jueves, 31 de octubre de 2024

LA MUERTE Y EL SUICIDIO: HALLOWEEN, LITTLE GIRL BLUE Y PIZARNIK



En las fiestas que se han celebrado hoy en tantos institutos y colegios no encontraríamos, aunque lo intentáramos, nada más que banalidad. Ni siquiera muestran la muerte como una celebración de la vida. Nada tiene que ver con los bailes medievales o los rituales de otras culturas. No, es una forma de ocultar lo que la muerte es. Veremos solamente una representación mediocre, infantil, repetitiva; una torpe imitación, ridícula y lamentable: una memez.

Si lees una biografía de Pizarnik o ves el documental ligeramente ficcionado de Mona Achache, Little girl blue, llegarías a la misma conclusión. Es posible que hayan influido en mi perspectiva. 


El documental tiene como protagonista a su madre, Carole Achache, suicida como Pizarnik, interpretada por una inmensa Cotillard. Asistes a momentos conmovedores que te remueven por dentro. A veces, la madre se transforma en un alter ego de su propia hija; en otras, Mona consigue recuperar su fantasma, resucitarla, para poder abrazarla, perdonarla o, simplemente, escucharla. La voz grabada de la madre o sus fotografías encuentran un cuerpo real en la actriz y la actriz permite que su cuerpo sea poseído por una mujer escindida. 


Las dos mujeres, madre e hija, sienten que repiten los mismos patrones y no pueden evitarlo, como una maldición: son violadas o manipuladas por hombres con talento -entre los que destacan Juan Goytisolo y Jean Genet-; ambas detestan a sus madres, porque no se enfrentaron a ellos. 

Una amiga de la madre de Carole Achache, Marguerite Duras, dijo que cuando el vacío te arrastra y estás al borde del precipicio solo te quedan dos opciones: suicidarte o escribir. 

Nombrar a la muerte y llamarla por su verdadero nombre es un acto de valor. Halloween no deja de ser una cobardía colectiva, un suicidio social, que intenta suavizar lo que no debemos contar, porque no nos agrada la verdad, y lo políticamente correcto, ya se sabe, nos impone sus reglas. No es la ingenuidad de un niño lo que he visto esta mañana -así se engañan muchos, cuando se disfrazan y participan en esta gran chorrada y bobería- sino la estupidez de los adultos.

Como ya he dicho, la sombra de Pizarnik es alargada. 

Sí, los alumnos más interesantes, los que miran y mirarán el mundo de otra manera no estaban allí. Solitarios o solitarias que habían huido. Lo que yo también hubiera hecho, pero tenía que cumplir el horario. 

Por eso acabé hablando con un compañero en una sala de profesores vacía -mientras a unos metros se gritaba y se aplaudía- de Han Kang, de la obra de Ketchum, de la maldad, del terror real: el que está dentro de nosotros mismos, el que llevó al suicidio a Pizarnik y a Carole Achache, el que nos recuerda que la muerte no es una farsa, sino la vida misma.