sábado, 27 de julio de 2024

NUNCA PASA NADA


Títulos de crédito: se escucha la tierna y elegante música de George Delerue mientras una mujer desde su asiento del autobús contempla un desolado páramo castellano. 


Desde el primer momento uno se pregunta cómo Bardem va a encajar cosas tan dispares. George Delerue representa como nadie el cine de la Nouvelle Vague; las imágenes de una Castilla seca y dura nos recuerdan, en cambio, la mirada de la generación del 98, la de Calle Mayor o Muerte de un ciclista, sus dos películas más reconocidas. 

Hay a veces un tono documental que podemos apreciar en esta secuencia en la que el personaje, una actriz francesa de variedades, hace compras, mientras es perseguida por las miradas entre curiosas e indiscretas, agresivas, muy sexualizadas de los habitantes de un pueblo por cuya calle mayor pasan de noche decenas de camiones.


A continuación, como se puede observar en las dos escenas siguientes, encuentra a dos personas que hablan francés. Un joven profesor, del que luego hablaré, y en el bar del pueblo a un camionero que estuvo en Francia en un campo de concentración en el 39. En realidad, como ella, dos inadaptados que no encajan en un lugar como este. 

Volvamos al meollo de la historia. 

Al principio los dos personajes centrales son una pareja casada desde hace más de veinte años. No se quieren, están solos, no son felices. Los interpretan con solvencia Julia Gutiérrez Caba y Antonio Casas. Torturados y oscuros. Representan el pasado. Es una sociedad hipócrita donde solo caben los rumores y las malas lenguas y una forma de pensar anclada en normas opresivas, sobre todo, para las mujeres.


Están condenados a vivir una vida incompleta, conscientes, al contrario que sus vecinos, de que han desaprovechado las pocas oportunidades que han tenido; aceptarán y asumirán, eso sí, el papel social que les corresponde, como siempre han hecho. Un buen reflejo de esto aparece en esta discusión en el que por primera vez se dicen claramente lo que piensan. Pertenece a otra época, afortunadamente, muy lejana. O tal vez, no tanto... 


Por otro lado, tenemos dos personajes que durante casi todo el metraje giran alrededor de los anteriores, interpretados ambos por actores franceses, mucho más cercanos; los entendemos, porque son como nosotros o como nos gustaría ser. Ella es una mujer libre, sin ataduras, que por una operación de apendicitis ha tenido que quedarse en este pueblo y que se liará con el marido; él, un chico joven, profesor de francés, poeta en sus ratos libres y amigo por carta de Vicente Alexandre, sensible e inseguro, enamorado de la mujer madura que interpreta Julia Gutiérrez Caba. Son la juventud, la esperanza de un futuro nuevo, la vitalidad.


Y es aquí donde reencontramos el tono lírico y tierno de Delerue. Aislados, el idioma francés es su forma de liberarse y entenderse. Las relaciones que mantienen con la pareja de casados no tienen salida, así que se comprende que en las últimas escenas ambos construyan una tierna complicidad, sus personajes adquieran más peso y sean capaces de compartir un amor y un afecto que ninguno de los demás personajes puede expresar. 

Así que, si una parte de la película te recuerda a Calle Mayor, opresiva y oscura, estos dos jóvenes te permiten pensar en un futuro diferente, más libre y feliz. 

Sí, al final, Delerue y el desolado páramo castellano han encajado. Y bastante bien. 


 

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