió prematuramente. Forzar los límites también tiene sus consecuencias. 

Estos héroes despiertan nuestra admiración porque superan nuestras propias limitaciones, pero también muestran su fragilidad, sus debilidades: su humanidad. 

Termina el espectáculo, la gran fiesta, el circo. ¿La última gran fiesta antes del desastre? Las bolsas del mundo han temblado. Terremoto doble en Tokyo. ¿Es un aviso?

Como sucedía con los griegos habrá Píndaros que, bien pagados por sus polis o Estados, escribirán poemas o, en nuestro caso, reportajes que loarán las virtudes de sus atletas. Y después se seguirán matando, como hacían los griegos. Somos humanos, ya se sabe. 

martes, 6 de agosto de 2024

INSTRUCCIONES DE USO PARA LA NOSTALGIA



NOSTALGIA 

Instrucciones de uso:

Si, escuchando una canción que le recuerda a un ser querido -El final del verano, por ejemplo, le puede recordar a su madre, como me sucede a mí- o contemplando por última vez lugares donde ha sido feliz o aceptando que nunca volverá a vivir ciertas experiencias; -así le ocurre al protagonista de El regreso de las golondrinas al final del metraje


o a mí mismo, cuando descubro que la felicidad frugal y sencilla, construida poco a poco, como la casa de adobe que levantan juntos, ligada a la tierra y a la naturaleza, y la intimidad de los dos personajes de esta película china, tan amables y bondadosos, es fugaz y efímera-; entonces, si siente que le cuesta respirar porque el dolor y la tristeza profunda que el recuerdo ha despertado en usted ha alcanzado un alto nivel de intensidad es recomendable seguir los siguientes pasos.


En primer lugar, tome aire, respire profundamente y cierre los ojos; a continuación ha de echar la cabeza hacia atrás. Conserve la calma y permita que el dolor siga su curso. Si necesita llorar, puede hacerlo. También puede sonreír. La nostalgia, que forma parte indisoluble de la vida, es amarga y dulce. 

Tenga en cuenta, además, que ese dolor es necesario. Sin él no seríamos nosotros, no estaríamos aquí. Sin él no tendríamos este presente, porque no habría ni pasado ni futuro. 

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