sábado, 25 de septiembre de 2021

LA ADOLESCENCIA, EL FARSANTE Y EL COMPROMISO: JONAS TRUEBA Y JEAN GABRIEL PERIOT


La adolescencia es un momento complicado. Todo es posible y una sorpresa y un riesgo. Las emociones son difíciles de controlar. La vida gira a tu alrededor y no sabes qué hacer. Si te equivocas, los errores no pesan tanto... Aunque entonces, cuando somos jóvenes, lo parezca...

Jonás Trueba ha presentado su nuevo trabajo en colaboración con un grupo de adolescentes en el festival de Donosti. Más de cinco años compartiendo cambios y perspectivas con ellos. Hace un par de años vi un primer esbozo, aún sin montar ni definir del todo. 

No puedo decir mucho de la versión que ha presentado, Quien lo impide, en el festival de San Sebastián. En primer lugar, porque ha reducido horas de metraje en una hora y media escasa. En segundo lugar, ha añadido los años de la pandemia a esa visión de la adolescencia. 


Sin embargo, no creo que ni el tono ni el planteamiento haya variado, por el trailer, que sí he visto. Y sé lo que me gustó y lo que no me gustó de esa propuesta...

Y para eso, para decir lo que me pareció, me apoyo en otro experimento colaborativo: el de Jean Gabriel Periot, Nos defaites; Nuestras derrotas. 

Periot es un director muy interesante. Se movió al principio en el mundo del video-arte experimental. Lo que nos ofrece es un punto de visto directo, comprometido, político en el sentido más amplio y honrado del término. 

Lo experimental va de la mano con su interés por la historia y el cine o la fotografía en casi toda su obra. Queda claro en este cortometraje de diez minutos sobre Hiroshima.


Si queremos entender el presente, hay que comprender y profundizar en nuestro pasado. Lo demás es mirar a otro lado y justificarnos, mientras lo hacemos. Y son muchos -artistas o no- los que prefieren no comprometerse o no molestar al poder establecido o al fascismo que empieza a sernos familiar en el día a día, aunque oculte su rostro de manera más o menos sutil. 

Esta actitud de Periot es cada más evidente en sus largometrajes documentales o de ficción. El cuarto, Regreso a Reims, aún por estrenar, y que también se puede ver estos días en Donosti, en la sección Tabacalera, recorre la historia de la clase obrera francesa desde los años 50, partiendo de una novela-ensayo de Didier Eribon. 

Aquí, en este enlace, hay algunos clips o escenas del documental. 

Periot, sin abandonar algunas ideas -experimentales y bastante atractivas de sus primeras obras-, toma desde hace unos años un camino contundente o, por decirlo de otra manera, narrativo. 

El punto de partida de Nos defaits es parecido al de Jonás, pero Periot va más allá, en mi opinión. Trueba se queda en la superficie; nos habla, teniendo como referencia ese nuevo género tan de moda hoy en día en el que la ficción y el documental se mezclan, de una realidad compleja y que merece ser tratada desde nuevas perspectivas, sin duda. Son ellos, los chicos, quienes nos cuentan sus experiencias, su visión del mundo, y eso da frescura a lo que vemos, pero Trueba marca un tono general y este es amable, agradable, asumible para un gran público. Y para mí esa decisión es decepcionante.

Periot es más valiente. Va mucho más lejos en todos los sentidos. Primero, porque su apuesta estética es mucho más interesante. Su punto de partida es metalingüístico; propone a un grupo de adolescentes que interpreten escenas de películas políticas y comprometidas de los años sesenta y setenta. Y lo hacen muy bien. La vuelta de tuerca viene a continuación, por supuesto. ¿Qué piensan ellos, como jóvenes, ahora en el siglo XXI, de los conceptos que estaban de moda entre los adolescentes de hace dos generaciones: revolución, rebeldía, comunismo, capitalismo? ¿Son posibles en la actualidad? 

Las respuestas retratan muy bien a una generación con unas expectativas que nada tienen que ver con las de sus abuelos. La decepción, la sensación de que no se puede cambiar nada, la desilusión por lo político, la ignorancia de conceptos claves.


Trueba se queda en el presente; no arriesga. Tal vez porque prefiere el punto de vista del adolescente y desecha el más maduro y crítico. Periot, en cambio, mira al pasado, lo reinterpreta, da sentido a este presente en el que sólo nos caben derrotas. O, si acaso, aunque sepamos que vamos a perder, luchas dignas. 

Trueba no es valiente o, más bien, en Quien lo impide es simplemente un director -aunque venda otra cosa y hable de experimentos; es cierto que comparado con otros documentales españoles ofrece algo diferente- bien asentado en el sistema o que no ha querido complicarse la vida -solo pretendía escuchar a esos jóvenes, sin hacer juicios de valor-. En resumidas cuentas, ha buscado un producto que guste a todos: a sus chicos y al gran público. Es una elección, respetable, sin duda, pero cobarde en el fondo, de un creador, que, sin embargo, en el resto de su filmografía camina por el alambre y en los márgenes de la industria y lo comercial.

Periot da un paso más. El compromiso es eso. Mostrar la realidad, hablar de política, la de verdad, la que nos afecta a todos, aunque no guste lo que digas, aunque resulte incómoda o, precisamente, por eso. Quitar las máscaras a una realidad que no deja de ocultarse bajo eufemismos y buenas intenciones.

Lo demás es farsa. 

Lo siento, Jonás. Aquí has sido un farsante. Como la Holly de Desayuno con diamantes. 

Periot, por el contrario, no. 

Esa es la diferencia entre una representación y el compromiso.